Te decides un sábado cualquiera al almuerzo tantas veces pospuesto con las amigas y antes de llegar al lugar previsto ya has gastado la mitad del efectivo del que dispones. En menos de 20 minutos se ha esfumado casi la cuarta parte de tu salario en apenas unas libras de malanga, ají pimiento y la moto para acercarte al centro de la ciudad. Sin embargo, los sobresaltos del día no acaban, pues en el sitio escogido —vaya sorpresa— no aceptan pagos por transferencias ni cuentan con el código QR requerido.
La situación es real pero no exclusiva. Preguntar sobre las opciones de pago antes de entrar a cualquier establecimiento se ha convertido en un ritual, pues, ante las abrumadoras colas en los cajeros y la congestión de las sucursales bancarias, la posibilidad de acceder a cualquier servicio mediante las pasarelas electrónicas constituye un alivio considerable para los ciudadanos, y un paso más en el proceso de bancarización que desde hace años se impulsa en el país.
Probablemente, como yo, muchos hayan perdido la cuenta de los titulares leídos en los últimos meses sobre su avance en Matanzas. Incluso, declaraciones recientes emitidas por Alberto Quiñones Betancourt, vicepresidente del Banco Central de Cuba (BCC), en el espacio televisivo Mesa Redonda, ubicaba al territorio yumurino entre las provincias a la vanguardia junto a Villa Clara, Holguín y Santiago de Cuba, cuatro meses después de la aprobación de la Resolución 111 del BCC.
No obstante, mucho más se podría lograr si se consiguiera poner freno a la impunidad o desconocimiento que durante tanto tiempo ha rodeado a esta actividad. Basta con recorrer el centro de la ciudad e intentar utilizar cualquiera de estos servicios, para toparse con situaciones similares a la del inicio, escenas que trascienden las fronteras locales y demuestran que el retroceso del 0,3 % con respecto a 2022 en las transacciones bancarizadas en Cuba podría recuperarse mucho más rápido, de no ser por la incidencia de estos factores.
Asimismo, podría aliviarse la compleja situación de la extracción de efectivo, si funcionaran con mayor eficiencia, tal y como se publicitan, las cajas extra en los establecimientos de Comercio dispuestos para ello.
Es cierto que la bancarización se proyecta en lo esencial hacia la búsqueda de una mayor trazabilidad de las operaciones bancarias, privilegiando el componente electrónico; sin embargo, no se eliminan los pagos en efectivo, de los que dependen aún no pocos servicios públicos.
A partir de este 2 de febrero tendremos “oficialmente” el derecho a decidir cómo pagar. La preocupación mayor, no obstante, es que en lo adelante sigamos padeciendo lo que hasta este momento, con quienes se supone que, de acuerdo a lo establecido, deberían aceptar otros métodos de pago electrónicos
Habrá que esperar a esa fecha para comprobar que quienes deben velar por que se cumpla lo legislado lo hagan sin reservas, y que la población se involucre en este proceso; uno que reconocemos esencial no solo para la economía nacional, sino para la transparencia, el orden y la comodidad de los ciudadanos.