El mundo más allá de la propia nariz

En estos tiempos, en pleno siglo XXI, se pensaría que la civilización venció a la barbarie y que el hombre es la versión más libre de sí mismo. Sin embargo, tristemente, no resulta así. Aún quedan muchas luchas pendientes: para ponerle coto al poder destructor de la especie humana que con un manotazo puede derribar un bosque, para que cada quien pueda amar sin importar las formas o los colores de ese querer, para que sobre el propio cuerpo puedas decidir tú y no los otros. En fin, todavía queda mucho que bregar para alcanzar la emancipación, hacer añicos los yugos de hierro y los grilletes mentales, y legar un futuro a nuestros hijos mejor que el presente. 

Cada causa, mientras sea justa, merece el sudor y el grito necesario para generar un cambio. Hablo, por ejemplo, desde la defensa de los derechos de la comunidad LGTBIQ+ o contra el racismo o cualquier otra forma de discriminación. Me refiero, además, a los ecologistas, a los feministas y cualquier otro que busque sanar las heridas de una sociedad global que a través del tiempo ha construido muchos diques y ensanchado los márgenes que hay entre tú y yo, en vez de achicarlos. 

No obstante, creo que en muchas ocasiones, cuando uno se dedica en demasía a una de ellas, se pierde la visión integral de los fenómenos. Es decir, cada cual posee su agenda, según sus intereses o cuál de estas contiendas lo afecte más directamente, dada su realidad inmediata.

Si ello sucede, perdemos de vista el panorama general. Cada cual se resguarda en su trinchera y comienza a halar hacia sí, en vez de intentar comprender que no son disímiles luchas, sino una misma guerra en campos de batalla diferentes. Entonces, se pueden ganar pequeñas escaramuzas, pero la victoria solo llegará cuando en todos los frentes se alcance la emancipación humana. 

Hace poco el periódico Girón publicó una noticia acerca de la captura de un tiburón en las aguas cercanas a la ciudad de Matanzas. En el post, pronto muchos comenzaron a criticar el hecho por las connotaciones al ecosistema marino y por los daños a la especie, popularmente conocida como cañabota. Y claro está, la preocupación genuina se agradece. 

Sin embargo, la captura del escualo —ya muerto— tampoco podía servir, a mi juicio, para dar pie a la crítica acérrima a los pescadores y a sus costumbres. Al final, para ellos esa es su forma de ganarse la vida en el día a día, con los aparejos artesanales que poseen y con las dificultades propias de ese oficio, arriesgado y trabajoso. Constituye una mala praxis de la empatía hacia otro ser humano y sus condiciones de subsistencia que muchas veces se desconocen. Hay que sentarse con ellos, escuchar sus relatos de mares bravíos y noches y cordeles en tensión, para conocerlos con mayor profundidad. Sus historias no las encontramos en Wikipedia. 

Existe una palabra un poco extravagante, pero que funciona muy bien en este caso: holísticamente. Significa la comprensión de un fenómeno no como una parte o pieza, sino como un todo; buscar las diferentes aristas y enfoques de una situación y no quedarse solo con lo que se nota a priori, o con la manera que este nos afecta. Es decir, desarrollar una comprensión que sobrepase los límites del propio egoísmo o del yo como ser social, con mis preocupaciones y mis trabas.

Llama sobremanera la atención que en el mismo medio se han publicado no pocos trabajos sobre temas de igual o incluso mayor sensibilidad, donde se abordan conflictos que perjudican directamente a personas vulnerables de nuestra sociedad. Entre estos podremos encontrar, por ejemplo, los efectos del reordenamiento económico en la vida de jubilados y pensionados, la escasez de algunos tipos de sangre que obstaculiza la realización de operaciones impostergables, o la ausencia de medicamentos para algunas enfermedades graves. En estos casos brillaron por su ausencia gran parte de los que luego escandalizaron con la captura del tiburón. Tal vez hasta los consideraron asuntos secundarios.

Ninguna causa justa nos puede ser ajena, a pesar de las diferencias entre unos y otros o de las percepciones de la realidad de cada cual. A veces encontramos que los muros son más altos que las escaleras que tenemos a mano y las contiendas se complejizan. Los engranajes de la historia no siempre han girado a nuestro favor y costará mucho que lo hagan. Por ello, resulta tan importante evitar los individualismos y fomentar las hermandades. El mundo se extiende más allá de la propia nariz. Aceptémoslo. 

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