Fajarse con la hoja en blanco para concertar entre ella y yo, juntos, una manera de empezar a escribir sobre la nueva película de Wim Wenders no ha sido fácil. Este tiene que ser, por lo menos, mi quinto intento. Quería contar con las palabras adecuadas, el ritmo perfecto, el timing supremo. Después caí en que así estaba traicionando a la película y a la vida, y a la perfección, que sí existe. Es una canción, un beso, una lágrima, el sol y, por qué no, la muerte.
Hay historias cuyo argumento trata sobre la nada, no tienen un mapa por el cual regirse, y con ellas siento que cualquier cosa puede pasar. En la actualidad, queremos vernos a nosotros mismos en la pantalla y le rezamos a alguien/algo para que por dos horas el protagonista sea como nosotros. Aquí no hay un inicio o un desenlace, es un eterno desarrollo. Un huequito en la pared por el cual miramos a la gente, no importa si son de Francia, Japón o Groenlandia. Lo que importa es el feeling.
Dar con la idea central de una película se puede convertir en una de las cosas más divertidas que puede hacer un cinéfilo o, alguien cuyo trabajo sea, en efecto, escribir sobre películas. En Perfect Days no podía discernir el eje en el que giraban los días que vive el señor Hirayama (Koji Yakusho) y los que Wim Wemders decidió mostrar. Los seres humanos experimentamos todo tipo de sentimientos y se nos hace imposible sentir cada uno de ellos en una sola vida, por eso la dividimos en lo que llamamos tiempo. Y separamos nuestras experiencias, así como nuestros días, en dos equipos: malos y buenos.
Encontrar un día perfecto es como toparse con la gallina de los huevos de oro, y a medida que crecemos se va haciendo más difícil. Wim Wenders ya se había metido con el vacío en otros trabajos. Desafió al vacío y trajo a los ángeles a una Alemania que se preguntaba cómo seguir viviendo después del nazismo y con Paris, Texas embarcó a sus personajes en un viaje que se siente como una road movie constante; él cuestiona el tiempo y concibe la existencia nuestra como un factor inherente a la misma.
Por ello, la soledad se mete en cada una de las escenas de Perfect Days y el protagonista se siente y se expresa como si no tuviera rumbo, es un errante que nos muestra (sin saberlo) la belleza de las cosas simples del existir. Hay un click, un chasquido de dedos, un montaje minúsculo de música e imagen justo al principio, cuando el señor Hiyarama le explica a una mujer cómo funciona uno de los baños que él limpia. Él sonríe, ella sonríe, la magia de la simplicidad.
Hirayama-san vive siguiendo una rutina. No es como otros personajes que cuando un engranaje falla se irrita. Él acepta las cosas como vengan y sobrelleva sus días con letras de Faulkner, e imagino que con todo un compendio de escritores a los que Wenders no expone en pantalla, como si mostrara la paz de la lectura y respetara la privacidad de este caballero. Hirayama-san está hecho a la vieja escuela, la música de los años 60, 70 y 80, siempre que va a trabajar escucha sus casetes favoritos en su furgoneta. Todo empieza con The Animals y The House of the Rising Sun, y fue el mismo director quien dijo en una entrevista que su concepción de Perfect Days es la de un mixtape, con tracks de distintos géneros.
En mis intentos de relacionar películas con otras, Perfect Days entraría entre esas que no puedo evitar asociar con Taxi Driver. Un protagonista que se mueve entre la urbe y las gentes. Observa todo, silencioso y reservado, solo se abre a sí mismo ante la cámara y emociones llevadas al borde. El Travis de Scorsese se dejaba llevar por la amargura de una América enterrada hasta el cuello con cuestionamientos bélicos, cadáveres irreconocibles y miles de personas con estrés postraumático; el protagonista de Wim Wenders es bálsamo para el alma. Recuerdo estar viendo la película y sentir cómo lo iba conociendo a medida que el tiempo pasaba, y me sentía abrumado con lo sencillo que se hace intuir los problemas por los que puede estar pasando alguien, así como sus maravillosas virtudes.
En una época donde nos forzamos a ser productivos y el descanso se traduce en culpabilidad, llega esta obra y reivindica cuán simple es el mundo en el que vivimos y cuán difícil pensamos que necesitamos que sea. Pedimos tanto de nosotros mismos y de quienes nos rodean, que terminamos transformándonos en monstruos ávidos de resultados, medallas, felicitaciones y falsos estándares. Es una época donde los jóvenes sufren mental y físicamente por no obtener la atención que quisieran en redes sociales, la fiebre de utilizar un móvil para grabarlo todo y después compartirlo, la necesidad imperante de ser un artista entre tantos artistas que la mayoría del tiempo ni siquiera tienen un referente.
Por eso, me asombra cómo Koji Yakusho se convierte en este hombre que limpia los baños de Tokyo, que fotografía árboles, lee con pasión, huye de cualquier convencionalismo social y se rehúsa a ser un esclavo del dinero. Es un hombre con inquietudes artísticas que estimula cada día con una vieja cámara, con fotografías en blanco y negro, colores en los que sueña; con un mantra simple, casi un haiku: la próxima vez será la próxima vez, el ahora es el ahora. Así es la vida de los que se embriagan en los placeres más banales de la humanidad: en la danza imparable de las letras y en el ritmo de la música.
Perfect Days es un llamado al descanso, la introspección de un país que siempre ha sido duro en temas de explotación laboral y superación personal y profesional. Se nos presenta al paria más puro de la ficción, un paria que solo piensa en sus plantas y lucha contra la soledad como si fuera una amiga más. Siento que traiciono a cualquier lector que haya llegado hasta aquí y resuma en este trabajo una exaltación constante y suprema de lo que hace el mencionado actor con el mencionado personaje, pero esta es la película que yo necesitaba y creo que es la película que la humanidad necesita. Un auxilio a la vida y a exigirnos no disfrutarla, sino a vivirla, a sobrellevar los días que no sean perfectos y experimentarlo todo, por doloroso que sea.
Ficha técnica
Título original: Perfect Days; Año: 2023; País: Japón/Alemania; Dirección: Wim Wenders; Guión: Wim Wenders, Takuma Takasaki; Fotografía: Franz Lustig; Reparto: Koji Yakusho; Duración: Dos horas.
(Por Mario César Fiallo Díaz, estudiante de Periodismo)