Cuatro libros con obras de autores cubanos han salido a la luz en los primeros meses del año: Todo se desvanece en París, de Atilio Caballero; Retrato teatral de tres infantes, de Rubén Darío Salazar, Chritia Medina y Erduyn Maza; Puerto de Coral, de Maikel Chávez; y El enano en la botella, de Abilio Estévez, en edición bilingüe, con traducción de Linda Howe.
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Las editoriales matanceras han estado desde siempre a la vanguardia de la publicación de textos teatrales, a las que se suman Ediciones Aldabón y la editorial alternativa, y ya desaparecida, Papalote, que entregó a los fondos bibliográficos unos cuantos libros, fundamentalmente del Premio Dramaturgo Inspirador de la Assitej René Fernández Santana.
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Este hecho editorial es una notable resonancia para la historia teatral cubana, muchas veces como sostén de varios de nuestros concursos Premio de Dramaturgia Virgilio Piñera, Premio Dora Alonso de dramaturgia para niños; Premio Cien Obras para un Papalote, con una sola convocatoria, como es el caso del primero, o ya desaparecidos, como los segundos, con cierta vida en otras convocatorias de Tablas Alarcos.
Otros concursos son el José Jacinto Milanés, que nació en 1996, defendiendo los géneros en los que sobresalió el autor de El conde Alarcos, y que con el transcurso del tiempo ha alternado con otros géneros; el Premio Fundación de la Ciudad de Matanzas, que convoca en varios géneros, incluido el teatro, con auspicios para el teatro para niños y de adultos.
Lo cierto es que las colecciones de publicaciones teatrales en Matanzas sobresalen desde la década del 90.
Uno de los libros presentados durante la feria fue Puerto de Coral, del dramaturgo y actor Maikel Chávez, que tiene como precedente varios premios, y que en la noche de presentación, al estilo Café Mezclao de Alfredo Zaldivar, tuvo un carácter perfomático, con la actuación de Marah Góngora, que es también la autora de la foto en el diseño de Joham E. Trujillo, y el gran flautista Orlando Valle (Maraca), junto al dúo que tanta significación tuvo en la Feria del Libro, de Olga Margarita Gallardo y Mario.
Recomiendo este libro, que ha demostrado su valía en la defensa de puesta y actrices que encarnan los cuatro personajes, de esta obra que se estructura a partir del mar como espacio dramático, concepto del límite, entre tierra y horizonte, atmósfera que propicia la belleza, el simbolismo y las esencias que los puertos, y la cuestión insular, ofrece a la gente, en este caso los personajes femeninos, que conceptualizan familia, pueblo y nación, el mar como libertad y obstáculo, sentido de pertenencia y desarraigo, interrogante iluminada de lo que es cada individuo, en este caso desde la psicología femenina, la incomprensión y la soledad.
Textualmente, Puerto de Coral nos ofrece un diálogo, que se mueve de manera orgánica entre el coloquio, las voces contrapuestas de sus personajes y el soliloquio, la voz íntima, de profundo debate psicológico, entre la existencia y lo social de sus personajes femeninos, mujeres poemas, luz, interrogantes.
Es un texto poético, atravesado por el agua, la esperanza, la incertidumbre y un horizonte en que solo viven los puertos y lo que hay en las partidas y los regresos.
La botella, elemento simbólico, que «mueve» la historia y la lleva como brújula a los diversos caminos propuestos.
Presentado el Día de la Mujer, iluminado por poemas, músicas, debates; más allá de la presencia de Marah Góngora y su luz, y ofrecer el conflicto de los personajes; pensé allí, en la intimidad de Ediciones Vigía, en el magisterio y la fuerza de Corina Mestre y de las otras actrices, que dieron vida a las mujeres. Del libro brotaron, movieron sus botellas las otras actrices, y también Ariel Bouza, Pálpito, la historia del teatro, el pasado, el presente, y el mar, la esperanza…
