Ficha técnica:
Título original: Scream 6
Año: 2023
Nacionalidad: Estados Unidos
Direccción: Matt Bettinelli-Olpin, Tyler Gillett
Guión: James Vanderbilt, Guy Busick
Fotografía: Brett Jutkiewicz
Música: Brian Tyler, Sven Faulconer
Reparto: Melissa Barrera, Jenna Ortega, Roger L. Jackson, Mason Gooding, Jasmin Savoy Brown, Hayden Panettiere, Dermot Mulroney, Tony Revolori, Liana Liberato, Jack Champion, Courteney Cox, Devyn Nekoda
Pese a su evidente inferioridad con respecto a la tetralogía inicial y a no distanciarse mucho de la quinta, con obras como Scream 6 sucede que no saben a imitación ni a repetición obligatoria. La generación de cineastas que la ha asumido parece plenamente a gusto con el ejercicio vigoroso, nostálgico y hemoglobínico que emprende. A las nuevas reinas del grito, salpicadas de sangre para no perder la costumbre, se les da bien acallar el pánico en la lucha empoderada por sobrevivir. Los guionistas cumplen bien la difícil misión de seguir la estela de Kevin Williamson, el que abrió en los 90 esta fructífera caja de Pandora. El espectador, más que un intento, presencia un logro por sexta vez.
Los que amamos el cine solemos agradecer las películas que denotan amor al cine, y más por corrientes como el giallo o el slasher, que por una parte están olvidadas y por otra siguen siendo redescubiertas y muy queridas; por eso solemos perdonar la más disparatada de las tramas en favor del virtuosismo técnico, o la reiteración de esquemas en favor de un buen rato asegurado, y tendemos a callar lo que nos incomoda de un producto inicialmente deseado. Este es uno de esos casos en que la conclusión general no se reduce a un sí o un no, frente al planteamiento de sí gustó o disgustó el espectáculo. Como experiencia es inmejorable; como hábito, habrá que ver con los años.
Ahora que no está Wes Craven para tomar el pulso al cine de terror y socorrerlo en caso de que sea preciso, como hizo a lo largo de su carrera con una decena de obras espléndidas y necesarias, tengo la opinión de que no hay mejor manera de conducir la saga Scream que mediante ese anonimato estilístico aportado por sus nuevos directores desde la quinta entrega, a partir de la cual se homenajea más de lo que se crea. No obstante, de un año a otro se nota depuración en el hacer de Bettinelli-Olpin y Gillett, trasluciendo en Scream 6 el impulso de independizar su visión de la de Craven y atemperar a la generación de cristal una de las franquicias más provocativas y menos políticamente correctas durante el cruce de milenios.
Hasta el momento, mi confianza en esta serie no se ha visto traicionada y cada uno de sus capítulos (salvo este, por su reciente llegada) ha resistido repetidas visiones, incluso alguna con mala intención de mi parte, bajo la manía de verificar su eficacia o encanto a lo largo del tiempo. La más reciente supone un tren de diversión terrorífica; esa es su virtud, vista por separado, y también su defecto, vista como parte de un todo, porque no podemos esperar otra cosa de cualquier Scream, y menos quienes prestigiamos su poder desde el entusiasmo y la huella que nos ha dejado en buena parte de productos contemporáneos del género. Consigue, como la anterior, renovar en no poca medida, y eso lo indica el peso protagónico, pero en menos dosis de lo alcanzado en la era Craven; por tanto, sentarse a disfrutarla es perfectamente válido y, a la vez, está reñido con la sensación de que pudo ser mucho mejor y pudo haber más.
No así en el caso de los actos violentos. Para los aficionados a la estadística necrológica, se trata de la más letal, además de gráfica, entre todas.
Ya se habla de completar una trilogía de la que esta entrega conformaría el centro. Si bien la idea no me parece tan indispensable como aprovechar la inventiva y el talento en productos neonatos, lo cierto es que el universo de Ghostface (siempre con la voz de ese inquietante Roger L. Jackson sin rostro) ha logrado establecerse y expandirse como una agradable prolongación seriada, donde cuatro protagonistas (los mismos introducidos en la quinta) quizá no viajen en una furgoneta resolviendo misterios ni alcancen tal grado de simpatía como para volverse iconos juveniles potentes, cosa que ocurrió con Sidney, Gale, Dewey y Randy desde el primer Scream en 1996; pero Samantha, Tara, Chad y Mindy nos generan suficiente preocupación por saberlos sanos y salvos, y el enigma mortal de turno continúa destacando la telaraña enciclopédica de referencias históricas, y observaciones sobre la naturaleza de las secuelas, por encima de qué rostro estará bajo la careta de fantasma.
Si bien no conviene despreciar de antemano la sola existencia de Scream 6, porque no es justo negarnos a una de esas peripecias que nos hacen sentir que el cine aún respira, por más puñaladas gratuitas que haya recibido; si bien, en lo personal, sigo disfrutando de ella en su conjunto como en la primera noche de sobresaltos; percibo esta saga a un paso de cometer el pecado más lacerante que podríamos temer: convertirse en lo que tanto ha parodiado, en un cliché, en un chiste de gracia gastada. Para evitarlo, desde lo que creo, es preciso renovar todavía más lo que queda, ampliar los escenarios como tan acertadamente se hizo en Scream 3 o aquí, arriesgar el juego de cine dentro del cine, diversificar un poco los móviles criminales, volver a afectar al espectador en el análisis de sospechosos y en la revelación final.
El equipo parece el indicado para tal fin. Con una protagonista como Melissa Barrera, un legado como el de las maravillosas entregas antecesoras (todas me parecen buenísimas, incluyendo la vilipendiada tercera parte) y un subgénero a reivindicar como el slasher, vale la pena el esfuerzo.