Del otro lado del mundo: Flores de medio otoño, nostalgia invernal y remembranza cubana

El festival de Medio Otoño tuvo lugar por estos días en China, y es una celebración tradicional que agrupa a la familia el decimoquinto día del octavo mes del calendario lunar chino.

He hecho mis propios pasteles de luna, regresé al gimnasio, encontré al fin un sabor de té que me encanta y lo confieso: no puedo resistirme a los colores de la tarde en Beijing.

Días de poco sueño, de desvelos intermitentes y de fotografiar sin restricciones el amanecer. Poco a poco voy descubriendo que me vuelvo una acumuladora de periódicos que leo a medias por el inglés; de notar que guardo demasiadas rosas y hojas secas para separar los libros; de caminar despacio y en silencio disfrutando el clima semiotoñal de la capital china. De llorar a ratos de añoranza, y otros tantos de intensa alegría o profunda emoción.

Otra semana de acumular historias, de aprender, de intercambiar, de tirar por la borda montones de expectativas y construir otras tantas, de entender que aquí lo común no es para nada frecuente u ordinario, que los chinos no creen en Dios y que la armonía transversaliza absolutamente todo en este lado del mundo.

La festividad incluye rituales y tradiciones, entre ellas la degustación de los pasteles de luna, un postre típico que acompaña esta fecha.

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Beijing lleva una semana floreciendo, paradójicamente, en medio del otoño. Y no, no se trata de un hecho insólito ni de fenómeno natural alguno, sino de una de las características que distinguen la Fiesta de Medio Otoño, una de las celebraciones tradicionales más importantes del año. Las flores acaparan lugar en las calles, restaurantes y avenidas más concurridas, ya sea en arreglos comunes, aunque especialmente llamativos, o en formas de gigantescas figuras a lo largo de la capital.

Las decoraciones florales también se integran a esta festividad.

La festividad, también conocida como Fiesta de la Luna, se celebra cada año el decimoquinto día del octavo mes del calendario lunar chino y coincide con la luna llena, por lo general en septiembre o principios de octubre del calendario gregoriano. 

Se trata de una celebración de origen chino, aunque también tiene lugar en Corea y Japón. Es considerada la segunda fiesta tradicional más importante del año, después del Año Nuevo Lunar, y durante esa noche las familias suelen reunirse para contemplar la luna.

Pero también la ciudad, sus parques, avenidas y sitios de recreo se preparan para la ocasión y además de las flores, los lazos tradicionales, las ferias de artesanías y los faroles con divertidas figuras añaden un sello especial al entorno de establecimientos y centros comerciales. Por otro lado, junto a la costumbre de venerar a la luna,  pedir bendiciones, observar las mareas, degustar vinos y compartir este día con la familia y los amigos forman parte de esta tradición.

Pero especialmente disfrutar del exquisito pastel de la luna resulta uno de los momentos inalterables. Se trata de un postre típico elaborado a base de harina y relleno con diferentes sabores que no pueden faltar cuando se habla del Festival de Medio Otoño. 

Este tiene lugar próximo a los festejos por la Fiesta Nacional que conmemora la fundación de la República Popular China el 1 de octubre de 1949. Estas festividades se extienden durante 12 días establecidos como feriado nacional, en los cuales cesan muchas de las actividades y las familias suelen reunirse en sus provincias de origen, por lo cual se considera estas jornadas como la temporada alta de viajes que en esta ocasión registró un récord de más de 20 mil pasajeros en un día.

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Me gusta caminar Beijing a 17 grados y sentir el frío colándose en mi ropa de verano, aunque también me ponen un poco melancólicas las tardes invernales. Una semana de aprender de religiones en China, donde contrario a lo que muchos suponemos en Occidente, la mayor parte de su población es atea. 

La embajada cubana en China celebró el pasado 28 de septiembre los 63 años del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambas naciones.

Días de agradables reencuentros con la comida cubana, de diálogos con colegas y mojitos compartidos. Una jornada mucho más cerca de Cuba en medio de las celebraciones por los 63 años del establecimiento de relaciones diplomáticas con China, donde además de reforzar la voluntad de amplia cooperación y señalar la larga historia de afectos que nos unen como naciones, el baile y la música cubana sirvieron de puentes para viajar, por escasos minutos, los más de 13 mil kilómetros que nos separan.

Una tarde de fotos junto a la bandera, un pin China-Cuba, risas y anécdotas junto a otros cubanos a los que les cuesta adaptarse al idioma, colegas con inquietudes similares, que disertan media hora sobre periodismo y luego te recomiendan dónde comprar un buen café.

 Atardecer en Beijing.

Otra semana también junto a la familia latina, el ancla imprescindible en esta ciudad, en este lado del mundo. Comprender, una vez más, la magnitud de estar aquí y descubrir por nosotros mismos una nación tan distante y tan cercana a la vez, quizá no geográfica pero sí culturalmente. La certeza de que nos tenemos como refugio y de que construimos lazos más allá de este momento que ahora mismo nos deslumbra. 

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Sobre el autor: Lisandra Pérez Coto

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