Randy Perdomo García es conocido por ser un delegado poco convencional, que sabe unir a personas de credos e ideologías diferentes en pos del bien colectivo.
¿De dónde proviene la autoridad? ¿Le pertenece a los que acumulan más poder, propiedades, o seguidores? Tal vez la respuesta no se encuentre en ninguno de los extremos ni sobre un escenario, sino lejos de los reflectores, en el ser humano anónimo que es feliz al colocar en su sitio los bloques de lo que será un parque, ayudar a un anciano, salvar a un animal o sembrar un árbol.
Basta caminar unas pocas cuadras junto al joven Randy Perdomo García, de 31 años, para notar que de él emana una autoridad que no depende de los nombramientos, y es por eso más legítima. Desde que asumió en 2017 como delegado del Poder Popular en la circunscripción 78 de Peñas Altas, en la ciudad de Matanzas, se ha ganado su sitio entre la gente a fuerza de cumplir lo que promete.
Dan testimonio de su dedicación las calles asfaltadas por primera vez, la casa cultural comunitaria, una galería de arte, consultorios médicos, jardines colectivos construidos en sitios saneados, alumbrado público, y más.
Escritor, promotor cultural, comunicador del hospital provincial Comandante Faustino Pérez, animalista,…no hay causa noble a la que no se sume de la única manera que conoce: con todo el corazón. Según parece, no hay tarea por encima de sus posibilidades ni por debajo de su orgullo.
Ahora todo el mundo te reconoce como delegado del Poder Popular (PP). ¿Cómo empezó para ti esta aventura?
Yo había acabado de graduarme de Filosofía Marxista-Leninista por la Universidad de La Habana. Estaba en mi servicio social. Tenía muchas ganas de hacer por el bien de mi ciudad. Cuando volví a mi barrio, al reparto Pastorita, la primera responsabilidad que asumí fue la de presidente del CDR.
Aquel año nos golpearon fuerte las inclemencias del tiempo, y con la anterior delegada me sumé a ayudar en lo que hiciera falta. Así empecé a descubrir el trabajo del Poder Popular, aunque siempre me había gustado. De esa manera empezó este camino para mí.
Estaban próximas las elecciones y varios vecinos me propusieron. Un gran por ciento de los votos fueron por mí, un joven. Cuando eso ocurre es porque la gente apuesta por una persona que aunque no tenga toda la experiencia sí puede aportar su fuerza y su vitalidad para transformar el barrio.
Fue un desafío grandísimo. Nací en ese lugar y lo vi cambiar en el tiempo. Tenía enormes retos. Los espacios en plena urbanización son muy difíciles. Me tocó organizar y contribuir a generar belleza. Al comienzo de la legislatura empezamos a hacer los diagnósticos participativos.
La academia donde me formé me dio la teoría pero aquí había que aterrizar en la práctica. Si se necesita dignificar algún liderazgo en nuestra Cuba actual, es el del delegado. Somos personas que tenemos un empleo y, a la par, asumimos un rol clave dentro de la comunidad.
En nuestra circunscripción existían más de una veintena de vertederos, varias fosas albañales vertiendo, no habían jardines, ni paisajismo, tampoco servicios sociales o culturales, las zonas de inundación contribuían a empeorar las cosas, igual que las calles sin acceso o pendientes de asfaltar.
Tampoco teníamos un buen alumbrado público, ni parques u otros espacios de reunión, y muchos vecinos ni siquiera se conocían. Eran enormes retos. Miro hacia atrás y me parece un sueño. Me gusta plantearme utopías y esforzarme por cumplirlas porque me dan la posibilidad de superarme.
En un tiempo de tantas carencias económicas, en el que las personas evitan reunirse, es difícil apostar por un proyecto para el bien colectivo. Pero hay que encontrar la manera de convencer, de seducir. Hoy tenemos una comunidad diferente. Su futuro dependerá de lo que seamos capaces de lograr y mantener.
¿Te han cerrado las puertas alguna vez?
Hay que ganarse que a uno le abran las puertas. Para eso hay que conocer la subjetividad de las personas. Uno tiene que saber que a lo mejor a alguien no le interesa ir a una rendición de cuentas, pero es capaz de aportar un recurso o participar a la hora de resolver un problema en su comunidad. Yo tengo médicos a los que evito convocar a reuniones, pero con ellos hemos generado una alianza de trabajo cotidiana para atender los principales problemas de salud de sus vecinos. Hay que saber lo que cada quien está dispuesto a brindar.
Empecé poco a poco. A veces las personas no creían en todo lo que yo soñaba y planteaba. El primer desafío fue acabar con un vertedero enorme. Teníamos un proyecto majestuoso de un parque con varias escaleras, realizado por un arquitecto de nuestro barrio, pero no teníamos todos los materiales y el presupuesto para construirlo. Gracias a la innovación y la participación con recursos propios de los vecinos encontramos una solución, y surgió la plaza cultural Pastorita.
La gente se sumó a la limpieza y con la asistencia de los especialistas buscamos soluciones técnicas para los problemas de las fosas que vertían desde los hogares. Alguien donó bloques, otro puso las cabillas, y de la misma forma aparecieron las plantas para adornar aquel espacio. Fue una inyección de esperanza.
Conseguir el apoyo institucional me costó bastante. Entre los primeros en sumarse al acompañamiento cívico del barrio estuvo Servicios Comunales. Hoy en día son pocos quienes me cierran las puertas. En lo personal el mayor beneplácito fue contar con tantos amigos que se sumaron y ayudaron, incluso en medio de la desesperanza. Algunos no están físicamente, pero son recordados. Hay jardines y otros espacios que llevan sus nombres, como María y Hortensia.
Varias personas que asumen esta responsabilidad se quejan de la falta de apoyo. Dicen que a la hora de la verdad el delegado se queda solo luchando contra todos los problemas. ¿Cómo lo ves tú?
Creo que hay que cambiar la visión del apoyo de las instituciones a la figura del delegado. Tuvimos una racha, como una moda, de los famosos acompañamientos de los organismos a las circunscripciones. En realidad no es nada nuevo. Desde hace mucho tiempo está establecido que las instituciones y empresas apoyen a la localidad donde se ubican. Todos somos parte de un mismo país, de un mismo proyecto. Sin embargo, muchas veces el delegado tiene que enfrentar todo solo.
Falta hacer mejores diagnósticos, y una visión social y comunitaria de cada entidad en su entorno. Sucede que un organismo X, que está a cargo de grandes inversiones en otro lugar, tiene su sede en una calle llena de baches por la que deben transitar sus propios trabajadores. Eso hay que atenderlo.
Una de las cosas más lindas de nuestro sistema es la rendición de cuenta del delegado a sus electores. Muchas veces es esquemática y rutinaria, pero también puede generar grandes soluciones prácticas. ¿Si yo como servidor público tengo que decir al pueblo qué hice durante mi gestión por qué no puede hacerlo también una empresa? Vale la pena repensar y transformar ese espacio para que sea más efectivo. A mí me costó al inicio.
Creo que hay que olvidarse un poco de la asistencia y de las estadísticas. Que vaya el que quiera. Nos toca encontrar mecanismos de participación en lo político para que las personas se sumen y participen. En cada reunión yo presento los nuevos proyectos que vamos a ejecutar. Lo más importante que tenía pendiente era la casa de cultura comunitaria, y ya está hecha y funcionando para beneplácito de todos.
La comunicación en el proceso eleccionario del PP debe hacerse de un modo diferente. Eso implica conocer las prioridades de un delegado, su visión. Algunos salen electos por circunscripciones en las que nunca han vivido. No es posible entonces que conozcan ese barrio por dentro y a los habitantes con sus necesidades y sus problemas.
¿Te ha pasado que personas que no se identifican con el sistema político cubano se sumen cuando los convocas?
Sí, me ha pasado varias veces. He tenido detractores del sistema que me han acompañado en la transformación del barrio y las acciones para garantizar su sostenibilidad. Lo que más agradezco de mi labor en la circunscripción 78 es la gran diversidad de opiniones, en particular de personas que se sienten insatisfechas con diferentes políticas, o situaciones a nivel de país. Me han dicho: no estoy de acuerdo con esto o aquello, pero te apoyo en lo que haga falta. No hablamos de un barrio vulnerable, sino de una zona residencial donde existen personas con recursos económicos, una fuerza profesional capacitada, emprendimientos en auge, y también personas que emigraron hacia otros países.
Es una gran satisfacción que cualquiera me pueda acompañar, coincida o no con mis ideas políticas. Yo trabajo con todo el que quiera sumarse a hacer por el bien común. También hay diversidad de credos religiosos. A todos los escucho y los respeto. Nadie merece ser excluido, a no ser quien se empeñe en destruir, o generar mala convivencia social.
Como tantos miles de cubanos tú tienes familia en el exterior, concretamente en Estados Unidos. ¿Crees que de algún modo eso te aporta una perspectiva más abierta como delegado?
Yo permanezco en Matanzas por sentimiento, y por deseo. Hago lo que hago porque soy un apasionado del PP. De las cosas que he logrado desde que me gradué esta es de las que más me llena de satisfacción. Si pudiera dedicarme exclusivamente a esto lo haría. Mi familia más sagrada (mi madre, mi padre y mi hermano) reside en el extranjero. Además, he tenido la oportunidad de viajar por varios países. Mi hermano no coincide con nuestro sistema. En mi círculo más íntimo hay amigos que tienen criterios muy diferentes a los míos en torno a las medidas socioeconómicas y políticas implementadas en los últimos años en Cuba. Creo que esa diversidad me desintoxica de la banalidad y la rutina. Ha sido algo indispensable para relacionarme con todos, el anciano solo, el emprendedor, el ama de casa, y poder sentirme útil.
Mi mayor satisfacción y felicidad está en ser primero nominado, luego electo, por mis vecinos del barrio para representarlos ahí, en ese espacio cotidiano, en la base. El cargo más noble en Cuba es el de delegado. Es hermoso ver cómo nace una flor nueva donde antes había un basurero. No todos tenemos el privilegio de servir en los lugares más humildes.
¿Te consideras como alguien que hace política desde tu cargo?
Creo que esa palabra es una de las más viciadas que existen. Todo ser humano participa en la política a su manera. En la Cuba actual estamos ante un gran desafío, que es, a mi modo de ver, la urgencia de hacer una política más inteligente, más accesible, más inclusiva. ¿Por qué si somos un país tan colorido, con un pueblo tan sensual y alegre, nuestra política parece tan gris? Pienso que le podemos sacar más provecho al carisma.
Nuestro discurso debe reflejar, en primer lugar, las necesidades y las preocupaciones de la gente más común. Un proyecto de país se sostiene sobre la gente común: el médico que va todos los días a su consulta, el trabajador de servicios comunales que limpia la ciudad, el emprendedor. Todos somos igual de importantes. No tiene sentido mirar al otro por encima del hombro. A la hora de tomar una determinada medida hay que imaginar cómo podría afectar o beneficiar a la ciudadanía.
El delegado tiene que salirse de los espacios rutinarios del despacho y la rendición de cuenta, ir más allá. Creo que desde el Poder Popular hemos sido malos en hacer política. La mejor manera es trabajar todos los días, crear obras para que las personas crean y se sumen en busca de una vida mejor.
A la política en Cuba hay que inyectarla de empatía, repensarla desde la belleza y la utilidad. La empatía es una condición imprescindible para ser servidor público. Si un vecino toca la puerta de mi casa a las 10 de la noche yo tengo que atenderlo. Ser delegado no es un trabajo de 8:00 am a 5:00 pm, es un sentido de vida. Creo que esta labor debe profesionalizarse, y lo digo con toda responsabilidad. Es algo que debe tenerse en cuenta para el futuro.
¿Recuerdas alguna experiencia especialmente difícil que hayas tenido que superar como delegado?
La pandemia fue muy difícil. También los días del incendio en la base de supertanqueros. A diario uno tiene que enfrentar situaciones complejas que lo ponen a prueba. Todo forma parte del aprendizaje. Pero creo que lo más duro ha sido ser aceptado por mi manera menos convencional de hacer las cosas. Es una lucha permanente contra la mediocridad. Entre las cosas que más recuerdo están mis pronunciamientos en la Asamblea Municipal del Poder Popular. Fui muy cuestionado por denunciar a administrativos que no atendían los reclamos del delegado. Hubo personas que se molestaron. Yo considero que en nuestras asambleas tiene que resonar más la voz popular, y discutirse los problemas verdaderamente más urgentes del momento.
No hay que temerle a los buenos ejemplos y las iniciativas. ¿Por qué no aplicar los presupuestos participativos? Todo el mundo tiene el derecho a expresar sus criterios sobre la manera en que se emplearán los recursos públicos. De la misma manera, a todo el que esté dispuesto hay que darle la posibilidad de aportar según sus posibilidades para hacer de su barrio un mejor lugar para vivir.
Hay muchos delegados humildes haciendo bien por Cuba, incluso con pocos recursos o ninguno, en comunidades rurales y de difícil acceso. Lamentablemente no conocemos la mayoría de esas historias.