Este 20 de noviembre comenzó con vistosa ceremonia uno de los eventos deportivos más controvertidos de la historia del deporte, la Copa del Mundo de Fútbol que se desarrolla en Qatar.
Mucho dinero y especulaciones de sobornos, entre otras referencias, hacen que por estos días los debates acalorados crezcan en las redes sociales, y de un bando o de otro se esgriman razones válidas.
Lo cierto es que por primera vez un equipo anfitrión es derrotado en el partido de apertura. Saltan entonces aquellos que aluden al karma que se cierne sobre la sede, por el sinnúmero de prohibiciones y los más de 6 500 muertos que penden sobre la conciencia de los organizadores.
Para los amantes del fútbol en el continente americano, la complacencia recayó en el hecho de ver a un Ecuador presionando con Enner Valencia a la cabeza, que logró dos dianas para dejar tendidos a los rivales que poco intentaron en la portería.
Varios artistas declinaron la invitación a participar en esta fiesta del balompié mundial, algunos gobiernos aconsejaron a su comunidad LGBTIQ+ abstenerse de asistir a los partidos, y en las redes se libra un reñido intercambio entre quienes solo piensan en el deporte y los que se inclinan por las marcas sociopolíticas del fenómeno.
No obstante las discrepancias, el estadio estaba abarrotado y los hinchas de uno y otro equipo disfrutaron el privilegio de estar allí, de ver a sus ídolos entregarse en el campo; y de seguro no será la excepción esta manifestación de alegría.
Los espacios digitales se han tornado escenarios de encarnizadas batallas, donde muchos argumentan que moralmente es necesario no seguir el certamen y negarse a celebrarlo como la gran fiesta que siempre ha sido, aun para los aficionados que no tienen equipos disputando la Copa.
Por otro lado, se levantan en armas verbales aquellos que piensan que desvirtuar el objetivo deportivo resulta tarea infértil y que el fútbol está presente en la idiosincrasia de la mayoría, no por gusto lo llaman el más universal de los deportes.
Cada cual escoge el camino a seguir y quienes disfrutamos de cada jugada no somos amorales o hipócritas, y mucho menos escépticos acerca de lo que ocurre con este mundial.
Indudablemente el deporte transita desde hace mucho tiempo por el camino de los intereses económicos y eso no va a cambiar, pues está en la selecta lista de las industrias más poderosas y lucrativas.
No es este el primer hecho, construcción o momento de la historia de la humanidad en el que mueren los más desfavorecidos o la parte más débil de la cadena. ¿Aplaudirlo?, no, por supuesto que es condenable, pero atacar a quienes prefieren disfrutar de los goles tampoco es la solución.
El libre albedrío y la autodeterminación deben ser respetados. Esa línea delgada entre dar una opinión y ofender debe ser vigilada con destreza en las diversas formas de actuación, sobre todo en espacios virtuales.
Disfrute de los momentos que desee, apague su televisor si eso lo deja tranquilo al final del día. Por lo pronto, llenar el alma con las cosas buenas de cada situación ayuda a evitar elementos estresantes en nuestras vidas, que para alterarnos ya están las colas y el transporte público.
Mucha razón tiene usted querida periodista.
Hay muchas causas sociales que defender y mucho por hacer para que la sociedad sea mejor, pero también hay que saber respetar, algo que muchos no saben. El deporte es pasión, sería imposible por lo menos para mí dejar de disfrutar el fútbol más allá de la realidad (y razones tengo como todos).
Ojalá fuéramos capaces de respetar, ojalá!
Que gane el equipo que mejor lo haga.
Alemania y Brasil son mis favoritos.
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