Cada persona es un lienzo en sí misma, nuestra anatomía es perfecta para ser decorada. No sin motivo, hace alrededor de 5200 años el ser humano comenzó a pintar su piel, aunque en tan alejada época se llevaban por motivos religiosos o mágicos.
Hoy sus creadores y quienes los portan los consideran arte, mostrando una ejecución estética de primera categoría, con perfectos trazos y variado empleo de técnicas.
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Inyectando tinta en la dermis para modificar así el color de la piel aparece una nueva forma de crear. Dicha representación logra que sus usuarios, en un acto de rebeldía, muestren lo que les causa placer.
Si eliminamos barreras de pensamiento, ninguna persona, tatuada o no, es inferior a otra. Cada pintor, sea cual sea su soporte, es un artista. La vida de este movimiento podría ser tan efímera como la juventud de nuestros cuerpos, pero no así su obra. (Por: Lisbeth Marrero Roque y Melissa García Gonzales, estudiantes de Periodismo)