Según Luis Cordero Peguero, la cultura es transformación, sin perder de vista la necesaria reverencia a las raíces identitarias. “Tiene el poder de dar vida”, afirma con un convencimiento similar al de Arquímides cuando develó cómo “mover el mundo”.
Si hiciéramos una analogía, para este apasionado escritor, investigador y promotor, el arte es el punto de apoyo, la vía para trascender, para que las prácticas culturales autóctonas se abran paso con una belleza aleccionadora.
Nadie en Máximo Gómez, Consejo Popular del municipio de Perico, desconoce a Cordero. Su apellido apacible contrasta con el espíritu inquieto de un pueblerino que ha transformado su morada en una especie de santuario, donde han encontrado resguardo disímiles poetas de Cuba, y donde se puede admirar la historia de una comunidad en la que el punto cubano se arraigó.
Junto a su esposa Yolanda vive la cotidianidad custodiando recuerdos, fragmentos de periódicos que rememoran canturías, fotos y reconocimientos enmarcados cuidadosamente en la sala, donde ocupa un sitio privilegiado el Premio Nacional de Cultura Comunitaria 2022 en la categoría de Personalidad.
“Cuando recibí este reconocimiento y estreché las manos de nuestro presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, mi primer pensamiento fue para mi pueblo, la cuna de Dora Alonso; el sitio donde el movimiento de Hogares Cucalambé, impulsado por la Casa Naborí, floreció con más fuerza, al punto de ser nombrada la primera Villa Cucalambeana del país.
“Pensé en los poetas Severiano Moreno y Armando Adrián, Miguel Morejón Gómez, Rubén Beltrán Mesa y Pedro Martínez Paz, y en tantos otros nombres de coterráneos que han amado la improvisación poética, el ritmo del tres y el laúd”.
CREER EN LA IDENTIDAD
“Desde muy joven me fui hacia la escuela de instructores. Me dediqué por completo a la cultura y a la Patria, aunque para mí son sinónimos. Incluso estando lejos, cumpliendo misión internacionalista en Angola, me mantuve cerca de la poesía.
“Mientras me quede lucidez seguiré salvaguardando la décima, apostando porque las nuevas generaciones sepan que la espinela puede insertarse en una boda, una serenata, una fiesta de 15; porque no basta con la tablilla que distingue a los Hogares Cucalambé, lo esencial es ser fieles a la defensa de la tradición”.
Cordero se emociona al hablar. A sus más de 80 años ningún padecimiento puede doblegar su voluntad. Siempre está dispuesto a colocarse la guayabera y el sombrero donde lleva estampado el nombre de su país, y se le ve caminar por las calles como una suerte de Quijote, sin más lanza que la pasión por sus raíces.
No obstante, hablar de su trayectoria es viajar a los orígenes de la actual Casa de Cultura Guanajayabo, antes Club Fénix, creada hace más de un siglo gracias a la contribución de manos negras y mulatas.
A dirigir dicha institución dedicó Cordero 24 años. Una época de oro donde cobró auge el danzón, la narración oral, los debates literarios.
Todo ello le permitió a dicho centro obtener la condición de vanguardia provincial durante 14 años consecutivos y resultar uno de los mejores a nivel nacional por otros siete.
“Agradezco infinitamente el apoyo de los amigos que trabajaron junto a mí. La Casa de Cultura en una comunidad debe revolucionar todo; es preciso aprovechar las potencialidades, respaldar la labor del movimiento de artistas aficionados, investigar y, sobre todo, ponerle el alma a la promoción de cada actividad.
Casa de Cultura Guanajayabo. Foto: Raúl Navarro Fuentes
“El ciclón Michel fue devastador para este inmueble, por eso verlo renacer gracias al apoyo de las autoridades y al esfuerzo de Nerkis Sánchez Silva, directora de Cultura en el municipio, es una de las alegrías más grandes que pudimos recibir. Hoy esta casa es un verdadero palacio al que se le respetó su arquitectura, para que siga siendo testigo de la historia”.
UN PREMIO QUE ES DE TODOS
Cuando llegó la noticia de que Cordero había obtenido el Premio Nacional de Cultura Comunitaria, las llamadas de felicitación no cesaron. En ese instante quizá muchos recordaron su hospitalidad, sus deseos de impulsar documentales que testimonien las tradiciones del pueblo, o sus discusiones apasionadas cuando ha faltado el apoyo para la realización de una fiesta campesina.
Incluso más allá de la Isla llegaron las palabras de Óscar Garay Flores (mexicano-cubano, hijo del famoso pitcher Tin Garay, natural de Máximo Gómez), quien siguió a través de las redes el reconocimiento a este guajiro noble que persiste en sus sueños.
hijo del famoso pitcher Tin Garay, natural de Máximo Gómez).
Entonces, de inmediato la décima de Cordero no se hizo esperar: “En mi Hogar Cucalambé / aquí en la Primera Villa, / con mi décima sencilla / al Mundo saludaré. / Lleno de entusiasmo y fe / y espíritu ciudadano / como criollo cubano / de los guapos que aquí hay, / un abrazo a los Garay / mando al suelo mexicano”.
Cuando uno lee la esencia del lauro que le fue conferido, llama la atención que se otorga con el propósito de premiar el trabajo sociocultural, la contribución al desarrollo humano y la transformación de la calidad de vida de personas, grupos y comunidades.
¡Cuánta lucidez tuvieron quienes pusieron este reconocimiento en las manos de un hombre que no vive para sí, sino que se ha consagrado a ser una especie de amuleto, de ángel guardián de la memoria popular, para que el polvo del olvido nunca se esparza en las calles de Máximo Gómez, y la décima, Viajera Peninsular, siga siendo un patrimonio de muchas familias.
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