Amancio Martínez Morejón: un doctor mediático en Matanzas

Desde hace varios años, Amancio se desempeña como subdirector del Centro Provincial de Higiene y Epidemiología.

El doctor Amancio Martínez Morejón llega cada mañana a las puertas del Centro Provincial de Higiene y Epidemiología con un saludo para sus trabajadores. Desde que inició la pandemia, se convirtió en uno de los rostros más famosos de Matanzas, pues era el encargado de informar los casos positivos, altas médicas o fallecidos que dejaba la covid-19. Sin embargo, su historia con la Medicina comenzó mucho antes de este boom mediático. 

EL JOVEN, EL COMPROMISO, LA SOLIDARIDAD

“Soy hijo de un cortador de caña y una criada, hermano de miembros del Movimiento 26 de Julio, y sobrino de un soldado del Ejército Rebelde. Quizá por ese antecedente familiar, una vez culminados los estudios secundarios, ingresé en una escuela militar en la capital. Luego comencé Medicina, carrera que consideraba como mi primera y única opción profesional. 

“El Instituto de Ciencias Básicas y Preclínicas Victoria de Girón, de La Habana, me abrió las puertas. Recibí una educación completa hasta que en segundo año regresé a Matanzas, como resultado de la apertura de una sede universitaria, para acercarnos a la ciudad.  

“Me apasionaba la Pediatría, por lo que una vez graduado intenté especializarme, mas, no fue posible. A partir de ese momento ocupé consultas en Torriente, Colón, Bolondrón. Fui responsable principal del policlínico de Pedro Betancourt y, posteriormente, el director municipal de Salud. 

“A pesar de mi disposición para aceptar todos los retos laborales, mis superiores eran conscientes de mi intención de superarme. Siempre que recordaba el tema encontraba respuestas negativas, hasta que una comisión nacional aprobó mi solicitud. Justo antes de comenzar la especialidad, me notifican que sería el responsable de 65 profesionales de la Medicina en una misión internacionalista; nuevamente pospuse mi sueño de convertirme en pediatra. 

“En 1983, partí junto a mis compañeros hasta Libia. Poseía algunos conocimientos de inglés y poco a poco nos relacionamos con el árabe. De mi trayecto por otros países, guardo buenos y no tan gratos recuerdos. Uno de ellos lo protagonizó una joven árabe con su hijo, que llegó a las puertas de nuestro hospital, golpeada por contraer matrimonio por segunda vez. Sin duda, fue un momento de estrés, porque, a pesar de mi desacuerdo con este tipo de represalias, no podíamos incidir de ninguna manera en la vida sociopolítica o cultural de esa nación. 

“Más adelante, estuve 20 meses en Granada y apoyé a los médicos durante la invasión norteamericana”. 

NUEVOS RETOS

“Ya en la Isla, decido comenzar la especialidad en Higiene y Epidemiología, la que terminé con excelentes resultados. Por ello, las autoridades nicaragüenses solicitaron mi presencia en ese país para realizar mi tesis; pero fui el primer expediente de mi año y el Ministerio de Salud Pública pidió que desarrollara un estudio en Cuba, sobre el tratamiento de los desechos tóxicos, con una propuesta de confinamiento para este tipo de sustancias. 

“El municipio de Unión de Reyes me acogió tiempo después y, aunque me desempeñaba como director de una de sus instituciones de Salud, en varias ocasiones realicé consultas y guardias nocturnas. 

“Comienza el Período Especial y retorno a la cabecera provincial. Me ubican como responsable de la higiene comunal, escolar, de los alimentos y del trabajo en el Centro de Epidemiología. 

“A finales de los 90, me proponen una nueva misión en Angola, como asesor de sus fuerzas armadas. Allí presté servicios por más de 20 meses. Recuerdo la atención a víctimas de la fiebre tifoidea, la poliomielitis y la tuberculosis”. 

AMANCIO Y LA COVID

“Mi vida continuó con total tranquilidad cuando regresé de África, hasta el año 2020, cuando el Sistema de Salud Mundial colapsó como resultado de la neumonía surgida en Wuhan, que luego se convirtió en pandemia. Fue un momento difícil, porque ni los países ni los organismos ni las personas nos encontrábamos preparados para enfrentar una enfermedad de este tipo. 

“Para suerte nuestra, teníamos la experiencia tratando el ébola, el cólera y las hepatitis de transmisión digestiva, que, si bien guardaban poca relación con la nueva enfermedad, nos posibilitó adoptar ciertas medidas sanitarias, que nos ayudaron a la hora de atender a cada uno de los pacientes. 

“El principal reto se encontraba en la ausencia de un laboratorio matancero para analizar las muestras, sobre todo en un contexto donde enviábamos al IPK y a Villa Clara miles de pruebas, de las que retornaban entre 3 200 y 3 500 reportes de casos positivos diarios. 

“Fue una prueba profesional con mayúsculas, como consecuencia del miedo, ese que teníamos todos, incluyendo a los médicos que también enfermaron o fallecieron”. 

EL COMUNICADOR, EL HOMBRE

“Desde que me designaron como responsable para informar el parte diario de la covid en la provincia, intenté hacerlo con la mayor calidad, porque los radioyentes y televidentes merecían que cada uno de los datos que se ofrecieran fueran comprendidos. Desde ese momento me convertí en el amigo que cada jornada tranquilizaba o entristecía a la audiencia con las estadísticas. Hasta hoy las personas me agradecen por la información y por mi trato afable y cordial. 

“Me considero un hombre feliz con todo lo que he hecho en mi vida. Si tuviera que reprochar algo, sería el poco tiempo que compartí con mis hijos, mis hermanos y mis padres, por dedicarme por entero a mis pacientes dentro y fuera de nuestras fronteras”. (Foto de la autora)

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Sobre el autor: Arletis Arango Oña

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