Mayo, préstame un aguacero

Mayo, en fin, yo solo quiero un aguacero vertical, estrepitoso y purificador, como si fuera un milagro o una pequeña esperanza.

Mayo, préstame un aguacero. Pudiera pedirte, no sé, por una noche poder disfrutar el sueño de los ángeles, que a ellos no les pican los mosquitos y no se rascan medio sonámbulos, ni se llenan de ronchas como yo; o que el calor no extraiga de mí la sal que me habita —sudor que la luz intensa cristaliza— para cuando me bese no me diga que no sabe si la otra sal, la de la bodega, ya llegó. Sin embargo, solo te pido eso: un aguacero vertical, estrepitoso y purificador.

Mayo, sobrepasamos tu mitad, y solo me diste por allá, por el día 5 de tu mes, una llovizna, tan transparente que incluso al entornar los ojos me costaba atraparla y, solo al contemplar los pequeños círculos que se formaban en los charcos, al igual que diminutos mandalas, en las fosas desbordadas, supe que estabas ahí. Mayo: ¿tú crees que eso me basta, que la felicidad es un “chin chin” que ni siquiera moja? No me conformo con tan poco.

Mayo, no sé si cuando lleguen Julio y Agosto seguiré aquí. Creo que antes me habré evaporado. Ya no hay aceras de los bobos, porque tanto a la sombra como en la luz te derrites. Ando como los elefantes, arrojándome  agua en el rostro en el primer lavamanos o llave de pila que me encuentro. Me pondría delante del refrigerador abierto para que me golpee un poco de aire frío —como diría Virgilio Piñera, a veces es lo único que necesitamos—,pero mi madre me grita que después de cuatro horas de apagón se va a descongelar y luego a echarse a perder la mortadella. 

Mayo, antes me alegraba cuando a través de mi ventana observaba en la tarde el sol desaparecer —como una naranja que el horizonte corta con tajazos precisos— por allá por el reparto multifamiliar de El Naranjal. En algún momento, con el arribo de la noche, las temperaturas descendían y aprovechábamos lo mejor de ella, su fresco, y espantábamos su peor rostro, la oscuridad, gracias a los islotes de luz artificial creados por el hombre. Mas, ahora no hay felicidad posible, porque en gran parte de la Isla no abundan estos islotes de luz artificial y no refresca, solo transitamos de un día asfixiante a una noche sofocante. 

Mayo, siento que de a poco por el calor me desgasto. Un día despertaré y seré mi mitad y, aunque una y otra vez he querido bajar de peso —he realizado dietas queriendo y sin querer, he corrido detrás de ómnibus por creer que el chofer no va esperar, he hecho cardio porque de tanta decepción el corazón se me ha debilitado—, pero nunca, nunca, quise que fuera así. Deja en paz mis magras carnes. No me azotes. Aleja de mí ese humor de perro. Quise guardar pan para ti, como en el dicho, pero no me alcanzó; imagínate es uno y somos muchos. ¿Por eso me tratas con tanta sequedad? 

Mayo, en otros tú de años anteriores, he escrito cómo los ríos se desbordan, como nos debimos proteger de la lluvia para que no nos arrastrara con ella; pero hoy entiendo que los extremos espantan, hoy necesito un diluvio, descubrir en las avenidas el Arca de Noé, los botes salvavidas del Titanic, el lomo del submarino del capitán Nemo.  

Mayo, por eso, préstame un aguacero. No seré avaricioso, con uno solo me conformo. Mas, debe ser uno que refresque, no de los que de tan fugaces solo levantan del asfalto un vapor que convierte un país en un sauna, tampoco los que se anuncian y anuncian, con grandes nubarrones, y solo caen cuatro gotas que, cuando el cielo se despeja, el sol las lame como un animal sediento. Ella me comenta que no tiene ganas de hacer nada y me pregunta por el antónimo de hibernar, que eso es lo que quiere hacer, dormir hasta que todo acabe; sin embargo, se hiberna en invierno y esto es todo lo contrario a un invierno. 

Mayo, por eso, la lluvia por la que te rezo debe ser intensa, para que ella y el gato escapen de su sopor. Me gustaría que su repiqueteo en las ventanas me recuerde el girar del aspa de los ventiladores,porque sin ese ruido me cuesta dormir y últimamente sufro de insomnio, al contrario de ella; que caiga tan fuerte que lustre la ciudad y se lleve las basuras de las esquinas, el polvo que se acumula en el parabrisas de los automóviles y en mis párpados y en las fachadas de viejos edificios. 

Mayo, en fin, yo solo quiero un aguacero vertical, estrepitoso y purificador, como si fuera un milagro o una pequeña esperanza. (Foto: Raúl Navarro)


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3 Comments

  1. Cómo nos tienes acostumbrados recibimos está crónica sobre mayo muy hermosa , gracias por cada semana llegar con palabras coloquiales q nos alimentan estos días difíciles q estamos viviendo.

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