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Luis Adrián Rodríguez y Yansel Reyes Ricardo permanecen sentados unos minutos en un banco de la Empresa Eléctrica del municipio Matanzas. De un momento a otro partirán en una camioneta para retomar sus labores como linieros de esa entidad.
Con apenas veintitantos años, hablan con dominio de un oficio, al que se entregan en cuerpo y alma, a pesar del rigor y el peligro.
Luis Adrián creció viendo a su padre partir cada mañana hacia esta empresa, a la que le dedicó gran parte de su vida. Desde niño disfrutaba mucho de la prontitud con que este resolvía alguna avería eléctrica en la casa, y poco a poco fue despertando en el muchacho esa pasión. Por ello, al alcanzar la edad laboral, decidió matricularse en un curso como liniero.
Durante las clases recibidas, comprendió que “la cosa” iba más allá de empatar un cable. Se trataba de arriesgar la vida y emprender tareas llenas de riesgo.
“Memoricé las cinco reglas de oro del liniero: cortar todas las fuentes en tensión; bloquear los aparatos de corte; verificar la ausencia de tensión; poner a tierra y en cortocircuito todas las posibles fuentes de tensión; delimitar y señalizar la zona de trabajo, desenergizar”.
Normas básicas que repite con facilidad, como si se tratara de su nombre propio o el número de su carné de identidad. Se han convertido en acciones que pronuncia en silencio antes de acometer cualquier tarea.
“Nosotros comprobamos cada medida de seguridad antes de emprender el trabajo”, asevera, mientras observa a su compañero para darle participación en la conversación.
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Yansel Reyes Ricardo llegó a la empresa hace dos años, por mediación de un vecino. Al principio comenzó con más curiosidad que certeza de lo que realmente quería hacer.
Asegura que poco a poco se ha ido enamorando de la actividad, y cada mañana se levanta entusiasmado para ir a trabajar.
Los logros comenzaron desde el propio curso, cuando se empeñó en sacar buenas notas, como resarcir el tiempo que permaneció desvinculado.
Aunque disfruta cuanto hace, no deja de reconocer que muchas veces percibe el peligro, pero no lo paraliza.
“Cuando te subes al poste debes estar atento a las orientaciones del jefe de brigada. Antes de ascender, ya debes tener claro qué vas a hacer allá arriba, no se sube a improvisar ni titubear; y debes tener todos los sentidos en cada operación”, afirma.
A ambos jóvenes les mueven las ansias por desempeñar bien su trabajo. Siempre están dispuestos a asumir cualquier misión, por difícil que sea. Han laborado bajo la lluvia o el sol ardiente, aunque son más difíciles las averías durante la noche. Pero, sin duda, son las que acometen con más entrega.
“Nada nos complace más que solucionar un problema en un barrio y disfrutar el agradecimiento de los vecinos cuando les llevas la luz a sus casas”.