Un grupo de jóvenes bomberos de varias unidades del país atacan las escasas llamas que aún se resisten. Luego de más de 100 horas de una cruenta batalla emerge por primera vez una sonrisa desde sus rostros tiznados. “Le dimos el golpe definitivo”, expresan y se estrechan las manos. Comienzan a posar para las fotos y así dejar constancia de los últimos estertores de un monstruo que amenazó con arrasar todo, menos con la voluntad de estos valerosos combatientes. La victoria se celebra, aunque nunca olvidarán esta semana que sin dudas marcará sus vidas para siempre.
Lea también: Para ellos… respeto, agradecimiento, reverencia y amor
En el cubeto del tanque 49, el cuarto en arder, se concentran las fuerzas. Dos pitones sobre carretillas dirigen el agua hacia el interior del recipiente. Las paredes onduladas reflejan que contra el fuego nada se resiste. Cuando cobra esa fuerza inusitada ningún material posee las propiedades suficientes para resistir su embestida. Solo los jóvenes bomberos que allí permanecieron desde el viernes poseen la hidalguía suficiente para enfrentarlo.
El caudal del pitón, traído desde México, arroja 2500 galones por minuto. Un humo blanquecino emerge desde el interior del tanque. Para las fuerzas que atacan el último reducto es una señal de triunfo.
Luis Alberto Jéres Montero advierte que cuando cobra ese color blanquecino significa que las llamas cesaron. Es uno de los lenguajes que dominan estos hombres y mujeres. El oficial presta servicio en el Aeropuerto de Holguín Frank País. Nunca se había enfrentado a algo semejante.
Observar el justo momento en que el fuego cede le motivó a elegir esta carrera. No se trata, según dice, de admirar el fuego, sino de erradicar sus destrozos y extinguir sus llamas.
*******
“Estoy fundido”, le comenta Alex Ramos a su compadre Daniel Rodríguez. Este último asiente con la cabeza mientras observa los gruesos chorros de agua que caen sobre el tanque. Ambos se desempeñan como Técnicos en Rescate y Salvamento del Comando 1 de Matanzas.
Fueron los primeros en llegar y desde sus rostros abatidos se puede interpretar las horribles escenas a las que se enfrentaron en los últimos días.
Ante la orden de un oficial trasladan una manguera de 150 milímetros, de las más gruesas que se encuentran en la escena. Diseminadas por el lugar permanecen kilómetros de estos conductos “que pesan como anacondas”, comenta Alex mientras intenta sonreír.
En su gruesa capa protectora se dejan ver restos de las llamas. Los muchachones experimentaron la voracidad del fuego el sábado último. “Fue el más triste amanecer que yo recuerdo. Corrimos 800 metros en menos de un minuto, sin importarnos el peso del equipamiento de seguridad. Quizás fue la adrenalina o el instinto de sobrevivencia, nunca lo sabremos.”
Mientras avanzaba huyendo de la gruesa nube de vapor y la falta de oxígeno rescataban a los caídos y les conminaba a correr. Se aproximaron a la costa y más de 17 hombres lograron resguardarse tras un pequeño parapeto que encontraron.
No entiende cómo lograron ocultarse todos en un espacio tan pequeño. “Las ganas de sobrevivir”, se responde.
********
La Chiqui sostiene una gruesa manguera que seguramente duplica su peso. Se trata de la única mujer en esta área del siniestro. Se le ve dispuesta a cumplir cualquier orden que emite el mando superior.
Yelennis Arevalos Arevalos llegó a la zona más comprometida del incendio proveniente de Pinar del Río, donde recibía un curso de superación para oficiales. Con apenas 21 años es de las tres mujeres que en Cuba se desempeñan al frente de un Comando de Bomberos. Mas, en su natal provincia de Granma nunca se había enfrentado a algo semejante.
El combustible solidificado cruje bajo sus botas. Avanza con resolución para cumplir una nueva orden. Traslada un grueso conducto que se conectará al segundo pitón que en breve suministrará sustancias extintoras.
Luego de culminada la instalación de las boquillas toma cierta distancia. Una simple hendidura en una de las gruesas mangueras puede provocar una herida profunda por tanta presión de agua. Las boquillas también pueden lesionar si no están bien sujetas.
Lea también: Día Internacional de la Juventud: Protagonista de todos los tiempos
La joven observa el panorama desolador, pero desde donde emerge la esperanza nuevamente. “Esto se acabó”, grita un bombero desde un camión que se encuentra muy próximo a una de las paredes del tanque. La Chiqui se pasa la mano por la frente y seguidamente se trepa a un muro para alcanzar una mejor visibilidad del área.
“¡Vencimos!”, solo alcanza a decir. Y su diminuta estatura se pierde en la inmensidad de un abrazo colectivo de decenas de bomberos agotados, pero que resistieron hasta el último minuto. Se abrazan por los compañeros que no lo lograron, por los millones de cubanos que estuvieron pendientes a cada hazaña, y porque les sobró el valor para mirar a la muerte de frente.