“No me gusta dejar cosas al azar, solo las necesarias, creo que la felicidad se construye y la libertad también. Soy una mujer libre en tanto me siento libre para crear, decir, andar y desandar; y no tengo miedo a equivocarme o a hacer el ridículo. Eso me salva de muchos amarres”.
María Laura Germán Aguiar (Matanzas, 1989) fue la invitada especial del Café Mezclado, espacio artístico-literario que conduce el escritor Alfredo Zaldívar. No resulta casual, el último año ha estado lleno de logros para la joven actriz: estrenos, premios y su primera obra como directora.
Durante poco más de dos horas intercambió con el público que se congregó en el Patio de la Fuente de Vulcano, en la Casa Social de la Uneac: desde sus primeros pasos, su travesía por la televisión, Teatro de las Estaciones, El Portazo, hasta los textos escritos, su interés por dirigir y proyectos futuros.
El periódico Girón ha querido acercar a sus lectores algunos fragmentos de esta singular trayectoria vital.
—¿En qué momento empezaste a sentir la vocación por el teatro?
—No lo recuerdo con exactitud porque fue de niña. Me crié prácticamente en la biblioteca, mi madre trabaja allí y era parte de mi vida diaria correr entre los libros, participar en el concurso de mejores lectores. Mi hermana, que es mayor que yo, escribía, y sabes que las hermanas menores tendemos a imitar.
“Creo que uno se va permeando de influencias: estudié piano, estuve en danza, en pintura, en talleres literarios, iba mucho al teatro. A todo mi mamá me decía que sí: ‘¿Quieres hacerlo? Ve’.
“De ahí nace esta María Laura a quien le gusta estar en todo. Definirme por el teatro tiene que ver con eso, porque es la manifestación que puede abarcar todas las demás dentro de sí”.
—¿Por qué te decides a estudiar dramaturgia?
—Quería ser actriz, ya había trabajado en el Telecentro cuando niña, en el Notitín, en un programa de promoción de la lectura que se llamaba El Mejor Lector, y luego fui fundadora de Barquito de Papel, junto a Jesús del Castillo y Farah Madrigal.
“Ella me dio el consejo de estudiar una carrera teórica; me explicaba que si yo iba a ser actriz me formaría sobre las tablas, pero primero debía fortalecer mi parte intelectual.
“Por suerte, en onceno grado descubrí la dramaturgia y me encantó. Le dije a mi mamá: ‘eso es lo que yo quiero’. No hice pruebas de teatrología ni de actuación, solo una, o sea, lo tenía muy seguro”.
—¿Cómo llegas a Teatro de Las Estaciones?
—Teatro de las Estaciones ha sido parte de mi vida siempre. Recuerdo a Rubén Darío Salazar actuando en Papalote en Los Ibeyis y el Diablo. De adolescente, que es una edad tan compleja para el teatro, vi la última función de La caja de los juguetes, en el Sauto.
“A eso le sumas que, al entrar al Instituto Superior de Arte (Isa), conocí a Yerandy Basart, que era actor de Estaciones. Con él me acerqué al grupo para ver cómo funcionaba por dentro, quería meterme en los ensayos para crecer como dramaturga.
“Rubén iba a hacer un taller de preparación para Una niña con alas y me preguntó si quería ser parte del espectáculo, y desde agosto de 2008 estoy ahí y estaré”.
—¿Qué recuerdas de ese primer enfrentamiento con el escenario?
—Esta María Laura que tú ves ahora no tiene nada que ver con la que empezó en 2008. Entonces era una niña buena, iba a trabajar con Iván García y Yerandy y me peloteaban de un lugar para otro porque sí, todo estaba bien y orgánico pero me faltaba maldad, la que tenían ellos y que fui aprendiendo con el hacer diario.
“Estrené en Ediciones Vigía, ni siquiera en sala, y me parecía estar en Hollywood, en Broadway, porque era como salir a la luz de pronto. Para Rubén, cada obra, por sencilla que pueda parecer, es algo serio y eso te enseña. Ya me desempeñaba como profesional, aunque aún no estaba evaluada, y me sentía parte de una familia de teatro”.
—Luego de hacer fundamentalmente teatro para niños con Estaciones, te incorporaste a El Portazo en 2013. ¿Cómo fue la experiencia de simultanear ambos géneros?
—Recién graduada del Isa, Pedro Franco fue a mi casa a dejarme el texto de Semen. No estaba, pero cuando regresé y supe que él quería incorporarme en un espectáculo; me quedé paralizada porque era teatro para adultos, algo completamente diferente.
“Me sentía insegura y busqué el consejo de Rubén, no solo como director sino como el padre que representa para mí, como una voz más experimentada y me dijo: ‘Claro que sí, todo lo que puedas hacer, hazlo porque va a ser una escuela para ti’, y no se equivocó.
“Integrarme al Portazo no fue complicado más allá de, por supuesto, entender la estética. Me gustó el reto que suponía. Llegué como actriz invitada y me quedé siendo plantilla por 10 años. Todos los que pasamos por ahí tenemos un plus, somos otro tipo de actores después”.
—Te has desempeñado en teatro, televisión, radio. ¿Qué le aporta al actor moverse por varios medios?
—Aporta, en tanto uno sea consciente, si no es inútil, una carrera contra el viento para agotarte. Lo ideal de estar en varios proyectos de diferentes modalidades a la vez es eso, que tu cerebro pueda asumir toda esa experiencia.
“Siempre estoy moviéndome hacia La Habana, luego vengo y tengo funciones por la mañana y por la noche, y al mediodía, una peña. Eso, si lo tomas así, a tu favor, te puede engrandecer porque te da herramientas de acción, de rapidez, de agilidad mental, de caja torácica, de todo lo que te puede servir”.
—Hace aproximadamente un año, en una entrevista asegurabas que en el futuro veías a una María Laura directora y eso se cumplió con el estreno de I want. ¿Cómo ha sido la experiencia?
—Maravillosamente aterradora. Siempre supe que quería hacerlo, pero no estaba lista. Incluso mucha gente se me acercaba y me preguntaba: ‘¿por qué no diriges algo?’.
“En varias oportunidades Rubén Darío me ha permitido hacer la asistencia a dirección que para mí es una tesis. Con el último montaje de A dónde van los ríos, él me dejaba montando escenas y cuando volvía las cambiaba, no completamente, sino que las iba moldeando. Entonces entendí cómo funcionaba todo de manera más clara.
“A partir de eso algo cambió en mí, me levanté un día con la resolución: estoy lista, voy a dirigir y será I Want. Es un texto corto que escribí por encargo hace como cuatro años, microteatro para no complicarme demasiado, y trabajaré con Arlettis González Cazorla y Sonia María Cobos, que son mis socias, las entiendo como actrices y sé que se van a arriesgar conmigo, sin miedo a lo que puedan perder.
“Fue complejo, por eso me apoyé mucho en ellas. Cuando empezamos, tenía claras algunas ideas, pero otras no. Tuvimos que ir construyendo el montaje con ejercicios, estudios, canciones, atmósferas.
“Ha sido un viaje completamente diferente en el que he descubierto a otra María Laura que, de pronto, no quiere actuar. Resulta maravilloso porque eso me asustaba, pensar que el día en que dirigiera iba a querer pararme en escena y hacerlo yo.
“Estoy satisfecha de tener a Arlettis y a Sonia defendiéndose, como dos leonas, con ese texto, ese diseño que creamos entre las tres, y con el concepto de teatro independiente, que viene de mí y es algo a lo que ellas se suman. Verlas me da ganas de seguir”.