Poseo un recuerdo nítido de la primera vez que crucé el puente de Canímar. Tendría siete u ocho años, venía en un carro desde Varadero y, al voltear la cabeza hacia la derecha, confieso que me faltó el aire. ¡Qué paisaje! Mi mente de niño no fue capaz de procesar bien lo que acababa de observar, y supuse que la línea de tierra que se dibujaba al otro lado de la bahía era otra isla, país, continente, ¡qué sé yo!
Al regresar del viaje ―probablemente un turno médico―, lo primero que hice fue agarrar papel y crayolas y dibujar aquello que tanta impresión había causado en mí. Primero el río, las elevaciones de los costados, el “continente” del fondo y, justo antes del trazo final… lo llené todo de dinosaurios, porque si un niño no le agrega un toque infantil a todo lo que hace, no es un niño.
Sin embargo, el que considero uno de los recuerdos más vívidos de mi infancia no existiría de no ser por esa maravilla de la ingeniería cubana que es el puente Antonio Guiteras, inaugurado en 1951 luego de casi 30 años de ingenieros e inversores jalándose los pelos para dotar al territorio de una conexión inmediata entre Matanzas y Varadero.
El principal problema radicaba en las altas riberas del río Canímar, impedimento que encontró solución gracias al ingenio de José Menéndez y el esfuerzo de centenares de obreros que acometieron el encofrado de la estructura y la fundición de las bases, labores más difíciles del proyecto.
Hoy, amigos, les traemos algunas fotos antiguas del puente de Canímar. No se asusten si encuentran algún dinosaurio en ellas… cosas de niños.
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