Llegamos ahora a los 91 años de presencia, cada vez más combativa, de José Antonio Echeverría Bianchi, el destacado joven revolucionario que fuera alma de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), como su presidente, y del Directorio de esa organización, convertido en brazo armado patriótico.
Nació en la ciudad de Cárdenas, provincia de Matanzas, el 16 de julio de 1932. Enarbolando las banderas de la juventud y del movimiento estudiantil más honesto y radical de su tiempo, todavía lo rememoramos con la lozanía de sus 24 años, edad con que cayera asesinado durante la fallida acción militar del 13 de marzo de 1957, tras haber arengado al pueblo de Cuba a ir al alzamiento general contra Fulgencio Batista, en un mensaje que quedó truncado en la emisora Radio Reloj.
Y aunque el hecho doloroso hace llorar incluso hoy a los cubanos cuando conmemoran el suceso, al mismo tiempo se ratifica la alineación de todos con José Antonio, el carismático “Manzanita”, inspirados por la fuerza de su lucha y ejemplo.
Su principal mensaje fue señalar el camino con su sangre, si caía en combate. Comprometido hasta la médula con la lucha dirigida en la Sierra Maestra por Fidel Castro y con el pueblo de Cuba, demandante de justicia, fue fiel hasta la muerte con su empeño.
Tuvo una vida breve, truncada por la barbarie imperante sustentada por el tirano Batista, pero también su existir estuvo lleno de fulgores. Mostró de manera consecuente la energía, rebeldía y alegría de vivir incansable que definen a la juventud en todos los tiempos.
Mientras estudiaba la carrera de Arquitectura en la Universidad de La Habana, en los años de 1954 a 1957, tuvo la oportunidad de empezar a delinearse de manera sobresaliente entre los muchachos del campus como defensor de las causas más justas y opositor político a la dictadura
que ensangrentaba a Cuba.
En 1956 viajó a México para sostener un encuentro con el también joven abogado Fidel Castro, en el exilio, donde preparaba la expedición que lo traería de vuelta a luchar por la libertad definitiva de la Patria.
Allí ambos rubricaron la llamada Carta de México, que uniría a la FEU y al Movimiento 26 de Julio en tan decisivo combate, cada uno en escenarios diferentes, pero igualmente arriesgados y desafiantes de peligros.
Al regresar a Cuba, ya ocurrido el desembarco del yate Granma en diciembre de 1956, desde comienzos de 1957 Echeverría se dedica a organizar la acción que se ejecutaría el 13 de marzo de ese año.
Volviendo nuevamente al tema del asalto al Palacio presidencial, el 13 de marzo fatídico para José Antonio y otros compañeros, la acción tenía el fin de ajusticiar al dictador Batista, responsable de miles de crímenes impunes y una fuerte represión popular sobre su conciencia. Se pretendía, además, tomar la emisora noticiosa nacional Radio Reloj, para anunciar los resultados de la acción y la creación de una suerte de estado mayor de combate revolucionario en la colina de la Universidad de La Habana, desde donde se pensaba entregar armas al pueblo dispuesto a combatir.
Fallaron esa vez factores de orden táctico y estratégico y el ataque no resultó exitoso, el sátrapa escapó con vida y los valientes y osados revolucionarios encabezados por José Antonio fueron perseguidos. El cayó, ametrallado en una calle muy cerca de la Universidad, hacia donde se dirigía, luego de salir de Radio Reloj.
Un ser tan luminoso como él nos lleva a saber más sobre su vida, por ejemplo, que fue el primer hijo del matrimonio formado por Antonio Jesús Echeverría González y Concepción Bianchi. Eran tres hermanos.
Desde su infancia padecía de asma pero se esforzó por llevar, y lo consiguió, una vida normal y practicó disciplinas como remo, natación y baloncesto. Siempre obtuvo muy buenas calificaciones y era un estudiante con alto diapasón de intereses que incluían el gusto por las artes: pintura, música, teatro, danza y las deportivas.
A pesar de su sobrepeso, luchó contra ese inconveniente y a fuerza de disciplina y tesón alcanzó buenos resultados atléticos. También era amante de la filatelia.
En 1950 hizo su entrada en la Escuela de Arquitectura en la colina universitaria.
Resultó entonces elegido delegado de asignaturas y de curso. Organizó el Grupo Arquitectónico de Renovación Estudiantil (Gare), que reunió a los elementos más radicales.
Logró luego la presidencia de la asociación de estudiantes en esa facultad. Echeverría resultó también elegido secretario general, vicepresidente y presidente de la Asociación de Alumnos de Arquitectura, hasta alcanzar posteriormente la presidencia de la FEU.
Al conocer el golpe de Estado perpetrado el 10 de marzo de 1952 se suma a las protestas estudiantiles por el cuartelazo. Tal acontecimiento maduró más sus posiciones revolucionarias y combativas.
La dirección de la FEU le encomienda organizar la huelga estudiantil en los planteles de enseñanza secundaria, y para ello viaja por todo el país. Su misión surte efecto. La dictadura allana los colegios y detiene a los dirigentes para acabar con la huelga.
Tan intensa fue su brega que sería imposible resumirlo en estas líneas.
Ese joven hermoso, que no concebía el descanso ni la rendición en el camino del deber con la Patria, aun tuvo tiempo de enamorarse y tener una novia, de bailar y apreciar los disfrutes de la vida. Una prueba de que el amor, en sus dimensiones más amplias y profundas, era también una directriz en su existir, tal y como sucede con la sangre joven de todos los tiempos. (Marta Gómez Ferrals, ACN).