Los pescadores de Caletón. Por Julio César García
Dedicado a Yamila Sánchez Rodríguez
La Ciénaga no es ya el mégano infinito de Santiago Álvarez y Gutiérrez Alea. Ahora muestra un rostro feliz, un rostro en ocasiones de circo, reflejo de un paraíso turístico al que todos quieren ir. Pero también tiene otros rostros que se aferran a tradiciones centenarias como estilo de vida y forma de sobrevivir.
A escasos metros de la calle Caletón, en Playa Larga -Bahía de Cochinos- se encuentra ubicada una pequeña base de pescadores provista de unas 100 embarcaciones en su mayoría rústicas. Muchas solo pueden flotar ahí porque el estado que presentan no les permite salir más allá de esos muelles construidos con viejas tablas y vigas de madera. También van siendo menos los hombres y mujeres que se dedican al duro oficio de pescar. Pero siempre hay quien persiste contra viento y marea en traer todos los días los pescados fuera del mar.
La rutina diaria comienza en la propia base cada tarde, cuando los pescadores deben reportar a qué sitio se dirigen, una espacie de hoja de ruta que deben cumplir al dedillo. Siempre en las márgenes de la bahía porque a pesar de los cambios que permiten avanzar un poco más en el mar y autorizan a usar motor, aún no se pueden alejar demasiado.
En el muelle vierte sin parar sus oscuras aguas un río subterráneo proveniente de la ciénaga. Justo allí, caída la tarde, se intenta capturar con trasmallo la sardina suficiente para una jornada de pesca. Luego se hacen a la mar y son alrededor de unas 36 horas las autorizadas a permanecer fuera de la base. Los guardafronteras son muy rigurosos al velar por estos límites temporales.
Toda la madrugada desvelados, los pescadores con más suerte regresan con la fresca y sobre las 8 o 9 am ya están de vuelta. Pero hay quienes deben posponer hasta el mediodía o mucho más su regreso para poder traer el fruto de sus esfuerzos. Algunos botes llegan a Caletón a remo, otros con velas y solo pocos usan motor. Aunque ya pueden ponerlos, no es tarea fácil debido a que tienen que ser motores de antes del año 1959 o de importación.
Ya en la base comienzan a descargar su captura, los implementos de pesca, se deja el bote limpio y se hace una declaración de lo que se pescó. Pero esa tarde muy poco se pescó, solo llegaron algunas rabirrubias “que para minutas son un tiro o fritas entera”, comentan entre ellos.
Así transcurre la vida de los pescadores de Caletón, entre madrugadas en el mar, el necesario descanso después en el hogar y la meta de traer buenos pescados a tierra, porque de eso depende su alimentación e ingresos personales. No es difícil venderlos a las paladares y restaurantes, si hay turistas pues hay demanda y la libra está sobre los 250 y 350 pesos moneda nacional. Lo titánico y complejo es el arte de pescar.
(Por: Julio César García)
Hermoso! Me ha parecido volver a esos lugares que hace años amé. Triste realidad, en medio de tantos lindos recuerdos. Lo asombroso es, que a pesar de todo, los nativos de allí siempre encuentran el modo de ser feliz y sonreírle a la vida desde el más remoto de los rincones de esa inmensa Ciénaga. Gracias Julio!