La Guerra Chiquita es uno de esos hechos; su estallido ocurrió el 24 de agosto de 1879, con el alzamiento de 200 combatientes al mando del general de brigada Belisario Grave de Peralta, en las inmediaciones del río Rioja, cerca de la ciudad de Holguín, donde se pronunció el Grito de Independencia o Muerte.
Ese día en los campos cubanos volvieron a escucharse los disparos redentores, que pretendían conquistar la verdadera paz, con la independencia y abolición de la esclavitud, que se había frustrado con el Pacto del Zanjón.
Aquel 24 de agosto comenzó una nueva etapa liberadora del pueblo cubano con un movimiento armado que no llegó a alcanzar carácter nacional, pero en la práctica sumó varios alzamientos en determinadas zonas de Oriente y Las Villas, sin un plan único ni vínculos entre sí, y fue liderado por Calixto García.
El alzamiento principal se produjo en la Plaza La Yerba, en Santiago de Cuba, donde el 26 de agosto el general José Guillermo Moncada, los coroneles José Maceo y Quintín Bandera, el teniente coronel Rafael Maceo y otros jefes y oficiales, con unos 400 hombres, salieron de la ciudad a ocupar las regiones previstas, independientemente de que no pudieron cumplir el plan inicial del levantamiento, organizado por Pedro Martínez Freire.
Así se extendieron los levantamientos por varios meses y provincias, hasta que factores adversos condujeron a la deposición de las armas en los diferentes territorios alzados el 3 de diciembre de 1880.
En total se presentaron cinco mil 381 insurrectos y los patriotas sufrieron un total de 170 muertos, 109 heridos y 307 prisioneros en el año que duró la guerra, la cual costó a España 417 bajas. Adicionalmente, mil 500 revolucionarios fueron extraditados del país.
Las experiencias de los preparativos y el desarrollo de la conspiración, los alzamientos y la Guerra Chiquita, constituyeron una importante enseñanza para todo el proceso de organización de la Guerra Necesaria, la cual sería preparada por José Martí y el Partido Revolucionario Cubano.
Aunque su amarga derrota militar dolió, tuvo una gran significación histórica, demostró la validez del ideal independentista y la inquebrantable decisión del pueblo cubano de obtener su emancipación; enseñó, una vez más, el carácter imprescindible de lograr unidad en la organización y conducción del movimiento revolucionario.
Además, descaracterizó ante las masas la actitud y procedimientos de los autonomistas en contra del independentismo mientras prestaban un triste servicio al colonialismo español; reveló las cualidades de José Martí como dirigente revolucionario, quien fortaleció convicciones del camino organizativo e ideológico que habría que seguir en los futuros empeños de la Revolución.
Esta contienda le allanó el camino a Martí para entrar en contacto con las masas populares del exilio, su futura base social para una nueva revolución, que dio continuidad al ideal independentista que llevó a la lucha, a diversas generaciones de cubanos.
Duró menos de un año, pero fue una clara indicación de que el Zanjón no era el último capítulo.
¿Por qué fracasó este movimiento armado? Algunos historiadores alegan entre los factores adversos la falta de un liderazgo político y militar, existencia de prejuicios raciales, posición reaccionaria de los partidos políticos burgueses existentes en Cuba, efectividad de las acciones políticas y militares desarrolladas por las autoridades coloniales durante su etapa de preparación y realización.
Sin duda, la experiencia adquirida por los generales revolucionarios en la Guerra Chiquita fue una gran ayuda para ellos, y después de la Guerra del ’95 y la Guerra Española-Estadounidense, Cuba obtuvo su independencia de España, aunque de forma parcial debido a la Enmienda Platt que los Estados Unidos colocaron en la constitución cubana.