Ficha técnica:
Título original: The Super Mario Bros. Movie
Año: 2023
Nacionalidad: Estados Unidos, Japón
Dirección: Aaron Horvath, Michael Jelenic
Guión: Matthew Fogel
Música: Brian Tyler, Koji Kondo
Reparto: Chris Pratt, Anya Taylor-Joy, Charlie Day, Jack Black, Keegan-Michael Key, Seth Rogen
Duración: 92 minutos
Todavía atónito por la artesanía del último Del Toro y a las puertas del Suzume de mi admirado Makoto Shinkai, no solo me ha sorprendido un proyecto como Super Mario Bros: La película, tan obvio a priori en la concepción que muchos hemos podido hacernos antes de disfrutarlo, sino que también me ha recordado dos virtudes que el cine de animación suele tener por norma y cada vez noto que se defienden con menos talento: la inocencia y el encanto.
Desde que empieza, con ese contraste entre colores cálidos y fríos y la aparición de seres entrañablemente diseñados en herencia de Nintendo, nos sabemos parte de un mundo donde los buenos son muy buenos y los malos son muy malos; hay poca cabida para la ambigüedad. Conflictos emocionales como los presentes en Mario y su hermano Luigi, o incluso en el antagónico Bowser, ocupan menos tiempo en planteamiento y resolución que los de otras películas animadas igualmente orientadas al esparcimiento por encima de la reflexión. Sin embargo, este producto resulta menos superficial, más vigoroso y anímicamente útil que la media actual.
Parece una experiencia de toda la vida, como si su llegada no debiera suponer un acontecimiento; como si estuviéramos acostumbrados a un Mario con la voz de Chris Pratt o a Peach con los ojos de Anya Taylor-Joy; como si fuera injusto (porque no lo es) reprocharle a la industria tanto retraso en colocar una adaptación fílmica a la altura simbólica del videojuego. Por tanto, se sabía imaginada, y vista, hasta la saciedad por fanáticos al acecho, así que Horvath y Jelenic (responsables de ¡Jóvenes Titanes en acción! La película, de 2018) buscaron el modo de hacerla lo más agradable que les fuera posible en un terreno donde a los espectadores les correspondía sentirse los directores, y al que pertenecen otros exponentes de clásicos anticipados, de esos que son largamente esperados por sus leales y muchas veces ni aparecen.
Su eficacia en este sentido va más allá del respeto enorme que guarda a los antecedentes históricos del Reino Champiñón y alrededores, pues, aunque la información necesaria para dominar el mando y pasar de nivel representa en la trama una concesión obligatoria, no por ello lastra el ritmo ni el interés. Al contrario, enlaza bien con la progresión del argumento y no impide que prevalezcan otros aspectos memorables del conjunto, más propios del atractivo particular de cada personaje que de la acción: por ejemplo, las “italianadas” chistosas, el carácter de la princesa, la escabrosa personalidad de Bowser, la rudeza impostada de Donkey Kong, el espíritu de camaradería casi tolkieneano, la capacidad de sobreponerse al miedo en función de una causa justa, la fuerza de voluntad, entre otras características tan propias del universo Mario como los hongos, los saltos y las tortugas.
Tal y como demostró aquella fallida versión con actores reales de hace 30 años, con todos sus méritos y deslices, a la historia del fontanero bigotudo (dan igual su desarrollo y la atmósfera con que se ambiente) le sienta de maravilla el formato de la animación para ser recreada de una manera fiel, pues el material de base insiste mucho en trazos sencillos, del escenario que muestra y de quienes lo pueblan, y posee un candor muy difícil de replicar en carne y hueso. Es preferible dejar la encomienda a esa magia, de origen indetectable, que siempre parece responsable de los dibujos animados.
Diversión, alegría y belleza, aseguradas. Una aventura imparable en cuanto a sucesiones cromáticas y acrobáticas, describiendo su ciclo con la fluidez de un hombrecillo en overol que esquiva obstáculos y no para de avanzar en su misión. Remite a niñez y adolescencia, a ratos de ocio en la adultez, a futuras sesiones de melancolía.
La película ideal para el videojuego ideal.