Ubicada al sureste de China, Chongqing es uno de los cuatro municipios bajo jurisdicción central junto a Beijing, Shanghái y Tianjin.
Hay demasiados detalles que no voy a olvidar sobre Chongqing, pero sus luces, los faroles, la magnificencia de sus edificios, la plaza, la feria de artesanías y el submundo inimaginable a orillas del río Yangtze se han quedado definitivamente entre los recuerdos más vívidos.
Podría decir que llegar a ella destrozó cualquier expectativa sobre el tren bala y la emoción de viajar a 238 kilómetros por hora. Lo que imaginaba como un viaje agitado resultó un paseo más, contemplando el paisaje con la tranquilidad de quien se desplaza en un tren cualquiera.
Una ciudad de puentes llamativos y vigorosos, de música en las calles, de vendedoras de fruta, de gente dura y amable a la vez.
Chongqing: Otra ciudad de los puentes china
Construida junto al mítico río Yangtze, el más largo de Asia y el tercero del mundo, Chongqing, es considerada como «la ciudad de los puentes». Cientos de ellos logran unir los rincones separados por los ríos o las montañas y hacen de esta urbe, situada al sudeste de China, un espacio para admirar.
Chongqing se convirtió en 1938, durante la segunda guerra chino-japonesa, en la capital de la República de China. La ciudad fue gravemente bombardeada por las tropas enemigas en este conflicto que se extendió hasta 1945, al punto de convertirse en la ciudad más bombardeada de la Segunda Guerra Mundial.
Comparte con Chengdú el espacio geográfico, la cultura y varias tradiciones. Poseen una arquitectura muy diferente aunque igualmente llamativa, y compiten a muerte por el hot pots, uno de los platillos más conocidos de Sichuan.
Pero definitivamente esta ciudad, uno de los cuatro municipios bajo la jurisdicción central (los otros tres son Pekín, Shanghái y Tianjin) de la República Popular China, es mucho más que el sabor picante de su gastronomía.
Es, en esencia, un modelo de urbe en ascenso cuyo crecimiento económico ha despuntado en los últimos años. Con un PIB cercano a los 13 billones de yuanes solo en la primera mitad de 2021, la también conocida como “ciudad de ríos y de montañas” logró colocarse entre las 10 de mayor PIB de China.
No es una sorpresa. El radical giro de Chongqing ocurrió cuando comenzó a ser considerada una municipalidad especial subordinada al gobierno central, con lo cual no solo amplió su área territorial, hoy unos 82 000 kilómetros cuadrados, sino que también comenzó a potenciar otras aristas de interés estratégico que hoy forman parte de sus ejes económicos, tales como la industria manufacturera y automovilística.
En Changan Autos, una de las empresas más importantes de Chongqing, por ejemplo, se ensambla un automóvil cada 54 segundos aproximadamente.
El desarrollo económico no se detiene en Chongqing y muestra de ello es la firma de unos 70 proyectos importantes con una inversión contractual total de más de 208.000 millones de yuanes (unos 30.000 millones de dólares) en el primer trimestre de este año.
Pero hay un punto de obligada parada si se llega a Chongqing: la estación de metro de Liziba.
Este símbolo de la ciudad comenzó su construcción en el 2000 y se completó en marzo de 2004. El 11 de diciembre de ese último año comenzó su operación turística y el 18 de junio de 2005 se abrió para la operación de prueba.
Es la primera estación de monorraíl elevada en China que se construye y se comparte con edificios residenciales y comerciales. Se ubica en el número 39 de la calle principal de Liziba, junto al río Jialing y su diseño y construcción, contrario a lo que se piensa, ocurrieron de forma simultánea con los edificios comerciales y residenciales, utilizando una estructura de «puente separado» que separa la estación de monorraíl de los edificios.
Los trenes de monorraíl utilizan neumáticos de goma inflados y suspensión de aire para reducir al máximo las vibraciones y el ruido durante el viaje, permitiendo que la estación y los edificios residenciales coexistan en armonía y logrando un uso eficiente de los recursos terrestres urbanos.
Como la primera estación aérea construida, resulta ampliamente conocida en medio de las múltiples atracciones turísticas de la ciudad y cientos de visitantes acuden a ella diariamente para ver “desaparecer” el tren en medio del edificio.
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Llegar a Chongqing fue sorprendernos al descubrir una ciudad de día y otra muy diferente y definitivamente mucho más seductora de noche, especialmente si recorres el el río Yangtze en barco o si te asomas a cualquiera de sus orillas.
Recorrerla implicó vencer al cansancio y dejarse conducir por boulevares, recorrer ferias nocturnas, dulcerías y salas de juego; o dejarte atrapar por algún souvenir en el camino, disfrutar sus paisajes o simplemente abandonarse al vértigo de los tres minutos en el teleférico.
Despedirnos de ella fue sentir que nos faltó demasiado por conocer, que no bastaron las horas de caminatas exploratorias, las mil fotos en el móvil, los recuerdos construidos. Nos hizo falta más. Eso sin dudas.
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