Nostalgias de un mochilero: La Angelina

La Angelina es un apartado y tranquilo pueblecito del municipio de Martí. Para llegar hasta él, debes desviarte de la carretera que comunica el poblado de Máximo Gómez con Cárdenas, por una vía perpendicular que nace justo frente a una bodega que se nombra el Tíbiri.

Cada año, durante varias semanas, el poblado se agita al comenzar la cosecha de boniato. Porque La Angelina debe parte de su fama a sus grandes producciones boniateras, que aseguran algunos que no tienen parangón en el resto de la isla.

Cualquier foráneo que se llegue al lugar dudará de semejante idea, al constatar unos suelos blancuzcos y arenosos, carentes de sistemas de riego. Y es ahí precisamente donde radica parte del misticismo de este sitio.

A los suelos de esta región agrícola se les llama angelinos, por el nombre del lugar, y la característica de sus altas producciones en secano. En las noches, el agua sube por capilaridad, como el combustible en la mecha de una lámpara. Durante el día, mantienen el frescor y la humedad, sin importar la época del año.

Con esa tonalidad y los bajos contenidos de materia orgánica, pueden producir grandes cantidades de alimento, si se les aplica fertilizantes eficientemente y con mesura.

Sus características especiales, como que se llega a alcanzar hasta rendimientos de 34 toneladas por hectáreas, les valieron un reconocimiento en los libros de agronomía, donde se describen las riquezas y potencialidades de los suelos angelinos.

Cierta vez, de visita en aquellos parajes, un veterano me aseguró  en pleno surco que eran buenísimos para trabajar: “Es como una arena, no necesitamos turbina para el riego, por mucha seca que haya siempre hay humedad. Posiblemente esta sea la mejor tierra de Matanzas”.

En el centro del pueblo hay una arboleda de robles, que los lugareños nombran El Roblar. Un poco más allá queda el Canal de Roque, donde el agua corre profusamente y los lugareños se refrescan. 

No encontrarás en los rostros de sus habitantes algún signo de petulancia, pero seguramente  sí se enorgullecen de vivir en un lugar que trasciende las fronteras de la provincia por la fama de las producciones agrícolas que allí se obtiene.

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Sobre el autor: Arnaldo Mirabal Hernández

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