Carmen: federada desde y por siempre

Carmen: federada desde y por siempre

A Carmen Martínez Aldecoa la vida le golpeó fuerte desde temprana edad. La crudeza de la situación económica de antes del 59, la pérdida de la figura paterna y la necesidad imperiosa de llevar el sustento al hogar donde habían otros hermanos menores, le obligó a asumir duros roles apenas despuntando en la adolescencia, y a madurar en tiempos en que quizá debería haber abrazado libros y útiles escolares.

Esta cardenense de nacimiento consta de una historia de vida de superaciones y retos, de crecimientos y entrega al prójimo, de defensa por causas tan justas como la igualdad de derechos de las féminas. Un camino que desarrolló apegada a una organización de la que fue fundadora: la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).

«Mi vinculación con la Federación comenzó con su fundación. En ese entonces residía en Cárdenas, donde nací. Cuando triunfó la Revolución yo era doméstica, por la situación económica precaria que tenía mi familia. Virginia Pérez Saavedra, una compañera militante del Partido Socialista Popular,empezó a trabajar con las jóvenes del barrio. Ella nos organizó y nos llevó a trabajar en la Unidad Femenina, digamos que una antesala a la FMC, donde asumimos diferentes tareas al calor de la Revolución triunfante.

«La FMC se crea el 23 de agosto, pero no es hasta el mes de octubre de 1960 que se funda en la Ciudad Bandera. La tarea fundamental era incorporar a las compañeras a sus filas, puesto que no había conciencia realmente de la necesidad de una organización femenina. Fueron tiempos muy decisivos, donde estaba la contrarrevolución haciendo de las suyas, por lo que resultó imprescindible el trabajo político y de convencimiento».

En el Callejón de Gumá, Carmen tiene su casa. Dar con su dirección es sencillo, solo basta relacionar su nombre con la Federación y sobran los dedos que indiquen el camino.

Llegar a su hogar no tiene complicaciones, pero robarle unos minutos ya es un poco más complejo. Cuando no atiende la sartén, anda bombeando el agua o remendando descosidos. Parece una hormiguita ajetreada de un lado al otro,pero sin perder la amabilidad y la dulzura de quien por tantos años ha sido tan servicial y entregada a la causa de los necesitados.

«En mi caso, pude estudiar solo hasta la secundaria. En esos tiempos no se saltaba de una enseñanza a la otra porque todo costaba: matrículas, conferencias… Cuando miro atrás, a veces pienso que no valoramos suficientemente lo que ahora tenemos.

«Ya en el año 61, cuando se crean por Fidel y Vilma los círculos infantiles, la Federación convocó a formar asistentes para trabajar con los niños. Virginia, quien fuese una mujer extraordinaria, ejemplo de militante, compañera de Blas Roca, y que por su modestia y sencillez convocaba a todo el mundo, me incentivó para formarme como asistente en la Ciudad Libertad».

¡Uff, Ciudad Libertad! Mientras recuerda su estancia, el rostro se transforma como si hubiese mucho más que develar. «Imagine, estaba allí cuando la base aérea fue atacada por los aviones. También tirotearon los edificios nuestros.¡Éramos miles! Estábamos ensayando en ese momento, porque las Ana Betancourt teníamos previsto bailar el zapateo el primero de mayo en la Plaza de la Revolución. Esa semana nadie cogió pase, y la escuela estaba llena. A nosotras nos protegieron en refugios. ¡Éramos unas niñas de apenas 18 años!».

Pero los sucesos del 15 de abril de 1961 no menguaron sus ganas de estudiar y de vincularse a los sueños de Vilma. «Luego de terminar la escuela, empecé a trabajar. No existían tantos círculos. En Cárdenas estuvo la creche, donde estaban los niños con problemas económicos y demás. Se llamaba José Joaquín Valdez Piart, y allí comenzamos las seis que nos preparamos en Ciudad Libertad, incluyendo tres de Martí.»

En el 62 pasé la Escuela Nacional de la Federación, la Fe del Valle. Estudiaba en ese centro cuando la Crisis de Octubre, otro hecho que me marcó. No éramos adultas, pero ya poseíamos otra formación y nos organizaron las milicias para hacer guardia y proteger la escuela.

«Cuando termino ese curso, comienzo a trabajar en la Dirección Provincial de la Federación, donde estuve en el frente de Instrucción Revolucionaria. Nos distribuyeron a todas por diferentes municipios para trabajar en el fortalecimiento de la organización. Fui asignada en Perico y Colón, participé en la constitución del Poder Local en Jagüey. Hasta el 67 me desempeñé como organizadora provincial, pero por problemas de salud tuve que dejar esa tarea. No fueron años fáciles, había que caminar los campos citando a las compañeras, una a una, en monte abierto».

Aunque los padecimientos arreciaron y en algún punto le limitaron para asumir ciertos roles, la entereza de Carmen le mantuvo activa y valiosa en otros frentes iguales de importantes. «Trabajé en el Partido de Cárdenas y, luego, en un cargo en la CTC provincial que se creó para atender a las mujeres. Las trabajadoras todavía no contaban con todas las condiciones creadas en muchísimos centros para realizar su labor. No tenían baño, a veces la atención no era la mejor. Desde esa frontera, seguía estrechamente ligada a la Federación».

Los ojos le brillan mientras comunica su historia, con esa fluidez que dan tantos años relacionada con personas, intercambiando con féminas, adentrándose en sus problemas y gestionando soluciones.

De vez en cuando algún suspiro escapa y la voz se vuelve más pausada. Las emociones viajan a flor de piel y en los recuerdos se asoman seres que le son difíciles de obviar. «Vilma era sencillez, dedicación y entrega, y uno se veía reflejado en ella —menciona, con una sonrisa que revela devoción—. Estaba muy vinculada a la base e hizo muchísimo. Pertenecí al Consejo Nacional, y cada reunión con ella era una clase, una motivación de trabajo.

Carmen: federada desde y por siempre

«Hoy tenemos la suerte de la continuidad. Allí está Teresa Amarelle Boué y antes estuvo Yolanda Ferrer, y seguirán otras defendiendo los derechos de las féminas, batallando, yendo hasta el más remoto rincón donde exista un problema o una mujer que se destaque. Si vamos al análisis de la covid, qué orgullo sentimos por esas científicas y esa generación joven que tuvo una participación muy activa en todas las tareas.

«Cuánto se ha trabajado y todavía cuánto nos queda para hacer. Estamos yendo a temáticas más definidas como la violencia de género, o algún tipo de discriminación, pero ya las mujeres están reivindicadas. Las féminas cubanos ocupan cualquier puesto de trabajo, todo depende de su capacidad y de su voluntad, pero nadie puede decirle: ‘no, tú no puedes ocupar ese puesto’. Uno, que vivió en el capitalismo y vio las limitaciones de aquellos tiempos, se enorgullece con ver, por ejemplo, tantas campesinas dirigentes, asumiendo cooperativas agropecuarias. ¿Por cuánto? ¡Antes, ni soñarlo!».

Mucho ha llovido desde aquel agosto de 1961 en que comenzaron los retos frente a la organización, pero la entrega de Carmen por la FMC no ha menguado ni un poco. Dice que siempre ha sido dirigente base y que no se imagina alejada y resumida dentro del hogar, mientras pueda ser útil.

«En los últimos años he desarrollado muchas tareas, talleres, conversatorios, por ejemplo, de la Ley de Maternidad, el nuevo Código de las Familias, también recogida de donaciones tras el paso de ciclones u otros fenómenos que afectan.

Hoy Carmen Martínez Aldecoa se mantiene activa frente al bloque 19 de Matanzas Oeste, asumiendo seis delegaciones que abarcan siete Comités de Defensa de la Revolución. Es un ejemplo de fémina a la que la dureza de los tiempos le hizo ganar aún más ternura en su corazón, que esparce por cada lugar por donde transita.

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