Con sus 21 años de existencia, Andy Guerrero ha asumido quizá la misión más compleja y difícil de su vida, aunque a él no se le note cara de preocupación, ni el semblante contraído, ante semejante responsabilidad.
Incluso su rostro mantiene la lozanía de la juventud, a pesar de los tantos avatares que debe enfrentar cada día, porque en una vaquería la jornada inicia más temprano de lo habitual, y en las noches se tiene el sueño ligero, lo mismo para contrarrestar un intento de hurto que para asistir el parto de una vaca.
Incluso hace pocas horas tuvo que poner en práctica sus conocimientos de veterinario para salvar a un ternero recién nacido. Son gajes del oficio de ganadero que le llenan de vitalidad.
Por eso las escasas horas de sueño no representan un problema mayor, mientras el rebaño goce de buena salud.
Incorporarse a las cuatro de la mañana ya lo hace casi por instinto. Es el día a día en una vaquería, sobre todo si desde niño soñaste con estar al frente de una, y para lo cual te preparaste durante años.
Siendo pionero, en su natal Triunvirato, Andy recibió un regalo que marcaría su destino, una potranquita con la que comenzó a recorrer los potreros con apenas siete años.
El amor por los animales le motivó a participar en varios Círculos de Interés de Veterinaria, al punto que optó por esa especialidad de la que se graduó como Técnico Medio.
Al responder al llamado del Servicio Militar Activo, desempeñó esa labor en una granja pecuaria de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Fue tal su disciplina y compromiso que recibió innumerables reconocimientos del mando superior, lo que le sirvió de aval para asumir como máximo responsable de la Vaquería #91, perteneciente a la Empresa Genética de Matanzas.
Hace cuatro meses que lleva las riendas de esa unidad, y asegura que los cambios responden al apoyo del colectivo laboral que allí se desempeña, aunque seguramente lleva su impronta, marcada por la disciplina férrea y ganas de triunfar.
Agradece el apoyo incondicional de sus padres y de los obreros que le secundan en su empeño. Gracias al trabajo en equipo, entre los que menciona los nombres de Raúl Guerrero y Yoismel Rodríguez, han conseguido grandes resultados en tan poco tiempo.
De madrugada comienza la faena, los siete días de la semana. Primero dirigen las vacas hacia el potrero y luego comienzan a raspar el suelo de las naves para retirar la excreta y cortan el forraje, que depositarán en los comederos.
En las áreas cultivables de la vaquería se aprecian grandes extensiones de plantas proteicas como titonia, y también cuentan con kingrass suficiente para paliar la ausencia de pienso importado. Aunque en esta unidad nunca será un pretexto para el incumplimiento.
Incluso cuando cosechen el maíz que comienza a florecer en los campos, realizarán ensilados una vez retiradas las mazorcas para contrarrestar el período de seca.
La salud de la masa y los continuos nacimientos en la vaquería #91 reafirman que Andy avanza por el camino correcto, siempre impulsado por el conocimiento adquirido y la pasión que le despierta la ganadería, que unido a las ganas de trabajar incansablemente, permitirá que la vaquería #91 se convierta en ejemplo a seguir por sus grandes hazañas.