Diccionarios, bitácoras vivas

Diccionario dramaturgia cubana

Los obstáculos o la entrega a otras cuestiones provoca que se posterguen proyectos de importancia personal, pero también para la memoria del teatro. Hablo de una bitácora de la escena matancera que es necesario potenciar y contribuir a su cierre definitivo. 

En Nueva York, el dramaturgo, investigador y promotor Pedro Monge ha culminado un libro crucial para la historia del teatro cubano. Se trata de Quién es quién en la dramaturgia cubana. Diccionario de dramaturgos cubanos, una publicación imprescindible y sin precedentes, que contribuye a conocer obras y autores de diferentes generaciones y épocas. 

En ella aparecen desde los que solo han escrito una obra hasta los autores dramáticos más relevantes. Hallamos figuras de nuestra historia que también fueron dramaturgos, como Carlos Manuel de Céspedes, Bonifacio Byrne o José Martí, por ejemplo. 

Hay entre los registrados en el libro una gran cantidad de matanceros. Fue un placer, de alguna manera, haber contribuido en algo desde la Casa de la Memoria Escénica. 

Concebir un diccionario es una labor titánica. Y Monge Ranfuls, creador de obras imprescindibles y fundador del Ollantay Center de Nueva York, la ha llevado a feliz término; de manera que ya podemos leerlo impreso. Pronto lo tendremos en nuestra biblioteca La Selva Oscura. 

El nacimiento de este enciclopédico libro, que me recuerda al del Diccionario de la Música, de Radamés Giro, es incentivo para culminar lo que se pretende que sea el Diccionario del Teatro Matancero (1958-2028); con agrupaciones, dramaturgos, directores, actores, diseñadores, asesores en todas sus especialidades, eventos, publicaciones, etc., que refieren un importante registro de la historia. En algunos casos, como los actores, recoge a los que pasan más de 10 años en escena. 

Perpetuar lo efímero del teatro en libros, especialmente algunos dedicados a grupos o creadores, es un motivo para reafirmar las esencias de una trayectoria rica, diversa, compleja, contradictoria. 

Los 25 años de trabajo para resguardar el patrimonio permiten tener una perspectiva de lo fugaz y lo eterno, de lo trascendente y lo que no lo es. La revisión de documentos diversos, el diálogo con los protagonistas aún vivos, nos lleva a un índice más o menos certero de una realidad. Documentar la historia es también evitar que se desvirtúen hechos y figuras.

Un diccionario es una bitácora que nos salva de la desmemoria.


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Sobre el autor: Ulises Rodríguez Febles

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