¡Federadas!

¡Federadas! Ilustración: Luis Daniel Báez Ramírez
¡Federadas! Ilustración: Luis Daniel Báez Ramírez

Carlota, Ana Betancourt, Amalia Simoni, son de los tantos nombres que prestigian nuestra historia nacional, en una lista interminable de mujeres patriotas que demostraron que, cuando se escriba sobre arrojo y sacrificio, sus hazañas también deben escribirse con mayúsculas.

Lo mismo en campo insurrecto, en las huelgas contra Machado, que en las acciones en la clandestinidad durante el último período insurreccional, siempre se contó con el concurso de guerreras capaces de desafiar el peligro con igual temeridad que sus compañeros.

En plena Sierra Maestra se conformó un pelotón de guerrilleras que portaban el fusil con la misma naturalidad que lucían una mariposa blanca para adornar su cabello. Esa decisión del líder cubano anunciaría que, una vez concretado el triunfo, las mujeres asumirían grandes responsabilidades, como mismo en plenas montañas compartían el frío, el hambre y el peligro.

Las Marianas se nombraba aquella formación de combatientes, en homenaje a una de las figuras cimeras de nuestro devenir histórico: la Madre de los Maceo. Ni la modernidad y sus liviandades han conseguido que pierda vigencia aquel nombre devenido en epíteto. Son muchas las Marianas que aún habitan este país y que ponen rostro regio, y luego una sonrisa, a las tantas dificultades que enfrentan cada día.

Consciente de ese empuje y entrega, el propio Fidel contribuyó a que se aglutinaran en una sola varias agrupaciones femeninas con activa participación en la contienda contra el tirano Barita. Fue así que en el año 1960 surgió la Federación de Mujeres Cubanas.

Una de sus integrantes fungiría como su presidenta, la luchadora incansable Vilma Espín. Bajo su égida, la organización de masas desarrolló políticas y programas con el objetivo de que las féminas alcanzaran la igualdad en todos los ámbitos de la sociedad.

Como bien sentenciara Fidel, las mujeres fueron una revolución dentro de la propia Revolución, al incorporarse, desempeñando un papel protagónico, a la vorágine transformadora del proceso de cambios liderado por el naciente gobierno.

Aquel 23 de agosto de 1960 Fidel enunciaría las principales directrices de la Federación de Mujeres Cubanas: velar por la superación, luchar por la emancipación y contra la discriminación.

Como acierto indiscutible de esta organización, vale mencionar la creación de Casas de Orientación a la Mujer y la Familia, donde intervienen equipos interdisciplinarios de diversas áreas del conocimiento, con el propósito de ayudar y contribuir a un mejor funcionamiento de esa núcleo básico y determinante de la sociedad que es la familia.

Los tiempos modernos imprimen su propio ritmo y han resurgido manifestaciones negativas que se pensaban superadas. La prostitución, el interés desmedido, la violencia, familias disfuncionales, prosperan con fuerza, más en espacios donde no se afrontan con prontitud.

Sin embargo, algunos logros indiscutibles no siempre representan una victoria para ciertos seres desmemoriados. Mientras el mundo “civilizado” se desgasta por obtener el derecho al aborto, a la paridad salarial entre hombres y mujeres; en la Cuba de hoy, las acciones por la emancipación de la mujer constituyen una batalla de todos los días con victorias palpables, como los altos niveles de mujeres en puestos de dirección o el elevado dominio de científicas.

Hace 64 años que las mujeres cubanas marchan empoderadas gracias a una organización que, si bien es perfectible como toda obra humana, ha representado uno de las más grandes victorias de la Revolución.

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Sobre el autor: Arnaldo Mirabal Hernández

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