Otra vez se repite la lesión en el pulmón. La doctora pregunta: “¿Tienes algún antibiótico en casa?”. Ella la mira fijo y responde que no. “Necesitarás amoxicilina; no creo que haya en la farmacia, pero trata de conseguirla. Nos vemos la semana próxima para chequear si desapareció”, dice la joven médico.
El “trata de conseguirla” le golpea como una bofetada en el rostro. Camina dos o tres establecimientos de la ciudad de Matanzas y el “no hay” le pone el punto final a cada conversación. Otra vez tendrá que acudir a la única alternativa que le ha quedado en el último tiempo: los grupos de compraventa de medicamentos.
Allí se ve de todo o casi de todo, a precios escalofriantes. Pero ya eso no importa, ¿o sí? Ella lo daría gustosa, si lo encontrara. Hace la pregunta y enseguida aparece un frasco en 300 pesos. Respira profundo, “menos mal que estamos a inicio de mes”. Aprieta los 4 500 pesos de su salario y vuelve a leer.
“Necesitará al menos dos frascos. La gente se pasa, pero la mayoría de esos medicamentos son importados. Dicen que los pasajes están por los cielos. Allá también te cuesta el hospedaje y la comida. A fin de cuentas, 300 pesos no es tan caro”. Piensa mientras toma el dinero y, decidida, sale.
Cuando llega, una mano le extiende los frascos del medicamento en suspensión. En la caja se lee “Empresa Farmacéutica 8 de marzo”. A esa hora le pasan muchas cosas por la cabeza. Piensa en denunciar, en no pagar, en gritarle; pero si no la compra se quedará sin la medicina y la fiebre de la pequeña no cederá. En esta ocasión no le importa hacerse cómplice, la salud de su hija es lo primero.
Las preguntas se le agolpan. ¿De qué almacén o farmacia habrá salido? ¿Cómo lo hacen? ¿Por qué tanta impunidad para un fenómeno que puede costar vidas, sobre todo de niños? Todavía no entiende por qué debe pagar las consecuencias de la ineptitud de quienes deben controlar y verificar que estas cosas no sucedan.
La escasez de medicamentos y los altos precios en el mercado negro son una de las mayores preocupaciones de la población. Este fenómeno, aunque no es propio de la etapa de la pandemia, sí se agudizó en ese período. La insuficiente capacidad del país para responder a la demanda, debido a las limitaciones de la industria nacional o a las restricciones generadas por el bloqueo, han arreciado la situación.
Ante la compleja realidad generada por la falta de un grupo importante de medicamentos, entre los que se incluyen los antibióticos y antihistamínicos, se incrementa la reventa de fármacos ya no solo importados, sino también de producción nacional. Una sola ojeada a estos famosos grupos de reventa lo demuestra. Ahí, “a la cara del cubano”, como se dice popularmente, encontrarás amoxicilina, enalapril, nifedipino, prednisona y todo lo que no hay en las farmacias, pero debiera haber, porque ¡ojo!: son de producción nacional.
Altos son los precios, y también las consecuencias para la vida de quien no pueda pagarlos. Los mecanismos de control han de ser más efectivos y los encargados de aplicarlos más activos. Mientras la impunidad campee, muchas familias seguirán arrastrando dolencias y verán muy lejanos estos productos de primerísima necesidad.
Ponerle precio a la vida es un acto de crueldad que quizá no sea visto como tal entre los inescrupulosos. Hacernos cómplices tampoco es la mejor opción, pero la verdad es que, cuando está en juego la salud de nuestros seres queridos, el temor casi siempre habla más alto y fuerte.
Me gusta mucho que se toque el tema, pero esa historia se sabe. Lo novedoso es tocarle a la puerta al presidente del gobierno y a la secretaria del partido, y comprometerlos a responder y resolver el mercado ilegal de medicamentos de producción nacional. Si no sucede así se queda siempre el periodismo de crónica, y una narración que nos la sabemos de memoria.
Conocido con cada palabra escrita en el artículo, pero lo único que puedo hacer es pedir todos los días a Dios, a la vida, que nadie en mi familia enferme, es triste ir a una farmacia por gusto, ver que no hay el medicamento que necesitas; es triste también que el médico te pregunte si tienes el medicamento en casa o que trates de conseguirlo; es triste también que el médico que te atiende en el hospital o en el policlínico no esté facultado para darte la receta del medicamento que necesitas por si ocurre el milagro que haya en la farmacia, es entonces cuando hay que acudir al médico de la familia que es el que toca por la libreta para que te de la receta, pero en el supuesto que ese doctor esté haciendo bien su trabajo te dice que no puede darte la receta por lo que diagnóstico o indicó otro médico, en fin , eso es la historia sin fin. Las autoridades de salud pública quisieron poner tanto control a los pocos medicamentos, que por todas las razones antes expuestas y con las que coincido, se venden en nuestro país, o en nuestra provincia..que la burocracia es inmensa y al final no puedes comprar el medicamento a no ser que sea por la izquierda y a sobre precio. Pero bueno, cuando de preservar la salud se trata se hace lo indecible, aunque ello implique seguirle el juego a los inescrupulosos.
PD: solo pido salud.
Ya a este gobierno y Partido de la provincia de Matanzas debe darle pena por la ineptitud que muestran an te este tipo de hecho de los cuales hacen cómplices a los médicos que todos los días se sacrifican en sus guardias y tienen que preguntarle al paciente si tiene alguna manera de conseguir el medicamento adecuado para combatir la enfermedad. La parálisis del accionar de los órganos que tienen que controlar y combatir estos hechos debieran estar ya fuera de sus puestos y muchos bajo investigación.