Fotos: Cortesía del entrevistado
Extrañas estructuras parecidas a un arbolito de navidad llaman la atención de los bañistas que se adentran en el fondo marino de la playa El Coral, ubicada justo en el kilómetro 9 de la antigua carretera Matanzas-Varadero. Aunque estos aparatos metálicos desentonan con el medio natural, en realidad contribuyen desde hace un tiempo a la recuperación de la barrera coralina que le da nombre al paraje.
Los especialistas de la Empresa Provincial de Flora y Fauna ya han montado 10 viveros con esta singular forma, como parte de un proyecto destinado al cultivo y propagación de corales pétreos para devolverle la vitalidad a los arrecifes. El Acuario Nacional rectora esta actividad y acompaña al equipo, una práctica que partió del Parque Nacional Guanahacabibes y el litoral habanero.
Si alguien conoce este lugar como la palma de su mano, ese es Luis Muiño Suárez. El instructor de buceo y fotógrafo subacuático ha sido testigo de la dinámica de estos ecosistemas. Para él queda mucho por hacer en favor de su conservación, pues es notable el cambio de hace 20 años a la fecha. “Antes veías un monte y ahora una parte yace hecha piedra”. En gran medida por eso toma la decisión de trabajar en su cuidado.
PROTEGER UNA PLAYA DE TODOS
La playa El Coral se encuentra dentro del área protegida Laguna de Maya, pero a su vez es un sitio de uso público conocido por los matanceros, en especial por los habitantes de Carbonera, pueblo más cercano. Esto supone un reto en cuanto a la protección de las joyas que atesoran sus aguas, amenazadas a nivel mundial por el cambio climático y la acción del hombre.
Según un informe de las Naciones Unidas, un 70 % de los arrecifes corre el riesgo de desaparecer. Se trata de un llamado de alerta, pues en ellos se generan miles de organismos vivos, son fuente de alimento para animales de mayor tamaño. Además, resguardan las playas de los efectos perjudiciales de la erosión y de las fuertes marejadas producidas por eventos meteorológicos.
El especialista en Ecosistemas Marinos afirma que esta barrera tiene buen estado de salud. Posee forma de cresta, rica en diversidad y cantidad de especies. Estos organismos, si bien aparentan ser plantas, conforman una comunidad viva.
“Durante años el aumento en la frecuencia de sistemas meteorológicos unido al sobreuso, la contaminación y la sobrepesca influyeron en el deterioro del área. La empresa decidió mantenerla cinco años sin uso público. El centro de buceo y snorkeling abre en 2019 con el propósito de combinar conservación y turismo”, explica.
CULTIVAR BAJO AGUA
Primero el equipo se enfocó en mantener el saneamiento del área dentro y fuera de la barrera. Después, recibieron capacitación para repoblar con especies en peligro de extinción: Acropora palmata y Acropora cervicornis, conocidas como cuerno de ciervo y cuerno de alce.
“A este tipo de proyecto le llaman granja de coral. En un polígono de prueba evaluamos la reproducción. Inicialmente usamos viveros tipo mesa, luego probamos con los tipo árboles. El procedimiento consiste en suspender fragmentos que se parten tras el uso indebido o los fenómenos meteorológicos. Cuando caen en la arena mueren, entonces parte de la tarea es recolectarlos.
“En este segundo tipo de vivero tienen una supervivencia más alta. El 99 % de los fragmentos crece más rápido. Una de las teorías revela que como no gastan energía en adherirse al sustrato, la usan en crecimiento. Al alcanzar la medida adecuada, los fijamos en el área degradada.
“Un árbol quedó trasplantado al año. Lo que antes eran 60 ramilletes de 10 cm, ahora son ramilletes de 30 o 40 cm. En la actualidad hay un grupo de árboles plantados, cada uno con 50 o 60 fragmentos en buen estado. Según la literatura estudiada, bajo estas condiciones el coral debe crecer 6 cm en un año. Ya tenemos demostrado gracias al monitoreo que posiblemente sea el triple”, detalla.
De igual forma, se proponen sembrar conciencia ambiental en los visitantes. El recorrido va más allá del buceo contemplativo. Después de apreciar la belleza y diversidad de la barrera, los clientes tienen la oportunidad de participar en la restauración.
“Al inicio ofrecemos una explicación del trabajo. El turista interviene en el mantenimiento de los viveros, recolecta fragmentos caídos o los coloca en los árboles. Esta actividad ha sido de gran aceptación. Hay clientes repitentes que dan ánimo porque notan la mejoría de la barrera. Si está más saludable, enseguida hay variedad de peces”.
MÁS CERCA DE LA COMUNIDAD
Este trabajo minucioso no tendría sentido sin una labor de educación ambiental en las comunidades cercanas. Por eso el colectivo de la Empresa de Flora y Fauna está consciente de que falta aún por hacer y traza estrategias para mantener la sostenibilidad económica, ambiental y social del área.
Al decir de Muiño Suárez, el diálogo con la población, y en especial con los pequeños de la escuela primaria de Carbonera, es clave porque solo al compartir conocimientos se puede sensibilizar y lograr que entiendan desde edades tempranas lo importante que es cuidar el ecosistema.
“Siempre explicamos cómo se puede hacer una pesca responsable sin coger especies en peligro. La pesca indiscriminada puede acabar con peces que hoy son comunes como el pez loro. Ellos son los reguladores de las algas, o sea, se alimentan de ellas. Cuando hay escasez de loro, el alga prolifera y daña el coral”.
Dentro del plan de manejo también quedó establecida una capacidad de carga a partir de un estudio efectuado previamente, y se tratan de respetar esas normas en la actividad turística. La compañía de un guía durante el recorrido resulta fundamental para saber los senderos naturales por donde se debe entrar y salir de la barrera para no dañarla.
“La naturaleza enseguida te demuestra el efecto de tus acciones. Si la cuidas o no la maltratas, ella sola se defiende; pero en este caso hay que ayudarla, eso es lo que estamos haciendo”, concluye el experto.