Yuli: la princesa de su sueño. Fotos: Raúl Navarro González
Cada niña sueña con ser princesa un día, y en su mente dibuja el traje de ensueño, la tiara, los adornos y hasta se hipnotiza con un vals que aún no resuena. Visualiza a pedazos cómo estaría decorado el salón; dónde irían las velas y las flores; los amigos con los que creció a modo de hermandad; la familia, que trasciende la sangre; y hasta los regalos, reales o del alma, porque hasta los afectos necesitan espacio para no desbordar excesivamente en emociones.
Yuleidis Valdéz Aguilar cerró sus ojos y todo lo imaginó violeta: los globos, las cortinas, su vestido, el ramillete… Como otras de su edad, fue soñando a retazos el día en que sería la princesa de un cuento de amor verdadero. Y justo cuando pestañeó, su añorada fiesta de 15 era realidad.
Lleva 12 años en la Casita de Niños sin Amparo Familiar de Matanzas, un lugar donde los afectos habitan en demasía y no se requieren nombramientos oficiales para distribuirlos, a partes iguales, entre cada una de las pequeñas personitas que en él residen, y tampoco importa si están de paso o los infantes llegaron para quedarse.
En su caso, dicen que allí llegó de tres, que ha crecido de a poco entre cuidadoras, tías afectivas y padres y madres de corazón; que entre mimos ha aprendido lo elemental de la vida; y que su dulzura les ha calado el alma a quienes la rodean. Por ello, no sorprende ver tantos ojos humedecidos en la fiesta de 15 de Yuli, tanto orgullo desbordante por haberle cumplido los sueños a una princesa real.
El Aeropuerto Internacional Juan Gualberto Gómez, Artex, la Casa de la Música de Varadero, el proyecto Dibujando Sonrisas, las organizadoras del evento de MIX Fiesta Cuba, su tía Malvis, su mamá Orialis… Todos confabularon para que el día de su cumpleaños número 15 fuera justamente como lo imaginó: con las cortinas moradas y los amigos del alma, con sus hermanitos de sangre y su nueva familia, junto a los que le quieren de siempre, y en compañía de otros que no pudieron negarse a ser cómplices y sumarse al reto de hacer de ella una niña sumamente feliz y realizada.
Cada infante tiene derecho a un hogar, a los afectos, a estudiar y jugar, a que se les respete y escuche, se les tome en cuenta y por sobre todo se les ayude a crecer y soñar. Los sueños de los niños se vuelven sus alas y con ellas son capaces de alcanzar la cima del mundo.
Que aunque escaseen los recursos no lo hagan los sentimientos; que las limitaciones no nos vuelvan insensibles ni el dolor nos resulte indiferente, que sean muchas más las manos unidas en nombre del amor y las “Yulis” que orgullosas celebren fiestas de ensueño.