Nunca Jamás. Fotos: David López
La diferencia es que estos, los de aquí, sí crecen. Los muchachos matanceros, como los del resto de Cuba, viven intensamente su infancia y a pesar de que la tecnología está cada vez más presente en sus vidas, gran parte de ellos prefiere el juego libre en las playas, ríos y calles.
Como a generaciones anteriores también les ha tocado vivir carencias y notar la preocupación en el rostro de sus padres.
Sin embargo, una caja, un trompo, una pelota o una chivichana continúan siendo motivaciones para agrupar a niños que también vuelan como Peter Pan desde sus ventanas. (Por: David López)