Grandes nombres tiene la historia de Cuba. Entre ellos, el de José de la Luz y Caballero brilla por derecho propio y remite a la gallardía de sus principios y su pensamiento.
José de la Luz y Caballero (11 de julio de 1800-22 de junio de 1862), filósofo, educador, y paradigma de la pedagogía cubana, fue de esos hombres a los que, al decir de Eduardo Galeano, no era posible mirar sin parpadear, y quien se les acercaba se encendía, en tanto recibía la grandeza de sus influencias.
Al publicar sus escritos en la prensa del siglo XIX, solía ocultarse bajo seudónimos. Al detenernos en sus firmas hallamos pistas de su personalidad: Un habanero, Un amante de la verdad, El justiciero, El amigo de la juventud, El centinela, El escolástico.
No empuñó un arma física para luchar por la independencia de su país, pero su labor en la formación de la conciencia nacional resultó imprescindible.
Martí lo llamó «el silencioso fundador», pues, sin hablar de política, sembró en sus estudiantes el gen incorregible del amor por la tierra donde se nace.
De los muros del Colegio del Salvador, que fundara en 1848, emanaban las ideas que llevarían al glorioso 10 de Octubre de nuestra historia.
Negado al aprendizaje memorístico de su tiempo, e inspirado en la figura de Félix Valera, con quien compartió durante años en el Seminario de San Carlos, en sus clases no se repetía hasta el cansancio, para aprehender el contenido, sino que se pensaba, se analizaba y se discutían las más diversas ideas.
Sobre el sagrado deber de educar, escribió en esa obra cumbre suya que son sus Aforismos: «Quien no sea maestro de sí mismo, no será maestro de nada», y fue recto consigo mismo y maestro cabal. Subrayó también en palabras grandiosas la necesidad de educar para que la Patria tuviera siempre hijos capaces de defenderla: «Tengamos la educación y tendremos Cuba».
A 160 años de su fallecimiento, el que quiso que los maestros fueran evangelios vivos sigue ofreciéndonos pautas. La educación cubana lo sabe y entre sus guías más genuinos sigue la luz de quien fuera ejemplar y certero.
(Por: Susana Besteiro Fornet)