Es bien difícil que los primeros rayos del sol sorprendan sobre la cama a Valentín Dávila Mayor; está adaptado al trabajo, a los grandes desempeños o, como se dice ahora, retos. Enfrentar los rigores de la tierra no es nuevo para él, prácticamente surgió de un surco, porque desde temprana edad caminaba sobre estos para ayudar con el sostén de la familia.
“Esto no me asusta. Desde que hace unos años me acogí a la jubilación me dije: ‘Valentín, fiel a tu nombre; a meterle a cuanto venga. Nada de dormir mucho, pasar la siesta sobre el lecho o cuchichear en la esquina con amigos. Hay que hacer algo, y ya’.
“Trabajaba en la Fábrica de Yeso Carlos Díaz, perteneciente a la Industria de Materiales. Instalación cercana a este, mi pueblo natal, Corral Nuevo, en la que pese a impedimentos físicos por la edad y otros achaques me mantuve por alrededor de dos décadas”.
Cuenta este hombre de 76 años que observaba cómo frente a donde reside había un vertedero que traía de mal en peor a los residentes cercanos, pues servía de refugio a roedores e insectos capaces de provocar numerosas enfermedades, algunas letales.
“Un día, cansado de oír tantas verdades y convencido de que las personas no harían caso a lo de no arrojar basura cerca de viviendas y centros comerciales, decidí cambiar la situación.
“Pensé que en lugar de sembrar enfermedades y los problemas sociales que traen aparejados, cultivaría cuanto alimento este pedacito me permitiera. Lo comenté, tuve aceptación, sobre todo agradecimiento por liquidar el basurero, y de inmediato creé condiciones.
“Es algo pequeño, pero productivo. Claro está, hay que trabajar en el momento que corresponda, porque cada siembra tiene sus cosas, y si no la atiendo bien pierdo tiempo y recursos, además de no cumplir el objetivo. Ah, no vendo todo lo que cosecho, lo dono a los vecinos para resolver los problemas en casa. Pregunta y verás”.
Medio encorvado por la molestia de una de sus piernas, se dirige hacia el pequeño huerto, cercado para que aves de corral y otros animales no lo destruyan. Sus pasos son lentos, se escucha el rodar de las suelas por el piso que transita.
Caminamos entre plantas de lechuga, ajo porro, tomate, habichuela, cilantro y ají; “lo del momento de seca”, comenta. También existen árboles de aguacate, guayaba y naranja, plantas de plátano, que reciben el beneficio del riego de agua que Valentín les obsequia mediante una manguera. Ninguna queda sin el ‘baño’ imprescindible.
Pero en la historia de este hombre sencillo y de poco hablar hay una hoja de servicio muy especial, que hace referencia a su internacionalismo con doble misión civil, como colaborador en la República Popular de Angola. Además, por su contribución al trabajo socialista, conquistó la condición de Vanguardia Nacional en la década de 1980.
“Cada hombre tiene una misión en la vida y debe tratar de cumplirla a cualquier precio. Eso he tratado de hacer. Lo que dejaremos de recuerdo y demostrar que no pasamos por ella por gusto. También, es el ejemplo que dejo a mi familia”.
Concluye el diálogo. Su sonrisa es la mejor despedida.
Hay quienes nunca se cansan y disfrutan la dicha de trabajar para los demás.