A inicios de abril de 1964, un singular cartel colocado en la cafetería sita en la calle San Rafael, esquina a San Vicente, en la yumurina barriada de Pueblo Nuevo, anunciaba “sin distinción de personas”, es decir para todos por igual, que el que comprara algún pomito de café para llevar, tenía que adquirir cigarros o tabaco.
Sobre el desconcertante caso, José García, vecino de la Calzada del Naranjal, escribía al diario Girón, quejándose de haber sufrido en carne propia, la noche del día 7, las consecuencias del cartelito. Aclaraba además en su misiva que, para colmo, al degustar la infusión no era otra cosa que “agua caliente con azúcar”. Por supuesto, José, para poder adquirir su supuesto café, tuvo que comprar un tabaquito.
Esta molesta situación no sería privativa del amante del café, pues durante muchos años para acceder a un tubo de desodorante, en las tiendas matanceras, había que aceptar los artículos con que venía convoyado, los necesitáramos o no. ( Ilustración: Carlos Junior Hoyos)
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