Carteles para ahuyentar a los enemigos invisibles

Es una cafetería de tazas de café a tres pesos, de vasos confeccionados con botellas cercenadas y de moscas persistentes que la dependiente espanta con un trapo. Al lado de un estante plástico, para guardar cigarros, empotrado en la pared hay un cartel: “Si quieres tener mi éxito, haz lo que yo: trabaja”. 

Esta es una cafetería platónica, no es ninguna en sí, pero puede ser cualquiera de las que encontramos acomodadas en las salas de las casas, en un garaje inutilizado, en el final de un pasillo. No obstante, funciona como ejemplo para un fenómeno comunicativo contemporáneo: la proliferación de una gráfica con mensaje prepotente y egocéntrico.

No solo hallamos dichos carteles en el entorno gastronómico, sino también en merolicos que te venden desde un dinosaurio de juguete hasta una junta para la olla Reina, en los espaldares de asientos de los bicitaxis, en los parabrisas de los almendrones que pueden llevarte desde la Terminal de Ómnibus hasta el precipicio del mundo, en una casa de grandes ventanales enrejados detrás de los cuales una anciana te revende botellas de Havana Club y chambelonas. 

En la pared del fondo de la guarapera donde se exprime la rellolla caña hay una cuadrícula roja de acrílico: “Triste cosa es no tener amigos, pero más triste es no tener enemigos, porque quien enemigos no tenga, es señal de que no tiene ni talento que haga sombra ni bienes que se le codicien ni carácter que impresione”. Ni siquiera Martí se salva de ser utilizado como resguardo contra los enemigos a las puertas y las malas lenguas.  

El inicio de este fenómeno quizá provenga de diversos factores; mas, me gustaría mencionar uno en especial: la gradual pérdida de sentido colectivo a causa de la caída del Campo Socialista de Europa del Este. Si necesitas colocar un plato de comida en tu mesa es muy difícil pensar en las cazuelas ajenas. Como dice la canción: “Robinson se encontró solo en la isla”, y aunque han transcurrido 30 años, aún permanecen secuelas de ese rompimiento en el ámbito espiritual y social. 

El factor anterior provoca un nivel de perspicacia hacia el otro que muchas veces cae en conductas paranoides. Esta lucha, que sí posee causas reales, no es tan cruenta como las imaginaciones sobresaltadas que muchos hacen creer. El enemigo no aguarda en las sombras de la vida en espera del momento adecuado para quitarte el último pasaje de la noche.

Caminas hacia un chevrolet verde y rezas porque el reordenamiento no le haya dado al chofer por poner los precios por el cielo o un poco más arriba, donde los astronautas plantean que se encuentra el vacío y otros, el paraíso. De pronto, hallas en el parabrisas trasero una calcomanía con el lema que usaba Antolín el Pichón: “El que me haga sombra se va”. Te asustas. No es una buena señal. 

En un camión para la carga de pasajeros una pegatina en el parabrisas delantero dice “No critiques mis logros sin saber mis sacrificios”. Un cartel similar se halla en la puerta de un garaje en Colón, pero a este último se le suma el símbolo de un ojo, debajo del cual hay una boca con la lengua afuera  —un nefasto logo de los Rolling— atravesada por un puñal.  

Muchas veces estos carteles utilizan alegorías relacionadas con el sincretismo religioso o de origen supersticioso. Además de las variables de tipo económicas, hay que tener en cuenta las culturales. Estas no solo se notan en las cuestiones concernientes a la fe de cada cual, sino también en el empleo de otros códigos, como los que provienen del machismo todavía imperante en la Isla. 

Es un lada rojo, de carrocería reluciente y llantas cromadas, de esos que el dueño chilla gomas al arrancar para que todos, a un kilómetro de distancia, sepan que se considera discípulo de Vin Diesel: lo de él todo es rápido y furioso. En el parabrisas trasero se lee “Yo soy soltero, la casada es mi mujer”.

Tal vez Cuba pueda leerse en sus carteles: “Se permuta”, “Si ves la puerta cerrada, no molestes”, “Hay hielo”, “Se afilan cuchillos”. Este collage ideográfico nos describe el contexto social y la idiosincrasia de un país.    

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