¿Dónde están esos que se me dispersan como lluvia en el vendaval?

¿Dónde están esos que se me dispersan como lluvia en el vendaval?

¿Dónde está ese que se sentaba todos los días en la misma mesa del café que yo frecuentaba? Nunca cruzamos dos palabras, pero sabíamos que él iba a estar ahí en su silla y yo en la mía. Nos ofrecíamos mutuamente la certeza de que nada cambiaría; al igual que el vacío en el estómago cuando el avión despega, ese que te dicen que si chupas caramelos se te pasa, pero es mentira: jamás se va del todo.

Sin embargo, hoy regresé y él no se encontraba en el mismo lugar. Nunca intercambiamos saludos, ni siquiera de esos vagos que uno realiza con desgano y por cortesía al agitar un poco la mano; pero igual siento como si hubieran arrancado un pedazo de ciudad.

¿Dónde está el viejo conocido que cuando comprabas una botella siempre aparecía como si oliera el alcohol a la distancia? El resto del tiempo no sabías por dónde andaba. Él era un espíritu de la nocturnidad; durante el día, sencillamente, se esfumaba. Solo cuando le echabas a los santos, lo convocabas y por ello en un punto pensaste que él era una señal de buena fortuna, como si Dionisio enviara un inspector. Hace unos meses las gotas de Havana Club tocaron el suelo y él aún no ha aparecido.

¿Dónde está el señor mayor que se acomodaba en el quicio de su casa al doblar de la esquina de la mía, y que cada vez que le caminabas por delante te perseguía con la mirada? Él nunca te preguntó la hora ni dónde habías conseguido ese paquete de perros calientes que llevabas en la jaba de nailon ni a qué precio, como veinte personas antes. Tampoco lo viste jamás con una bandeja donde ofertara cola loca, suelas de zapatos, alambres y cigarros de bodega para vender.

Te percatas de que no solo te observaba a ti, sino a todos los transeúntes y por tanto lo asumiste como parte del paisaje urbano, como unos ojos de grafitis violetas pintados en la pared. En el barrio comentan que toda su familia estaba afuera y que él iba a ser el próximo, pero igual al regresar al hogar piensas que no resulta el mismo trayecto de siempre.

¿Dónde está la amiga que te llamaba una vez al año para ponerse al día? Ella nunca esperaba tu timbre, como tú tampoco el suyo; pero cuando llegaba buscabas un pedacito de tiempo de cualquier parte, porque no sabías cuándo tu cronograma y el suyo se ajustarían de nuevo. En el WhatsApp de ambos solo se apilaban un montón de memes, enviados por ella o por ti, y debajo emojis que rodaban de risa; lo que expresamente se necesitara hablar era delante de un expreso.  

Entonces se sentaban en un café, el mismo donde a dos mesas de distancia estaría el muchacho ciudad, y concebían que ponerse al día no iba más allá de contarse que todo seguía igual: el transporte jíbaro, la necesidad de pedir 15 días de vacaciones para despejar un poco y la familia ahí en lo mismo. Aún llegan los memes, aún los emojis ruedan de risa, pero yo aún me pregunto dónde estará ella, porque nunca más nos hemos puesto al día.

¿Dónde está la madre de mi compañero de escuela que cada vez que se tropezaba conmigo en la calle me comentaba lo mismo, que se acordaba de nosotros dos como si fuera ahora, con los pantaloncitos rojos de primaria, y lo gordito que estaba yo y él era una vara de tumbar gatos? Su hijo se fue —quizá la acepción más fuerte del verbo ir se halle entre las cuatro costas de esta casa Isla— cuando nos tocaba entrar en el pre, y durante años me la topé a ella con su andar leve y taciturno como si flotara por encima de los adoquines.

No tengo que preguntarle a mi madre, que todo lo encuentra, desde el mando del televisor hasta mis esperanzas quebradas, dónde está la señora, yo lo sé. Creo que, aunque extrañaré sus palabras de siempre, me alegra que por fin se haya reunido con mi amigo y espero que a cada rato le recuerde cuando yo era un gordito en pantaloncitos rojos y él, una vara de tumbar gatos.

¿Dónde está el motorista que contactaba cuando la madrugada me sorprendía lejos de casa y ahora su número me da fuera de servicio? ¿Dónde está la niña que jugaba con los varones del barrio y le pegaba más fuerte que ninguno de ellos al pomito de pastillas que usaban como pelota? ¿Dónde está la profesora que me enseñó que todos los múltiplos de cinco terminan en cinco o cero?

En realidad, no importa dónde estén, mientras hayan encontrado lo más parecido a la felicidad, que a veces no resulta tan simple como pensar que la Luna es un queso Gouda o la carne, jamón Serrano; sino sentirse menos solos o saber que, aunque difícil el camino, si se avanza, se llegará a algún sitio.

Mucha suerte para aquellos que, como lluvia en el vendaval, andan dispersos por ahí. Sepan que a veces, aunque no lo crean así, alguien, no necesariamente un amigo o un familiar, les guarda un pensamiento y una letra, como esta crónica.

Recomendado para usted

4 Comments

  1. Buenos días, tardes o noches según corresponda para aquellos que lean mis humildes palabras, yo también me voy y dentro de unos días, no sólo yo, también mis hijos, mi hermana junto a su esposo y mi sobrina, es una gran pena que nos embarga a todos por igual y nos parte el corazón, hace 3 o 4 años nuestra salida era impensable no porque no pudiéramos puedes no queríamos otro país para vivir que no fuera en este, mi isla querida la de mi Fidel y mi revolución la de mis muertos y mis raíces, pero todo se ha complicado, hay mucha necesidad y lo poquito que hay o se lo roban o está a un precio que no podemos, y que pasa hay que asegurarle un futuro a nuestros hijos y aunque en la ausencia darle una mejor economía a nuestros humildes y ya ancianos padres, no nos vamos por ser contrarrevolucionarios pues todos somos fieles a nuestras convicciones y donde estemos vamos a seguir con ellas hasta el final de nuestros actos, si nos vamos y ojalá algún día regresemos y ayudemos a este gran país que a pesar de todos los problemas es el nuestro el de nuestros ancestros y nuestros descendientes, que viva Cuba nuestra patria querida.

  2. Todos saben dónde están y las causas que los obligaron a no estar… Deberían hacer un artículo de el porqué se hacen muchos esos espacios vacíos en estos tiempos

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *