¿Qué diría el emperador del cine, Akira Kurosawa, si nos escuchase desentrañar uno de sus grandes aportes a la narrativa? Probablemente, guardarse el secreto de por qué pocos alcanzan su nivel en el uso del efecto Rashomon, una de las técnicas argumentales más influyentes y fascinantes que existen.
Tras un breve paseo por las carteleras matanceras de los 70, cuando nuestra ciudad bullía de cines, intentaremos hacer justicia a uno de los trucos más difíciles de los grandes maestros.