Dragon Quest es una de las sagas más respetadas y queridas por el mundo del videojuego. Once entregas muestran la determinación de Square Enix por seguir apostando por un sistema rolero clásico, con todas sus funciones pulidas. Dragon Quest XI es la cumbre de una saga y fórmula que llegó en un momento en el que se estaba dejando de apostar por el rol nipón, y fue este juego junto a otros grandes como Persona 5, Like a Dragon, Shin Megami Tensei o Xenoblade Chronicles que cambiaron las tornas con respecto al género.
Por eso hoy quiero comentar sobre el último DQ, que, aunque no destaque mucho por su historia, pues es bastante convencional, sí lo hace por su sistema de batalla, banda sonora, diseño de niveles, diseño de personajes, libertad rolera y dificultad.
En el mundo de Dragon Quest XI seremos el héroe que destierre la oscuridad de Erdrea, un continente con todo tipo de ecosistemas: zonas desérticas, nevadas, o tropicales. Visitaremos muchísimas ciudades, cada una con su respectiva arquitectura y dialecto, más bien el estereotipo de un dialecto, pero es un detalle nimio que no estropea la experiencia. Habrá todo tipo de misiones secundarias en estas locaciones, muchas de ellas son las típicas de hacer de recadero, algo no muy atractivo para cualquier gamer del siglo XXI. Personalmente solo me inclinaba por aquellas cuya recompensa fuera algún equipo raro o algún esquema para construir arsenal interesante.
En DQ XI seremos capaces de construir a nuestro personaje principal en lo que se refiere a habilidades: el jugador cuenta con un árbol de habilidades inmenso con el que podrá montar estrategias de acuerdo a sus gustos. En una primera partida aposté por la más convencional de todas: un guerrero, un mago, un healer y un ladrón. En un punto de la historia nuestros personajes se separan y tenemos que armar de nuevo nuestro party, fue aquí donde ya, gracias a todas las horas que le había dedicado al juego (unas 25), tenía la experiencia suficiente para cambiar hacia un juego más agresivo, eso sí, recomiendo siempre tener un miembro que sea capaz de subir o bajar estadísticas y por supuesto algún healer.
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Estuve 50 horas machacando enemigos por toda Erdrea, y puedo afirmar que, si había algo que me obligara a seguir jugando, a seguir en ese nirvana gamer imparable de no sentir las horas pasar, era la constante subida de nivel de mis personajes. En cualquier videojuego el grinding puede ser algo tedioso, pero en este basta con abrir el panel de personajes y fijarse en cuántos puntos le faltan a X o Y para subir de nivel. Eso no es todo, los XP se reparten todos por igual entre los miembros del party, lo que resulta en un adictivo grinding y una constante mejora en las estadísticas de nuestro grupo.
Un mayor nivel significa más habilidades para utilizar. Y es ahí donde este juego vuelve a lucirse. Deja atrás todas las ataduras del género y permite desarrollar al jugador con una libertad inmensa a la hora de este decidir cuál estrategia usar. Que eres más de hachas, pues elimina todas las habilidades de espada y usa esos puntos en tu hacha; que eres más de lanzas, pues haz lo mismo con tus habilidades de varitas y convierte a tu lancero en una máquina de matar. Las posibilidades son infinitas.
Ahora, el combate: ¡qué combate! Para alguien que lleva años rompiendo (mentalmente) mandos con unas cuantas partidas de todo lo que hace FromSoftware, tengo que admitir que la aparente simpleza de este Dragon Quest me tomó por sorpresa. Hay que pensar cuando se está jugando a este juego, hay que trazar una estrategia. Es un riesgo inmenso que todos tus personajes ataquen en un mismo turno porque nunca sabes qué puede hacer el enemigo. Uno tiene que estar atento a cualquier instant kill que pueda acabar con algún miembro del equipo o alguna subida o bajada de estadísticas. Llega un punto en la partida donde uno tiene que entrar a los combates y obligadamente subirse al menos la defensa mágica o la física.
Los jefes son de lo mejor del mundillo. Cada uno de ellos tiene un estilo único con el que cualquier fanático de Dragon Ball podrá sentirse presa de la nostalgia, Akira Toriyama vuelve a dar rienda suelta a su pluma y dibuja unos guerreros y magos que brillan por sus llamativos colores y su estilo a lo manga ochentero. Si te gustan los juegos con combates por turno, entonces DQ XI te viene como anillo al dedo, no importa si llegas de Pokémon o algún Final Fantasy, te relacionarás al instante con su oferta de jugabilidad. Pude encontrar ciertos vestigios referenciales a otros videojuegos, uno de ellos es bastante obvio y ocurre a mitad de partida, es un claro homenaje al Final Fantasy VII, y obviamente no podrían faltar menciones a Dragon Quests anteriores. Y es que si juegas la versión más completa del juego podrás pasártelo a la antigua: con los gráficos de la SNES, pero en HD. Además, viene con cierta misión para después de que completes la historia principal, que te hará poner todas tus neuronas a funcionar.
En fin, no hay más que decir de uno de los videojuegos más completos que he podido probar. Solamente queda esperar por esa entrega número 12 que se anunció hace ya un tiempo, y que Square Enix adelantó que contaría con una historia más oscura y algunos cambios. (Por Mario César Fiallo Díaz)