En mi secundaria algunas muchachas convertían una libreta, de esas con el búho con birrete en la carátula, en un chismógrafo. En la primera hoja constaba una especie de encuesta que tú debías responder. Primero les correspondía a las preguntas de identificación: ¿Cómo te llamas? ¿Cuál es tu edad? Luego les tocaba a aquellas por las cuales el cuaderno adoptaba su nombre: ¿Quién te gusta? ¿“Zorreas” con alguien? ¿Con quién del aula quisieras marcar? ¿Has hecho el amor?
Al recordar esta práctica, en vez de escribir mi habitual Crónica de domingo, preferí armar un chismógrafo y compartirlo con ustedes. Lo hago porque entre los planteamientos principales de la filosofía se encuentra dilucidar si el mundo es cognoscible o no. Quizá en otras partes del mundo esa interrogante cause problemas, pero aquí no. En esta Isla todo se conoce o conoces a alguien que conoce. Podríamos un día, si nos lo propusiéramos, incluso, realizar un inventario de todas las piedras y las jaibas del archipiélago.
¿Dónde venden azúcar barata, porque el otro día se celebró el Día del Teatro Nacional y recordé la frase esa de que “Viva la tierra que produce la caña” y recordé que se me estaba acabando? Hablo, por supuesto, de la prieta, de la blanca ya se me olvidó hasta su color.
¿Sabes también, ya que andamos detrás de los productos de la cuota, dónde conseguir arroz? El otro día “guanajeaba” y se me cayó el móvil dentro de la taza del baño. Según el conocimiento popular, debía colocarlo en arroz para arreglarlo, pero el que tenía en la jaba ya no alcanzaba para sepultarlo bien; entonces, o conseguía el grano o me quedaba sin poder conectarme a Internet y sin nada en donde echar el potaje.
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¿Te costaría indicarme —ahora que hablé de potaje me acordé— dónde hay frijoles, sean negros, colorados, blancos o azules?
¿Conoces alguna fórmula matemática o sortilegio o ritual para que el salario me llegue hasta el día del cobro y no tenga que pedir prestado y en el mes siguiente entregar la mitad de mis ganancias para pagar mis deudas y entonces el dinero me alcance mucho menos, en un ciclo infinito?
¿Puedes presentarme a algún panadero, de los que andan con las cajas grandes en la parrilla de la bicicleta, que acepte transferencias? Es que, en la madrugada, cuando asalto el refrigerador, partío del hambre, tengo que echarle mano al poco de arroz y frijoles que había guardado para el almuerzo.
¿Si eres ducho en las artes alquímicas de la cocina en crisis, podrías ofrecerme alguna receta para hacer el picadillo de manera diferente?
¿Te llevas con alguien de la Empresa Eléctrica? Necesito que me avisen, por lo menos con 30 minutos de antelación, cuándo quitarán la corriente. Mi PC no tiene backup y ya par de veces, cuando intento practicar el teletrabajo, se me apaga la computadora antes de que pueda salvar el documento en que laboro y debo comenzar desde cero.
¿Por ahí, tirada al olvido, no tendrás una bicicleta que me prestes? Por donde veo que van los tiros con el tema del transporte, yo, que siempre he confiado en mis piernas, y que en un momento de apuro se le echa mano a un botero o mototaxista, tendré que instalarme dos ruedas y pedalear vida arriba, vida abajo, en esta ciudad repleta de lomas.