Desde las profundidades del Valle de Yumurí. Fotos: Raúl Navarro
La comunidad de El Estero, conocida también como Ojo de Agua, está enclavada en uno de los rincones más impresionantes y aislados del Valle de Yumurí, en Matanzas, Cuba. Rodeada de altos acantilados de roca caliza, el paisaje parece haber sido esculpido por siglos de erosión natural, creando paredes que dominan el horizonte, como si en cualquier momento las rocas pudieran desprenderse, amenazando con caer sobre el pequeño poblado. Sin embargo, es justamente esta mezcla de majestuosidad y peligro latente lo que define la esencia del lugar.
El río Yumurí serpentea al lado de la comunidad, calmado pero siempre presente, brindando un toque de frescura al paisaje. Este cuerpo de agua ha sido la fuente de vida para los habitantes de El Estero, quienes desde hace generaciones han aprendido a convivir con sus ciclos. Durante los días tranquilos, el río es un reflejo cristalino del cielo y las paredes del valle, pero cuando las lluvias intensas descienden, el agua se convierte en un recordatorio de la fuerza indomable de la naturaleza.
El Estero no está solo marcado por su geografía imponente, sino también por la desconexión física que lo aísla del mundo exterior. Los caminos que conducen a la comunidad son angostos y serpenteantes, bordeados de vegetación densa que parece cerrar el paso al visitante. Este aislamiento le otorga al lugar un aire de tranquilidad que contrasta con el bullicio de las ciudades cercanas, pero también conlleva desafíos para sus habitantes, quienes deben adaptarse a un entorno en el que la naturaleza dicta las reglas.
Los acantilados, con sus texturas rugosas y altivas, son la barrera natural que define los límites de la comunidad. Desde el amanecer hasta el atardecer, sus sombras cambian el rostro del paisaje, creando un juego constante de luz y oscuridad.
En El Estero, la vida sigue el ritmo marcado por el río y las montañas, en un lugar donde la naturaleza es la verdadera protagonista, y el ser humano, aunque pequeño en comparación, ha encontrado su lugar en este impresionante rincón del Valle de Yumurí.