¿Se prohíbe o no el paquete?

¿Se prohíbe o no el paquete?

Ilustración: Tomada de Cubadebate

Desinformación. A ese estado he llegado después de leer varios artículos relacionados con la distribución del paquete semanal en Cuba, a raíz de la publicación del Decreto 107 de 2024 en la Gaceta Oficial. Hay que hacer hincapié en esa palabra: distribución; porque se ha convertido en una especie de caja de pandora lingüística donde sus escasas sílabas pueden dar lugar a todo tipo de interpretaciones. Ello ha sido motivo de desconcierto en la población durante los últimos días y diversos medios de todo tipo han escrito sobre el tema o remarcado la bibliografía al respecto.

¿Se prohíbe la reproducción y circulación digital de materiales audiovisuales en Cuba?.

Ernesto Vila González, director del Centro Nacional de Derecho de Autor y del Artista Intérprete, en una entrevista para Cubadebate el pasado 13 de septiembre explicó que “las normas publicadas no impiden que esta actividad (copiar archivos de un dispositivo a otro) se pueda ejercer. Las regulaciones se refieren a la exhibición cinematográfica en un espacio público, y lo que implica la actualización es que no se permite hacerlo en medios digitales a través de soportes informáticos”. Pero ¿qué significa esto?.

Según la norma se establece que, si bien la exhibición de materiales audiovisuales queda limitada, también lo hace su puesta en disposición del público a través de soportes informáticos. ¿Y a quiénes hace referencia esto último, si no a los trabajadores por cuenta propia que se dedican a la venta de información? No quedó aclarado correctamente el contenido de la ley, lo cual puede provocar futuras repercusiones por culpa de su ambigua redacción.

Según Vila González, “siempre que una película o serie se copie de un dispositivo a otro y su consumo tenga fines familiares, el traspaso está acorde con lo establecido. A esto se le considera una reproducción y no una exhibición”.

Pero muy pocas veces he escuchado de trabajadores por cuenta propia que se dediquen también a la exhibición. El servicio queda varado en un punto medio entre la legalidad y la ilegalidad. Pero ese ha sido siempre su estado natural. Se ha debatido durante años sobre su existencia, utilidad o el por qué de su permisividad.

¿Cuándo empezó todo esto en Cuba? ¿Cuál fue el primer disco duro que viajó desde la capital hasta las demás provincias? Es casi una pregunta de sentido bíblico. Repartir el paquete como forma de emprendimiento nació como una respuesta contracultural a la parrilla televisiva nacional, que empezó a descuidar el interés de los televidentes; vivió un auge que, combinado con otras formas de ventas de información (dígase alquiler de DVDs, llenado de memorias, o copia pirata de videojuegos) se convirtió en un modelo de negocios replicado hasta en las zonas más intrincadas de La Isla.

Actualmente ha perdido protagonismo por la incursión del Internet en nuestras vidas, en especial con Telegram y sus variados canales de piratería. Tuvo que evolucionar y buscar un nuevo público: aquellas personas que eligen no utilizar sus datos móviles para descargar lo que quieren consumir.

Quien escribe estas líneas tiene una relación estrecha con dicho servicio. Crecí alquilando VCDs y DVDs. Entre 2009 y 2015 ya se podía percibir la conformación de la identidad del consumidor que, desinteresado de las propuestas de la televisión, desarrollaba preferencia por las novelas, las series, el anime y películas de cualquier clasificación. Se consolidaba un negocio que fue pionero en ingresos y jugaba con diversas estructuras de contenido.

Después empezó la venta y llenado de memorias USB. Si antes existía una personalización de lo que se iba a consumir, ahora esta se hacía más estrecha e íntima. Viví ambos procesos: repartí el paquete semanal y también copié todo tipo de archivos. En el primer caso existía la posibilidad de que el usuario revisara algunas carpetas fuera del espectro de las que le llamaran la atención (incluso algunas con contenido nacional), y en el segundo este ya llegaba con un pedido en mente. Quería los capítulos de la novela de la semana, quería películas de estreno, quería anime, quería videojuegos, quería música.

Se podía palpar la expectativa cultural de una población que quería ver Caso Cerrado, La Rosa de Guadalupe, El Señor de los Cielos, La Isla de las Tentaciones, la misma novela mexicana (ahora turca) de siempre pero con distinto nombre, películas de acción palomiteras, películas rosadas de adolescentes, películas subidas de tono y con marcado nivel de machismo (sí, hablo de ustedes, fanáticos de 365 Días) o los que sin ningún tipo de filtro te pedían pornografía.

Pero también la conformación de todo tipo de identidades, que de poco en poco hacían suyos elementos de culturas internacionales. Por lo que una persona copiaba en su memoria de 8 GB podías saber quién era, qué le gustaba y en lo que se podía convertir si seguía consumiendo lo que estaba consumiendo.

Los medios de comunicación encontraron un rival en los establecimientos privados que se dedicaban a esto. No supieron competir con ellos, no supieron cancelar programas que dejaron de ser de interés público ni crear contenido fresco. No supieron variar sus ofertas y tampoco cuentan con los canales suficientes para ello. La televisión apostó entonces por utilizar los productos que entran en el cargue semanal y equilibrar la oferta con obras modernas y clásicas. En Cubavisión, por ejemplo, te puedes encontrar la última serie de Netflix o el clásico western Río Rojo, de Howard Hawks.

Su existencia y evolución han demostrado la urgencia de actualizar las políticas culturales. Recuerdo con mucho pesar la vez que escuché sobre la prohibición de los cines 3D cuando apenas estaban en la pubertad. Nunca supe quién había tomado aquella decisión o a qué principios respondía, el bulo que se esparció fue que muchos locales habían empezado a reproducir pornografía.

Hace un tiempo la narconovela El Señor de los Cielos retomó su popularidad entre los cubanos por el estreno de una nueva temporada. En un punto de su trama fotografiaron a Cuba como un narcoestado. Los primeros distribuidores decidieron no continuar incluyendo este contenido en el servicio, pero en la práctica muchas personas siguieron viendo El Señor de los Cielos en YouTube o en Telegram.

Podemos decir que el paquete sustituyó al Internet durante un tiempo. Ambas formas de comunicación permiten una interacción personalizada entre la interfaz y el receptor. Mucho del contenido que consumimos diariamente antes era una parte más de la matriz que recorría cada rincón de Cuba. Sin lugar a dudas, es una actividad que dejó atrás su era dorada, y su aparente prohibición creó muchas interrogantes en una ciudadanía que no puede ir a muchos cines y que la televisión aún no sabe cómo atrapar.

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Sobre el autor: Mario César Fiallo Díaz

1 Comment

  1. Confieso que no he entendido nada de este artículo.

    ¿ prohibieron el paquete O no lo prohibieron?

    ¿ van a meter en la cárcel al que copie este material y se lo venda a otro?

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