En el Mercado Agropecuario Estatal (MAE) Armando Mestre, enclavado en el Consejo Popular El Naranjal, en la ciudad de Matanzas, se cuentan por miles los quintales de granos, viandas y hortalizas, perdidos por más de 10 años en un almacén que debía protegerlos; sin embargo, es todo lo contrario, debido al torrente de agua de lluvia que penetra por el techo y los huecos en las paredes del inmueble.
Los ejemplos impactan por razones obvias, máxime en las actuales circunstancias. Aunque los trabajadores se quejan de manera constante, casi nada cambia para evitar que el centro comercial sirva de cañada a las aguas, con todo tipo de inmundicias, pestilentes en no pocas ocasiones.
En un rincón del reducido espacio, Karelis A. Borroto, su comercial, encargada de contabilizar la entrada y salida de mercancía, la aloja en los escasos metros cuadrados que quedan libres, en una tarde saturada de oscuros nubarrones. Plátano, boniato, yuca, fruta y otros alimentos amontonados ante tales circunstancias.
Luis Manuel Álvarez Gutiérrez (apodado Wicho), dependiente del MAE, refiere que si bien el agua los tiene en vilo, por otra parte no la poseen para beber u otras necesidades, incluyendo el servicio sanitario, por lo que se ven precisados a acudir al vecindario.
También explica que hubo intentos de sanear la situación por autoridades locales y entidades circundantes, pero, cual “curita”, no cambia lo que ocurre y se extiende en tiempo y mal. Entonces, se pierden así recursos económicos que no llegan a la población, a pesar de su demanda.
Paradójicamente, la naturaleza, que por un lado ofrece estos bienes a la tierra, por otro los deteriora debido a errores humanos, para mal de los habitantes del barrio que muchas veces presencian la recogida de estos productos ya arruinados, cuando tanta falta les hacen, y luego deben adquirirlos a precios abusivos que imponen los revendedores.