Tanto puertas afuera como adentro, los vecinos de este espacio comparten una seria afectación causada por los influjos de la luna. Fotos: Del autor.
En una porción de la calle Narváez los vecinos viven pendientes de los vaivenes de la luna. Quizá no dominen términos como marea de sizigia, pero sí experimentan en cada fase lunar los azotes del satélite cuando las aguas del San Juan elevan su nivel e interfieren en su cotidianidad.
Hace tres años que Pedro Acosta vive allí. Rememora las veces que debe adentrarse en las calles inundadas para acometer sus gestiones diarias. Con los zapatos en las manos y el agua un poco más arriba de los tobillos, debe desplazarse decenas de metros (m) hasta procurar un espacio seco donde calzarse y continuar el trayecto.
Con resignación enfrenta la difícil circunstancia del agua por todas partes, parafraseando al poeta.
“Todo depende del mes y de las fases de la luna —comenta con cierta resignación—. En ciertas épocas del año sube mucho más. Ahora hay luna llena para menguante, pero antes del lleno ya empieza a ascender. La marea comienza a subir sobre las seis de la mañana, perjudicando a todos en esta zona. Tienes que mojarte los pies o ir allá —señala al malecón que queda a unos 20 m—, trepar el muro y dirigirte hasta el puente de la plaza. Lo peor es que con el tiempo esto acabará con la casa. Yo estoy viejo ya, pero llevo en esta situación poco más de tres años, desde que resido aquí. ¡Aquel señor lo ha sufrido por más de cinco!
Sentado en un quicio, como quien ha visto pasar el tiempo y los tantos vaivenes de las aguas a lo largo de medio siglo, Papito, como nombran los vecinos a Mariano Aldama, contempla el panorama con una especie de crispación que ha aprendido a dominar, al menos por algunos momentos, hasta que comienza a narrar sus vicisitudes y su irritación se acrecienta como el nivel del río.
“Esto es una odisea, y ha sido así durante años. Cuando creíamos que la solución llegaría con las obras de remozamiento en Narváez, el proyecto quedó trunco y nosotros a merced de las mareas”.
Elián Rufín, otro vecino afectado, llegó al barrio con seis años y ya suma 43 de existencia. Asegura que los pandeos mareales, término usado por los especialistas, son constantes en varios momentos del año.
“Cuando la luna está más cerca de la tierra es mayor el nivel de las mareas. Hay días con más elevación, otras fechas donde duran más tiempo. También ocurre en las noches”. Él entiende que, como fenómeno natural, nunca desaparecerá.
“Para eso están los huecos, para que el río entre y salga”, comenta mientras señala las grandes aberturas del malecón, construidos hace casi un siglo para que el agua fluya libremente hacia el río. Sin embargo, enuncia como posible solución la necesidad de elevar el nivel de la calle.
“Esto es agua salobre, una lima sorda, te destruye los rayos de la bicicleta y te los parte como papel. Se lleva hasta los cimientos de las casas y provoca fracturas en las placas”.
Y es, que además del problema visible de las protuberancias mareales que estos vecinos encaran, se enfrentan a otro contratiempo mucho más dramático y sigiloso, porque transcurre puertas adentro.
“Estas construcciones datan de la década del 40 del siglo pasado; con los continuos azotes de las mareas se nos pueden venir abajo. Cuando el agua se retira queda un fanguillo que se introduce en cada palmo de la vivienda”, relata Rufín.
A propósito de los estados constructivos, Mariano también manifiesta su preocupación. “Cuanda baja la marea, vuelven los cangrejos diminutos que crean canales bajo los cimientos y luego asoman en cualquier parte de la casa. Los pisos están huecos y se hunden. Si miras arriba, igual verás las grietas”.
No obstante, cuando Pedro Acosta emite su criterio, asegura que lo que más le quita el sueño es la profusión de ratas que huyen de la elevación del nivel de las aguas. En una noche de marea viva, asegura, capturó más de nueve roedores.
“Y eso que resido en una segunda planta, pero suben las paredes para evitar mojarse. Puse una ratonera y sonaba constantemente. Nada más recostarme en la cama sentía el ‘racatá’. Coloqué una tabla en la planta baja, y entonces suben por el balcón. Prefiero no hablarte de las cucarachas que se te posan….”, remata con sentido pesar.
Mariano, atento a cada frase por si los otros olvidan algún detalle, sostiene que en ese barrio, donde abundan tantos problemas, han escaseado las explicaciones.
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Los perjudicados comparten la opinión de que subir el nivel de la vía y dragar esa porción del San Juan lograría, al menos, minimizar los embates del río durante las mareas.
Asimismo, reconocen que una parte de las afectaciones se debe a las indisciplinas de varios pobladores.
“Los tragantes aquí están rotos, antes había unos tubos y el agua aliviaba, pero llevan años tirando basura para el río y esos conductos están tupidos. Vivo fajado noche y día para que no echen basura ahí, pero nadie respeta nada,” expresa Mariano.
Los habitantes de la margen norte del San Juan nos informan que la situación se ha discutido en los principales espacios de participación ciudadana, a donde asisten los electores. Al menos así asegura Yunier Calzadilla Millares, delegado del Poder Popular de la circunscripción # 13 de Matanzas Este, a la que pertenece esta área de la ciudad.
El funcionario refiere que la rehabilitación de la calle Narváez durante las faenas constructivas del Aniversario 325 de la ciudad llegó hasta la calle Santa Teresa. Esta otra parte, aún sin beneficiar, integrará una segunda etapa como obra en continuidad, que abarcará hasta el puente de San Luis.
“Existe una situación muy crítica: todos los drenajes próximos al río están obstruidos por materia sólida. Como delegado he comunicado a los electores las respuestas de los organismos implicados en la solución”.
Calzadilla Millares explica que operarios de la empresa de Acueducto y Alcantarillado intervinieron en la zona, pero el pésimo estado del sistema de drenaje entorpeció las labores.
“Hemos convocado trabajos voluntarios para retirar parte de los residuos acumulados en las orillas, pero sabemos que no es la solución definitiva. Lo ideal consistiría en dragar el río y contar con equipos pesados para la retirada de escombros acumulados en las orillas. Si se continúa el trabajo realizado en la inicial parte de Narváez, cuando eleven el nivel de la carretera, aceras y contenes, pudieran aminorarse un tanto los daños ante cada subida”.
Aunque reconoce que no es un especialista en soluciones ingenieras, intuye que con los años el caudal del río se ha visto afectado por el sedimento que la corriente arrastra.
“Quizás al retirar residuos del fondo soporte más agua y el nivel de las inundaciones retroceda un tanto. Antes el fenómeno ocurría, pero la frecuencia ha ido aumentando cada vez más. El problema se ha agudizado”.
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Tal vez no exista en las cercanías del tiempo una solución que haga más llevadera la existencia al área de mayor densidad poblacional de Narváez. Por más alternativas que surjan, la luna continuará ejerciendo su fuerza gravitacional sobre los océanos e influyendo en las mareas, produciendo esos cambios periódicos en el nivel del agua que tanto malestar crean a los vecinos de esta parte de la ciudad yumurina.
Las mareas de sizigia y sus procesos cíclicos figuran entre los fenómenos más extremos y milenarios con los que el hombre ha aprendido a vivir desde que tiene noción del mundo. Así como el sol, la luna y la tierra se alinean para crearlas, los afectados esperan que las instituciones implicadas se pongan de acuerdo para ayudarles con prontitud y determinación.
Sobre las acciones constructivas que beneficiaron una parte de la arteria, Leonel Pérez Orozco, conservador de la Ciudad de Matanzas, asegura que las mismas se extenderán hasta el puente de San Luis.
“Se trata de un proyecto de puente a puente. Nos enfrentamos a la problemática de que a partir de la calle Ayuntamiento el río es más alto que la estructura de la calle, —declara—. Cada vez que suba la marea, regresarán las inundaciones. En 1922 se hizo un arreglo hidrológico, se cimentó y rellenó la vía, y se construyó el malecón. No obstante, pese a esa estructura y arreglos posteriores, cada vez que ha subido la marea el río ocupa los mismos espacios, porque ese es el plano de inundación físico del San Juan”.
Además, explica el conservador que en esa área existe una gran pendiente que desemboca abruptamente en una zona baja, donde también escurre un torrente tras las lluvias; por ello, hace más de un siglo se crearon las aberturas en la referida zona del malecón.
“Debemos reparar los drenajes del lugar, quizá levantar la acera y construir un poco mejor. Pero el peligro de las inundaciones por mareas seguirá presente”.
Pérez Orozco señala que en el río se acumulan los sedimentos de manera natural, pero también coincide con que en buena medida la situación obedece a las indisciplinas sociales que agreden el cauce.
Sobre la problemática que enfrenta los vecinos asegura que, si acometieran acciones de dragado, se corrigiera el nivel de las aceras varios centímetros y destupieran drenajes, muy bien se podría solucionar gran parte del problema.
Sin embargo, Javier Romero Perera, director técnico en la Delegación Provincial de Recursos Hidráulicos, no considera viable el dragado del río. Como experto, no cree factible esa alternativa, ya que los puentes impedirían el paso de un equipo de estas características. Alega además que, si existiera ese tipo de acumulación de sedimentos, las embarcaciones no pudieran navegar.
El especialista afirma que otras acciones, como la colocación de adoquines y la elevación de la calle, sí consiguieron disminuir la penetración del río en la parte remozada del paseo peatonal.
A diferencia de otros entrevistados, Romero Perera no ve con tan malos ojos la obstrucción de los sistemas de drenaje, ya que ha impedido la contaminación del San Juan, pues en esa área la mayoría de las fosas y residuales vierten a las márgenes del río.
“Esta zona es muy baja, una especie de cazuela que siempre experimentó inundaciones. Un proyecto futuro comprende crear un nuevo drenaje para el escurrimiento de la ciudad. Se trata de un proceso inversionista previsto para largo plazo.
“Además, hemos realizado estudios y manejado soluciones, como la creación de un sistema de alcantarillado y drenaje pluvial, que minimicen los efectos y acorten los períodos de acumulación de agua”.
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Durante la confección de este reportaje fueron escasas las fuentes consultadas que mencionaron los efectos reales del cambio climático y, por consiguiente, la subida del nivel del mar.
Solo Oscar García Martínez, delegado del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente en Matanzas, llamó la atención sobre este fenómeno que ya se hace sentir en las costas matanceras.
Refiere el especialista que, en algunas zonas del litoral norte de la provincia, mediciones del nivel medio del mar han demostrado un incremento de 28 centímetros, partiendo del cero geodésico de Cuba, que se estableciera a principios de los 60.
Este proceso, destaca, debe producirse en toda la costa norte del territorio, lo cual, unido a las mareas que afectan las márgenes habitables del San Juan, provocaría que la penetración fuera mucho mayor que las que hoy afectan a esos habitantes. Sobre todo si se toma en cuenta que esa área forma parte del plano de inundación del río.
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“La zona de Narváez es muy baja. Desde su urbanización, hace más de un siglo, era proclive a inundaciones. A ello sumemos la actividad aledaña del hombre, que ha erosionado los suelos. Los sedimentos se acumulan en esa desembocadura porque precisamente allí el río pierde energía cinética, siendo la corriente mucho más lenta. Tales factores, unidos al proceso de elevación del nivel medio del mar, acentuarán el problema que sufren esas familias”.
García Martínez menciona apela a posibles soluciones ingenieras, así como a la adaptación al cambio climático.
“Se pueden elevar las casas, se hace necesario buscar soluciones de adaptación como, por ejemplo, la construcción de malecones y el control del drenaje, incluso se podría dragar la desembocadura del río para que aliviara.
“Conocemos que muchos están muy arraigados al lugar donde viven, pero dentro de las alternativas, así como elevar los niveles de las viviendas, también se contempla abandonar las áreas vulnerables”.
Siendo esta una de las tantas políticas trazadas en la Tarea Vida, que es el Plan de Estado para el enfrentamiento al cambio climático, aprobada por el Consejo de Ministros el 25 de abril de 2017, dichas estrategias están dirigidas a contrarrestar las afectaciones en las zonas vulnerables, y también persiguen educar a los habitantes sobre cómo convivir con las constantes transformaciones que la naturaleza experimenta debido al impacto de ese fenómeno mundial.
Por lo pronto, decenas de familias aguardan por una respuesta concreta, soluciones certeras y por la educación ambiental e información sobre calentamiento global necesarias.
Mientras que el Estado valora las acciones a tomar a mediano plazo, acordes con la realidad económica del país, destupir drenajes y sobre todo dialogar con los afectados, sería un paso de gran significación para esas familias.
Sin pretenderlo, los ciudadanos se han convertido en rehenes de la luna y sus influjos. Pese a ello, la solución ha de ocurrir en el plano terrenal, donde la voluntad humana, cuando se desata, logra empeños tan elevados como los de la propia naturaleza, esos que divisan desde sus hogares inundados los vecinos de Narváez.