Hay personas que son el alma de un hogar, así como hay instituciones que se fundan sobre la fe y el talento de artistas e intelectuales. La Casa de la Memoria Escénica, uno de los espacios que mueven la vida cultural yumurina, está estrechamente ligada a la labor personal de Ulises Rodríguez Febles. El dramaturgo comenzó a trabajar en ella en 2000, cuando apenas contaba con seis años de fundada, y ha sido parte de su crecimiento y consolidación.
La historia de ambos se entreteje a tal punto que resulta imposible hablar de este centro cultural sin mencionar a su director, y viceversa. Por eso, ahora que la Casa arriba a sus 30 años, este 29 de abril, conversamos con el escritor que la habita y la hace latir desde dentro, para que sea él quien nos revele sus misterios.
PASIÓN
“La semilla personal de lo que es la Casa de la Memoria Escénica germinó en la Universidad de Matanzas, en la Cátedra de Estudios Teatrales René Fernández Santana. Allí creé un grupo de teatro, una peña, un archivo y un premio nombrado Dora Alonso. Lo más significativo de la escena pasó por allí. Tuve alumnos muy buenos, colaboradores eficaces.
“Ese lo trasladé a lo que era el Centro de Información e Investigaciones de las Artes Escénicas en el 2000. Esa institución había nacido en 1994, pero desde 1998 no tenía a su directora Lucía Pérez, solo a la querida bibliotecaria Cary Oña. En el 2000 fundé el Centro de Documentación e Investigaciones Israel Moliner Rendón, pero esa es otra historia y con otros conceptos, el nacimiento de una teoría y una práctica”.
MADUREZ
“En 2003 nos mudamos a la calle Milanés, número 28007, la antigua casa del abogado Eusebio Estorino. Fue una decisión importante de Mercedes Fernández, presidenta del CPAE (Consejo Provincial de las Artes Escénicas). Pasamos dos años en construcción y restauración. Vivimos esa etapa con la esperanza de que algún día lograríamos estabilidad. El archivo lo mismo se mojaba con la lluvia, que era dañado por el polvo.
“El primer punto de giro fue convertirnos en centro de documentación, porque centro de información, desde lo conceptual y lo teórico, no podía ser. También empezó a llamarse Israel Moliner Rendón como el primer historiador del Teatro Sauto.
“El 25 enero del 2005, con el evento 80 Estorinos, se inauguró la Sala Abelardo Estorino, con la presencia del dramaturgo, Premio Nacional de Literatura y de Teatro. Esa es la génesis de un cambio de visión, la presencia de investigadores y teóricos en aquella sala recién inaugurada, que aún olía a pintura y cemento, el espíritu del presente y del futuro. También representa para mí el nacimiento de lo que después fue la Casa de la Memoria Escénica en 2011.
“La madurez es el gran conflicto, porque cuanto más conocimiento y experiencia teórica y práctica tienes, más te interrogas. He pasado más de dos décadas en ese conflicto de amor y cuestionamiento.
“Desde ser adjuntos al CPAE a convertirse en una institución viva al servicio de la comunidad, ocurrieron muchos acontecimientos. Se crearon nuevos espacios sistemáticos, como el Memoria, Luz, El Zaguán de los cuentos; coloquios; eventos propios: Jornada de la Dramaturgia Cubana o el evento científico El Anaquel. También fue la etapa de la génesis de una metodología del archivo escénico en Cuba, desde la praxis y de colaboración con instituciones cubanas e internacionales.
“Creo que la llegada al centro de María Isabel Tamayo, en marzo del 2005, le ofreció una perspectiva lúcida, práctica, sedimentada, a los archivos desde entonces hasta ahora: su permanencia, constancia, ética y fe son vitales en nuestro trabajo. Nos enamoramos desde esa fecha y hemos construido un espacio para el patrimonio junto a una familia sólida, con una hija que se crio entre anaqueles.
“No concibo la Casa de la Memoria Escénica sin esa simbiosis a la que también han aportado parte de su inteligencia, sensibilidad y pasión, archivistas, bibliotecarios, investigadores, fotógrafos y trabajadores que han dejado su aporte y luego se han marchado.
“La otra fecha importante fue el 2016, donde fundamos el Museo de Esculturas en Madera de la Dramaturgia Cubana, que cuenta actualmente con 25 piezas creadas por Adán Rodríguez Falcón, la creación del café y, unos años más tarde, cuando logramos arrebatarle un espacio inactivo al CPAE, el nacimiento de la biblioteca La selva Oscura”.
RETOS
“Luego de haber alcanzado muchos objetivos, los retos son más grandes, porque después de lograr la confianza, muchos nos entregan su legado personal y artístico, sus bibliotecas, con fondos valiosos, todo se vuelve un desafío.
“La labor de la Casa es muy amplia, porque abarca el trabajo comunitario, la investigación, el archivo, la biblioteca, lo investigativo, la gestión cultural. En estos años han nacido los proyectos Memoria Oral, Perfiles Escénicos, Historietas Escénicas, Dramaturgia Escénica y hasta la promoción del scrabble. Implica a creadores, investigadores, como Norge Céspedes, Vivian Martínez, Ayose García, Ulises Guerra, Alejandro Porto; agrupaciones como Vital Teatro e instituciones como Tablas Alarcos, Casa de las Américas, el Consejo Superior de Investigaciones de Madrid con uno de nuestros aportes a la dramaturgia cubana, coordinado por el teórico José Luis García Barrientos o el Ollantay Center de Nueva York, y nuestro trabajo con el Banco de la Dramaturgia.
“El reto sigue estando en vencer otro ciclo, en el que hay cuestiones como las estructurales, las de espacio que necesitan ser renovadas. Ese es el gran problema que solo yo veo, porque me enfrento a una cotidianidad que desgasta y hasta aburre”.
FUTURO
“Soy un creador y no un funcionario, por lo tanto mi imaginación se desborda. Lo que veo hacia delante es ruptura, reinvención, un poema de la memoria, que no cabe en un espacio restringido por la arquitectura y por la mentalidad de los que no les importa la memoria o desconocen cuáles deben ser sus caminos para crecer y ‘volar’.
“El presente es todo lo alcanzado, que no ha sido fácil, conquistado y hasta arrebatado, como espacios que eran oficinas o el área museable, que ha transformado el entorno, y dignifica y rinde homenaje a la dramaturgia, al teatro cubano, y se combina con la naturaleza del jardín en el patio Vagos Rumores. Pasa también por la discusión de nuestras tesis de maestría, tanto la de María Isabel como la mía, que es resultado de nuestra experiencia y el legado que podemos dejar para el futuro.
“El futuro está en mi cabeza, en cómo he soñado la Casa de la Memoria Escénica, que he hecho varios proyectos para que eso sea posible. Y no es que me he empeñado en eso, es lo que merece”.
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