Algo insólito y morboso recoge Francisco Javier Balmaseda en su obra Los confinados a Fernando Poo, impresa en 1869. El autor, uno de los independentistas cautivos en la tristemente célebre prisión hispana, narra los sucesos acontecidos con posterioridad al desembarco de las tropas anexionistas de Narciso López, en agosto de 1851, por Las Pozas, Pinar del Río.
Cuenta que, capturados, un grupo de los expedicionarios estadounidenses fue fusilado en el Castillo de Atarés. Con repugnancia y dolor narra cómo los españoles mutilaron los cadáveres, cercenando cráneos, dedos, genitales, órganos vitales, sumergiéndolos en pomos con alcohol.
Uno de estos frascos macabros, evidencia del salvajismo colonial hispano, se exhibió durante un buen tiempo en la ciudad de Cárdenas, específicamente en la botica San Juan de Dios, propiedad del farmacéutico catalán Francisco Barrinat. ( Ilustración: Carlos J. Hoyos)