Entre las notas musicales se podía distinguir un sonido peculiar, las olas del mar se reproducían casi por inercia en las melodías que tocaba, otro arte comenzaba a inspirarlo, uno que también poseía cuerdas y tonalidades, que le apasionaba y le exigía total entrega.
De su padre recibió las primeras enseñanzas durante la niñez, en ese período consideraba la pesca como un hobby. Los fines de semana solía montarse en la lanchita y admirar las mejores vistas de la ciudad de Matanzas,que desde azules aguas alcanzan su mayor esplendor.
Jorge Ediel González Castillo se dedica a esta actividad de forma profesional hace más de 10 años: “Estudié música y trabajé en eso por mucho tiempo, pero después decidí cambiar a la pesca y hoy con mi licencia comercial tengo un contrato con el Estado, le entrego determinada cantidad de pescados y de eso vivo.
“El pescador tiene de artista, de artesano, de creador, nosotros cogemos un pedazo de alambre, le damos forma y con eso elaboramos los anzuelos, igual que los bicheros con madera y un gancho, se buscan alternativas porque los recursos están escasos y hay que trabajar”.
Los días en la Base “Luis Salgado”, señala Jorge Ediel, inician con las acostumbradas reuniones entre estos hombres: “Se convirtieron en una tradición, nos ponemos a hablar sobre la captura que hicimos en la jornada anterior, y siempre está el que multiplica el peso del pescado, si es de tres libras, te lo pone en seis, es una competencia, pero desde lo sano”.
Las jaranas y las ocurrencias marcan el diario de estos amantes del mar, como Santiago, el personaje de la novela de Hemingway, el pescador no se resiste a un buen ejemplar, lucha por tener el de mayor tamaño pero en la realidad, según Jorge Ediel, por lo general siempre se le va el más grande, nunca el más pequeño.
En sus manos conserva algunas cicatrices que con la práctica se han acumulado, sus ojos parecen cansados: “Esto lleva mucho desgaste físico, hay que hacer mucha fuerza para recoger los avíos cuando están cargados, además son varias horas en espera, en vela y la noche se hizo para dormir”.
Los esfuerzos que exige el desarrollo de esta actividad no constituyen un impedimento para quienes a pesar de la edad, solo encuentran la felicidad desde esta labor y se resisten a abandonarla: “Mi papá cumplió 60 años, tiene mil achaques y no hay quien le quite esto, he intentado alejarlo un poco por su salud, pero creo que con eso le hago más daño, aunque para ser sincero así mismo me pasa a mí, la pesca no me puede faltar”.
Jorge Ediel reconoce la influencia familiar como el motor que lo impulsó, sin embargo, refiere que el interés por la pesquería se debe a un gusto personal: “Quizás si no hubiera tenido ningún referente, al venir a comprar pescado igual me hubiera llamado la atención”.
Satisfecho admira su entorno, encontró otra musa para su inspiración, una en la que se juntan los metálicos anzuelos y el resonar del barco para tocar la voz del mar, “se hace una necesidad, no puedo vivir sin él”; con seguridad confirma de acertado su paso de músico a pescador.
(Laura de la C. González Trujillo, ACN)