Una de las primeras fotos de salida en familia que conservo, con mi hijo mayor, la tomé en el Parque Watkin de Matanzas. Justo detrás de nosotros, una hiena de filosos colmillos asoma la cabeza y llama la atención por la fuerza que transmite y su pelo lustroso y bien cuidado.
La instantánea fue captada algún domingo de 2017, tras la reapertura de este microzoológico, intervenido como parte de las acciones constructivas ejecutadas en la urbe por el aniversario 325 de la fundación de San Carlos y San Severino de Matanzas.
En aquel momento la restauración del emblemático sitio constituyó una tabla salvadora para el esparcimiento de la familia matancera. La falta de mantenimiento e higiene que acompañó durante muchos años a este lugar quedó sepultada por un diseño nuevo; en el que convergieron varios servicios como la venta de mascotas, artesanías, elaboración de alimentos y otras opciones que complementaban el recreo.
El plato fuerte, sin duda alguna, fue la exhibición de los animales: hienas, lobos, monos, cocodrilos, leones, así como otro tipo de fauna doméstica que aportaba vida al espacio. Durante algunos años los matanceros disfrutamos de una instalación acogedora, hasta que con el paso del tiempo fueron desapareciendo unos ejemplares y otros deteriorándose en grado superlativo.
Hace dos semanas, como en la mayoría de nuestras salidas, terminamos en ese recinto, que permanecía cerrado. Uno de los trabajadores nos explicó que los animales se encontraban en cuarentena, por lo tanto, no se estaba brindando servicio al público. Por suerte existen propuestas como el Patio del Abuelo Pancho, que después de una excelente función nos permitió marcharnos a casa satisfechos.
En tiempos en que todo cuesta “un ojo de la cara y la mitad del otro”, asegurar espacios de entretenimiento a los niños por precios módicos, o al menos no tan elevados, debe ser una prioridad, más cuando se acerca la semana de receso docente y el período vacacional.
Los parques infantiles pueden ser una opción viable para desarrollar actividades al aire libre, sin grandes gastos. Sin embargo, Matanzas adolece de instalaciones de este tipo bien cuidadas y con un servicio atractivo, tanto para los más pequeños como para los adultos.
Algunos de los buenos intentos concretados en la ciudad en este sentido, como el Parque Plástico, el Joyas Martianas o el del Bahía, ya requieren de una inversión en mantenimiento, renovación de equipos y emplazamiento de otros. Lo mismo ocurre con aquellos de carácter comunitario ubicados en algunos barrios, con un equipamiento más rústico, pero igual de eficiente en materia de diversión.
Estos lugares, además de su infraestructura, necesitan la imbricación con otros servicios que aseguren el pleno disfrute, entre ellos una gastronomía accesible, la venta de artículos destinados a los infantes, el desarrollo de actividades culturales y recreativas destinadas al público más joven de la casa; si bien estas últimas tienen mayor constancia y presencia en combinación con las direcciones de Cultura y Artes Escénicas.
Como un oasis parece erigirse el Parque de Monserrate, un proyecto novedoso que a corto plazo pudiera satisfacer las necesidades de los más pequeños. Mientras esto ocurre, se precisa trabajar más con lo que tenemos.
Buscar nuevas vías de financiamiento, arrendar estos sitios a quienes de verdad puedan explotarlos y ponerlos a funcionar; como se hace, por ejemplo, en Cárdenas. Estas pudieran ser algunas de las alternativas para saldar la deuda de Matanzas con sus parques infantiles. (Foto: Archivo de Girón)