Lorien: “Quiero hacer del bisturí herramienta de buena virtud”

Lorien: “Quiero hacer del bisturí herramienta de buena virtud”

Lorien Rodríguez Sánchez parece vivir tres vidas en paralelo porque resulta increíble concebir tantos logros en una sola. La primera vez que le vi estaba en una cabina de radio con su uniforme blanco y azul derrochando talento en el dial. Luego supe que había asistido a heridos durante el siniestro en la Base de Supertanqueros como voluntaria de la Cruz Roja, competido en eventos deportivos, participado en congresos de medicina y que forma parte del Programa de Formación Doctoral, que agrupa a la Reserva Científica Nacional, todo siendo estudiante de Ciencias Médicas, una carrera que le apasionaba… 

“La primera vez que mencioné a la medicina como una opción de continuidad de estudios fue en la secundaria básica. Tuvo como punto de partida una situación traumática, la idea con el tiempo desapareció, pero por las peripecias de la vida acabé optando por ella. Recuerdo que siempre estuve fascinada con el cuerpo humano, pero confieso las muchas veces que pensé en otras posibilidades mientras recibía mis primeras clases. Sentí que le faltaba algo, pero pese a que me autodefino como una persona decidida, no pude renunciar. 

“En medio de ese campo de batalla en mi cabeza apareció la cirugía. Conocí al doctor José Santana, a varias generaciones de excelentes residentes del territorio; al doctor Oscar Díaz, un especialista muy joven; y al insigne Julio Font. 

“Pero ver a mi mamá tratar a sus pacientes y compartir con los profesores más rectos y gruñones que se rendían frente a la risa de un niño, fue lo que definió el perfil pediátrico y consolidó mi amor por la poderosa magia del arte de sanar”.

Fotos: Cortesía de la entrevistada

— ¿Cómo ha sido tu formación en la Universidad de Ciencias Médicas de Matanzas (UCMM)?

— Ha sido una experiencia increíble, con altas y bajas como todas las cosas de la vida. Entre los mejores regalos del centro está el claustro de profesores que apuestan por una formación rigurosa y fomentan la competencia profesional y el autoestudio. Creo que si no define, impulsa el camino hacia el máximo potencial. 

“Cada departamento imprime energías diferentes y cada profesor una parte de sí, tal es el caso del departamento de Psicología y las muchas alegrías y lecciones,  la asignatura de Ontogenia Humana y SOMA con los profesores de Embriología, los cursos optativos de Anatomía y la materia en sí, hasta la disciplina que exige la temida Histología y las doctoras que la imparten. 

“Las especialidades clínicas y quirúrgicas en los escenarios asistenciales que responden a la Universidad me enseñaron el rigor que hasta yo a veces cuestioné, y lo agradezco, así como el acompañamiento de los amigos que hice en la Universidad de Matanzas y la fuerza para seguir haciendo cuando incluso yo pensaba que no podía.  Allí tuve la suerte de coincidir también con excelentes investigadores, pude vincularme a sus proyectos y estudiar sus líneas de investigación.

“Hay una anécdota que me marcó siendo estudiante. Durante mi segundo año de Medicina tuve el privilegio de conocer al doctor Julio Font. En aquella conversación fraternal, casi al final de la entrevista, me atreví a preguntar: ‘¿Qué le gustaría decirle a los estudiantes de medicina que aspiran a especialidades quirúrgicas?’.

“Con una sonrisa y una seguridad que aún resuenan en mí, respondió: ‘Cuando obtengas la especialidad y estés en el  hospital Faustino Pérez, te diré cómo me gustaría que fuesen. ¡Y claro que serás cirujana!’. La triste noticia de su fallecimiento llegó tiempo después, cuando aún me faltaba camino por recorrer para culminar mis estudios y obtener la especialidad. Sin embargo, sus palabras permanecen conmigo, cada vez que entro a un quirófano recuerdo su confianza: ‘¡Claro que serás cirujana!’. Y esa certeza también me impulsa a convertirme en la cirujana que él vislumbró con tanto cariño”.

— Siendo estudiante has asumido diferentes tareas, ¿cómo ha sido la experiencia?

— He tenido la suerte de participar en diversas actividades extracurriculares, como voluntariado en hospitales y comunidades vulnerables. Estas experiencias me han permitido desarrollar habilidades como el trabajo en equipo, la comunicación y el liderazgo, además de fortalecer mi compromiso con la medicina social y lograr un mayor enfoque y una línea de vida.

“Las competencias deportivas regionales celebradas en Artemisa, donde participé en atletismo, el encuentro de estudiantes de Ciencias Médicas y el Congreso Nacional de la FEU, al que asistí como invitada, fueron experiencias enriquecedoras. 

“Formé parte del proyecto de la UCMM Con Luces y Sueños, y me vinculé a la Cátedra de la Mujer y al proyecto Amazonas de la Esperanza, gracias a los cuales pude participar en el congreso de Psicología. 

“Asistí a eventos científicos como el congreso de cirugía en calidad de oyente y otros eventos provinciales, regionales, nacionales junto a mi equipo donde presentamos trabajos que fueron reconocidos.

“Durante la epidemia de dengue brindé mi apoyo como enfermera en el hospital pediátrico Eliseo Noel Caamaño, y en la pandemia de la covid-19 colaboré en un centro de aislamiento y en las coordinaciones del puesto de mando del hospital Faustino Pérez. 

“Además, fui miembro no profesional de la dirección nacional de los CDR, función que, lamentablemente, no pude continuar debido a mis obligaciones académicas. También ejercí como profesora de Historia y Cívica en una secundaria básica y en la escuela de Economía”.

— Estuviste apoyando en una de las mayores catástrofes que marcó indudablemente a todos los matanceros…

— Sí, al recibir la llamada de mi líder asistí como voluntaria para brindar atención médica y apoyar en las tareas de evacuación y rescate en el Supertanqueros. Llegué acompañada de mi equipo en medio de la marea roja de overoles, yo aún en ropa de guardia.

“Podría considerar aquel siniestro como una de las experiencias más tristes de mi vida. Soy una persona conversadora, pero cuando logré reincorporarme a las actividades en el sitio, confieso que tenía miedo. Aún quedaba un sentimiento de culpa por no haber hecho más, por estar allí sin respuestas capaces de consolar, sin ninguna palabra que pudiera cambiar la situación. 

“Son días de los que no siento necesidad de hablar, a no ser para enaltecer y recordar a aquellos que tanto honor merecen, o para tomar experiencia para futuras misiones. El Supertanquero es una historia que me entristece, me duele, porque sé que a muchos les duele igual o más. Así que cuando alguien pregunta por qué me cubro el brazo, lo hago para apartar la mirada indiscreta que busca detalles. Si alguien ve una lesión, prefiero mentir y decir otra cosa, como diría una querida profesora, son ‘mis huellas de guerra, de una guerra bien librada’. Pero en la Cruz Roja, si se hace algo bueno, es mejor tomar experiencia y guardarlo con la satisfacción del deber cumplido. Así me siento cuando pienso en aquellos días: sustituí el fuego y el dolor por el cariño de un equipo y el pueblo que colaboró en mi transportación y recuperación. Me siento agradecida, bendecida”.

— Además de las Ciencias Médicas tienes otras pasiones. ¿Qué significa la locución para Lorien?

— La locución se convirtió en mi forma de expresión creativa. Me permite conectar con las personas a través de la voz. Me encanta transmitir emociones, información, crear atmósferas con las palabras y la risa. En la radio, frente al micrófono, siento que soy yo, independientemente del texto, y no me refiero a la técnica, sino a esa paz que siento en cabina, a la adrenalina que me mantiene activa. Allí siempre soy feliz.

“Disfruto mucho de la lectura, aunque apenas tengo poco tiempo para ella. Me gusta la jardinería y hacer manualidades de cerámica, pero sobre todo estar en casa, donde hago poca estancia por otras actividades. Me entusiasma pasar tiempo con mis amigos, aunque ellos dirían que la mayoría de las veces estoy complicada o inventando otra cosa, casi siempre con una excusa, lo que también es cierto. Aún así, me considero una persona tranquila y familiar”.

Ahora formas parte de un experimento, fuiste seleccionada para un proyecto de formación totalmente diferente. ¿Cuánto te ha aportado en tu preparación como futura cirujana pediátrica?

— Fui seleccionada para un Programa de Formación Doctoral que agrupa a la Reserva Científica Nacional. El proyecto ofrece el internado en la ciudad de La Habana, así como cursos afines con la carrera y la investigación. 

“Aporta mucho compartir con estudiantes de todo el territorio cubano, en su mayoría brillantes y estudiosos de diferentes temas. La oportunidad de rotar por servicios de referencia en el país, como el caso del Hospital Pediátrico Juan Manuel Márquez, y el maravilloso claustro con el que cuenta, dígase pediatras, cirujanos y otros especialistas, así como los medios diagnósticos y las potencialidades y bondades de ser la capital del país.

“Asisto con frecuencia al Hospital Pediátrico William Soler y al Cardiocentro, donde me asignaron tutores preocupados que respeto y reconozco como inmensos en la medicina, no solo por el conocimiento, sino por la ética profesional y la calidad humana. Ha sido una experiencia enriquecedora que me brinda una visión profunda de la cirugía pediátrica con acompañamiento.

“Espero aprovechar el tiempo que esté en la capital y a las personas con las que he coincidido en el internado. Sueño con graduarme y colocar en manos de mi familia el anhelado título. Luego, comenzar a transitar el camino para ser una cirujana pediátrica integral, capaz de brindar atención médica de calidad, con calidez humana. Aspiro a combinar las habilidades quirúrgicas que adquiera con la docencia e investigación para contribuir al avance de la medicina y mejorar la vida de los niños. Eso incluye alcanzar el máximo grado científico siempre que sea posible y duplique el esfuerzo, pero especialmente el humano. Quiero hacer siempre del bisturí herramienta de buena virtud”.


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