Dentro de las evidencias propias de los grupos aborígenes neolíticos o agroceramistas aruacos se destacan las olivas sonoras. Elaboradas a partir del molusco marino univalvo Oliva reticularis, le perforaban en forma de ojal su parte inferior y le eliminaban el ápice para colgar en collares y en las piernas, como adornos corporales.
La denominación de sonoras responde al sonido musical que producía durante el baile del areíto, el contacto entre las múltiples piezas de los collares.
En Matanzas se conservan dos ejemplares colectados en el sitio El Morrillo, otro en Cocodrilos (Ciénaga de Zapata) y una decena, colectados por un equipo de exploradores bajo la dirección del autor, en el asentamiento La Cañada.
(Por: Adrián Álvarez Chávez)
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