La flauta comenzó a sonar. Tal parece que no ha pasado el tiempo. La maestra Zelaida Menéndez dirige a sus muchachas del Coro Selectivo del Centro Coral de Matanzas como si todavía fueran las niñas de hace cuarenta años.
Pero no lo son, aunque el canto se escucha afinado y todas recuerdan cada gesto de Maricusa, como le llaman cariñosamente. Ahora son doctoras, ingenieras, amas de casa y casi ninguna siguió el camino de la música.
Zelaida contuvo por un momento las lágrimas para que todo quedara perfecto. La presentación tuvo que ser en la cera del frente porque la sede del Centro Coral ahora no es más que escombros. Ella prefirió quedarse alejada, como si estuviera ajena a todo.
«No quise entrar, quiero quedarme con el recuerdo intacto, cerrar mis ojos e imaginar que cuando cruce esa puerta el piano seguirá justo en Medio del salón que quedaba a mi izquierda, y que allá, en la última aula del pasillo, me esperan mis niños para el ensayo. Quiero eternizar en mis oídos la algarabía de todos los infantes matanceros que, con o sin vocación para la música, encontraron en nuestro centro una familia, un lugar donde cultivar tanto la voz como el alma».
Los aplausos detuvieron a los que transitaban por Calle Medio entre Santa Teresa y Zaragoza. La maestra se inclinó ante el público y ya no pudo contener el llanto. Las muchachas del Coro quisieron homenajear a Maricusa y sensibilizar a las autoridades para que el centro se reconstruya y retome sus funciones, como forjador de valores humanos y culturales.
El Centro Coral de Matanzas fue inaugurado en el año 1981. El inmueble pertenecía a las señoritas Condór quienes tenían allí un conservatorio privado. Tras fallecer las hermanas, la propiedad fue donada al Ministerio de Cultura, para qué la música y la cultura continuara habitando en ella.
En la actividad estaban los también fundadores Rosaida Pita y José Antonio Méndez Valencia, director del Coro de Cámara de Matanzas.
El maestro Méndez al ver tanta historia destruida, a la intemperie y con la hierba hasta mitad de las paredes, se sobrepuso a la tristeza y entró al local con sus muchachos. Sus manos iniciaron un encuentro entre la música y la nostalgia.
«Creamos un sitio en donde todos los niños de la comunidad interesados por el mundo musical tenían las puertas abiertas. Era una iniciativa nuestra, luego se replicó en todos los municipios y más tarde en las provincias y ahora sólo queda la fachada. Volver aquí duele», expresó Méndez Valencia.
Además de participar y obtener resultados a nivel nacional en concursos y festivales de la canción infantil, la maestra Maricusa atesora entre sus creaciones un disco con el Coro Selectivo titulado»Las gaviotas y el mar».
El homenaje culminó con la entrega de un reconocimiento a nombre de los integrantes del Coro Selectivo del Centro Coral de Matanzas, y un emotivo intercambio entre personas vinculadas a Maricusa como Rubén Darío Salazar y Zenén Calero Medina.
También presenció la actividad Leonel Pérez Orozco, Conservador de la Ciudad de Matanzas quién aseguró que la restauración del inmueble sería incluido en los objetivos de la Oficina.
El encuentro transcurrió entre anécdotas y abrazos, al concluir, la maestra Celaida aseguró que el homenaje la tenía tremendamente conmovida. «Escuchar a mi coro, tantos años después, me hizo viajar en el tiempo. Ahora estoy tremendamente convencida que aquellos niños que formé en el pasado viven aún en cada uno de estos adultos que hoy tengo en frente. Ahora entiendo que el Coro Coral siempre fue una cuestión afectiva más que musical».
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