Sin duda alguna Jujutsu Kaisen (JJK) se ha convertido en uno de los animes más famosos de los últimos años. En un momento donde el shonen parece cobrar un protagonismo inmenso, aparece esta serie que toma lo mejor de Bleach y va logrando una identidad propia con el paso del tiempo. Como cualquier otra historia de este género, Jujutsu Kaisen cuenta las vivencias de su protagonista, Itadori Yuji, y su ingreso a la escuela de hechicería de Japón.
Regresa esa tríada protagónica icónica de la animación japonesa compuesta por dos personajes masculinos y uno femenino, en una clara referencia al mítico equipo siete de Naruto. Aunque aquí el mencionado trío se descompone en cierto punto de la trama de forma abrupta y definitiva. Además, está la constante presencia de un alter ego (Ryomen Sukuna) inserto en el cuerpo de nuestro protagonista, otra referencia al manga de Masashi Kishimoto y su zorro de nueve colas, Kurama. La diferencia entre estos entes se concentra en la imposibilidad de llegar a un entendimiento o pacto entre el primero y la anatomía/vasija donde está recluido.
La primera veintena de episodios de JJK se dividió en arcos bastante pequeños que hacían reminiscencia a momentos cliché de cualquier otro anime: un torneo, una misión, una misión con recompensa, etc. Y, huelga decir que tiene el alma de cualquier anime de instituto. Me atrajeron en un primer momento sus personajes fugitivos de un coming of age, que viven en un mundo que toma bastante de Bleach: existe una guerra urbana donde los edificios pueden venirse abajo por fuerzas invisibles e inentendibles. Humanos contra maldiciones: esa es la guerra clandestina que libra el sector (bastante burocrático) de la hechicería japonesa; una guerra fría donde todo vale.
Las maldiciones (otra reminiscencia a los hollow de Bleach) nacen de los sentimientos más oscuros y perversos de los seres humanos. Lo que separa a estos de una masacre sin precedentes en la historia es el hechicero más poderoso: Satoru Gojo. En las sombras, el enemigo teje hilos tan finos que son imposibles de detectar, quieren sellar a cualquier costo al hechicero de los ojos azules. Y el lugar al que se le concede tal protagonismo es nada menos que una de las ciudades más famosas del país del sol naciente: Shibuya.
La nueva temporada (El incidente de Shibuya) se convierte en algo aparte de la primera. Se nota la confianza del autor al momento de colocar geográficamente a los equipos en un campo de batalla donde cualquier cosa puede ocurrir. Y uno se sorprendería por cuán disímiles son los estilos narrativos y de animación con los que se narran las peleas habidas en las calles, estaciones de metro, tiendas y edificios de Shibuya.
Lo que hacía Tite Kubo con su Batalla de Karakura en Bleach, Akutami Gege lo analiza y lo hace suyo, lo único que cambia es la zona donde ocurre el enfrentamiento y se deja llevar por un estilo más físico que el pausado de las zanpakutos y bankais de Kubo. Riñas a las que a veces es difícil seguirle el hilo, rápidas como los luchadores que las protagonizan e igual de devastadoras. Aunque hay momentos que se dejan llevar por la seriedad de un seinen, tal es el interrogatorio de un enemigo a manos del hechicero de Grado 1 Nanami Kento o el clímax de la temporada.
¿Por qué es El incidente de Shibuya uno de los mejores arcos jamás escritos y dibujados?
Acabó con la máxima del género de convertir al héroe en una máquina de guerra llena de power ups. Personajes que mueren en menos de un minuto y otros que luchan por conseguir escalar en la cadena alimenticia del mundo de la hechicería. Por si fuera poco, la narrativa de JJK se construye como un rompecabezas bastante fácil de armar, pero que satisface enormemente a quien lo construye. Una película cuenta los eventos ocurridos en JJK 0 y una serie precuela contó cómo Suturu Geto fue consumido por la depresión y el odio hacia los humanos; ambas historias sirvieron como piezas que armaban un suspenso y una exaltación increíbles. Es por eso que, conociendo las relaciones entre uno y otro personaje, podemos observar (como si se tratara del mismísimo Mahoraga) los lazos entre este y otro caracter.
Vuelve el fascismo a convertirse en un recurso narrativo que mueve las aspiraciones de los antagonistas. Todas las historias son las mismas, lo que cambia es la manera en que se cuentan. Me resulta satisfactorio encontrarme con Mahito destruyendo el castillo de naipes utópico de Itadori Yuji; le dice que si él pensaba que iba a matar demonios como un héroe estaba equivocado: “Esta es una guerra para imponer nuestras correctas y autoproclamadas ideas”. El antagonista principal de la serie revela sus malvados planes en los escombros de lo que antes fue una ciudad, su deseo es traer de vuelta el período en el que los hechiceros peleaban y las gentes no eran más que daños colaterales, la era de oro de la hechicería. Huele a pan ya amasado y digerido, en repetidas ocasiones; pero aun así hay una especie de aro interrogativo en el cráneo cosido de Suturu Geto. Se convierte en un ente que revela información con cada hoja del manga o escena del anime. Una identidad que todos conocen y que temen, una especie de Madara Uchiha con toques religiosos (amén de la ropa que lleva).
Justo el día en que terminó la emisión de la segunda temporada de Jujutsu Kaisen, Mappa, equipo que anima el manga, informó la producción de una tercera que adaptará los hechos ocurridos en El Torneo de las Maldiciones (los fanáticos de Dragon Ball estarán felices); torneo que reúne hechiceros del pasado y del futuro en los vestigios de lo que alguna vez fue Shibuya. Arco que fue, en mi opinión, tan gratificante y emocionante como el anterior, con unas referencias, imposibles de no amar, a El Club de la Pelea, de David Fincher, y a la Gran Cuarta Guerra Ninja, de Naruto Shippuden. (Por Mario César Fiallo Díaz)
Lea también
El Cinematógrafo: Mi cine en 2023
José Alejandro Gómez Morales – Las que enlisto a continuación son hoy, la víspera de acabar 2023, un número reducido de películas que he preferido desde el último enero, las que he encontrado mejores.. LEER MÁS »